Born To Die || Casthaniel.

14: Summer 78

Castiel

Pude ver, a lo lejos, a la pobre mujer rompiendo a llorar cuando el padre terminó de hablar y el ataúd comenzó a bajar lentamente.

Ese día estaba lloviendo, pareciendo demostrar los sentimientos que recorrían a esas personas.

A mi lado, Armin sostuvo el paraguas sobre nuestras cabezas para impedir que la lluvia humedeciera mucho nuestras ropas. Un resfrío no era lo que necesitaba en ese momento, no cuando la herida en mi estómago todavía no terminaba de cicatrizar. Pero tenía que estar allí, en el cementerio, era mi obligación.

Tenía que despedirme una última vez.

La madre lloró con más fuerza, sus desgarradores gemidos rompiendo mi alma.

Pude ver también entre la multitud a Rosalya, observando con rostro inexpresivo como la tumba donde descansaba el cuerpo de Lysandro comenzaba a ser llenada de tierra.

Suspiré, disimulando la mueca cuando una punzada de dolor se asentó en mi estómago.

Habían pasado sólo tres días desde que había despertado en la casa de Armin, con la terrible noticia de que Lysandro había muerto luego de recibir la bala que iba a matarme definitivamente, que Kentin y Debrah ya no estaban en el país y que no había nadie en mi remolque.

No, porque nos enteramos más tarde que Nathaniel se había marchado para suicidarse en su casa luego de enterarse de mi muerte.

Pero no sirvió. Según lo que me contó Armin, al parecer la madre de Nathaniel lo encontró a tiempo, llamando a la ambulancia, y ahora estaba internado en una clínica.

Sin embargo, sabía que nunca lo volvería a ver. Al menos, no por los próximos meses.

Con toda seguridad, Nathaniel sería internado por su adicción a las drogas además de que lo tendrían bajo observación por eso mismo y su intento de suicidio. Y luego de lo de Lysandro...
Definitivamente, ya no quería seguir metido en pura mierda.

Y para eso, tendría que alejarme de todas las personas a las que había conocido, tendría que iniciar desde cero, aunque costara y al principio fuera difícil.

Pero imaginarme a Nathaniel suicidándose, cortándose las venas debido a mi muerte, debido a la tóxica relación que teníamos, me hizo abrir los ojos de una brutal forma. Nathaniel se merecía a alguien que lo quisiera de una forma más dulce y pura, no de una forma agresiva y posesiva. Nuestra relación giraba en torno a tener algo metido en nuestro cuerpo que nos alejara de nuestra dura realidad, el sexo salvaje que teníamos y un sentido de pertenencia que no era el correcto.

No. Nos gustábamos porque el otro nos entregaba una sensación de peligro, excitación y diversión que habíamos estado buscando, pero nunca logramos desarrollar otros sentimientos sanos aparte de esos.

¿Nos queríamos? Claro que sí, eso no se puede negar. Pero la forma en la que nos queríamos no era la correcta. Nos provocábamos, nos celábamos y adueñamos del otro como si nada, incapaces de ver que nos estábamos destruyendo de a poco.

Nathaniel merecía a alguien que lo comprendiera, lo sostuviera, mientras yo necesitaba a alguien que me contuviera y me hiciera ver la realidad.

Así que, por ahora, lo correcto sería dejarlo ir.

—El funeral ha terminado —murmuró Armin a mi lado.

Asentí, observando a las personas irse, y me sostuve de mi amigo.

La herida en mi estómago no fue nada demasiado grave, aunque si perdí mucha sangre debido a los movimientos cuando me tuvieron que llevar al auto seguido del viaje. Lysandro había usado su cuerpo para protegerme cuando Sinclair  disparó una última vez, recibiendo la bala en su corazón, asesinándolo inmediatamente, y mis amigos tuvieron que dejarlo atrás debido a que la policía llegaría pronto y yo estaba herido.

Desperté ocho horas después, con la herida cerrada, apenas consciente de mí mismo, y tuve que permanecer esos tres días acostado sin hacer nada aunque lo único que quería era salir de allí para ver a Nathaniel. Armin tuvo que gritarme que Nathaniel no estaba, se había ido, y que había oído que se suicidó.

No lloré. No pude llorar, por muy muerto que me sintiera por dentro.

Levanté la vista, queriendo decir a Armin que nos fuéramos, cuando vi a Rosalya caminando hacia nosotros.

Me tensé irremediablemente cuando me miró.

Sus ojos estaban rojos, hinchados, así que no tuve que preguntar si estuvo llorando.

—Pensé que no vendrías —le dije sin reproche en mi voz.

Rosa se encogió de hombros.

—Estuve a punto de no venir —contestó mirando al cielo—, pero necesitaba estar aquí —soltó un suspiro—. Las cosas entre Lysandro y yo no acabaron bien, sin embargo...

No pudo continuar: su voz se quebró.

Me apoyé en Armin.

—Él te amaba —mi voz no sonó acusadora, porque estaba dando un hecho concreto y claro.

Asintió, bajando la vista.

—Yo lo quería —admitió Rosa—, pero no lo suficiente. Lo siento mucho.

—¿Por qué lo sientes? —me estaba sintiendo demasiado cansado en ese momento, lo único que quería era marcharme de allí—. No puedes forzar los sentimientos de alguien, y tú siempre le dejaste las cosas claras a él. Claro, te sigo odiando —sonreí con amargura—, pero no tienes la culpa de nada.

Volvió a asentir, pero no parecía convencida.

—Espero que tengas una buena vida, Rosalya—declaré.

Rosa me miró ahora.

—Por si te interesa —dijo ahora con tono suave—, la madre de Nathaniel le pidió el divorcio a su padre para encargarse de su hijo. Nathaniel será internado para comenzar un tratamiento contra las drogas, según lo que me contaron mis padres —al mirar mi expresión inquisitiva, agregó—, ya sabes, entre padres ricos se conocen —suspiró—. Está bien. No ha hablado mucho, pero creo que está bien.

Vacilé un momento, debatiéndome entre pedirle o no que me diera su teléfono para mantenernos en contacto y así saber más de Nathaniel.

Al final, ahogué ese impulso. Si nos volveríamos a encontrar en algún momento, no iba a forzar nada.

—Algún día nos volveremos a ver —dijo Rosa antes de girarse para irse.

Armin y yo nos marchamos del cementerio segundos después, decididos a dejar todo atrás.

Aunque eso significara no volver a ver nunca más a Nathaniel.