12: Do I Wanna Know?

454 59 13
                                    

Castiel

Lysandro me pasó un papelillo de marihuana que no dudé en encender, llevándolo a mi boca mientras mi amigo se apoyaba en el auto, a mi lado.

—Rosalya y yo terminamos —dijo de pronto como si nada, llevando un papelillo encendido también a sus labios.

Enarqué una ceja, notando su tono amargo.

Observó mi rostro.

—Se comprometió con un chico de su clase y se casarán a fin de año —escupió a mi pregunta no formulada en voz alta—, así que ya no puede seguir conmigo, un pobre tipo que sólo era un rato de diversión.

Quise decirle que se lo había advertido, pero sabía que no era lo mejor. No cuando mi amigo se notaba todavía sensible y herido por su reciente ruptura.

Así que sólo le di una palmada amistosa en la espalda.

—Te ayudaré con lo de Debrah—dijo suspirando entonces—. Necesito algo de mierda para despejarme.

Negué con la cabeza. El estúpido plan de sacar a Debrah del intercambio sería al día siguiente, y no quería meter a más gente en eso. No cuando Kentin estaba tan ansioso, lo que me ponía a mí también más ansioso que nunca.

—No jodas —le dije duramente—, sabes que es una mierda peligrosa lo que haré.

Se encogió de hombros como si nada, indiferente.

—Amigo, me encantan las mierdas peligrosas —fue lo único que contestó para luego enderezarse—. Te enviaré un mensaje mañana —agregó antes de caminar hacia el interior de su bar.

Me limité a suspirar con cansancio, apagando el papelillo para después subir a la camioneta, conduciendo hacia el viejo remolque donde Nathaniel debía estar esperándome, borracho como una cuba e inmerso en su droga.

Por eso me sorprendí cuando abrí la puerta y lo encontré recostado en la cama, mirando el techo con expresión ausente, observándome apenas entré, vistiendo sólo unas tontas bragas que se compró meses atrás.

—Castiel —dijo con voz lastimosa, sentándose en el colchón en tanto yo me sacaba la chaqueta—, no vayas. Por favor.

Mordí mi labio inferior al notar su claro tono lleno de súplica, pero sacudí la cabeza, siguiendo con mis pantalones viejos y desgastados.

—Te lo ruego —insistió totalmente lúcido mientras me arrodillaba sobre el colchón, empujándolo contra la cama—, vámonos de aquí, olvidémonos de todo.

Hice a un lado la tela de la braga, tanteando su entrada con mis dedos que había lubricado segundos atrás, y observé su expresión cambiar cuando empujé uno en su interior.

—Voy a volver en la noche —le murmuré sobre él, oyendo sus gemidos de placer—, y vas a tener que pedirme perdón por no confiar en mí —regañé metiendo otro dedo—, pero yo sólo te voy a perdonar luego de darte unos azotes que te dejarán el culo bien rojo, así como me gusta.

Mis dedos fueron reemplazados por mi polla, que metí de golpe escuchando su jadeo de dolor y placer. Sin embargo, en lugar de moverme como hubiera hecho antes, ahora sólo me quedé quieto, respirando contra su boca, esperando su gemido de aprobación que llegó minutos después.

Por primera vez en meses lo hacíamos de una forma distinta, sin brutalidad, celos y agresividad entre nosotros, sin palabras sucias y ofensas debido a la rabia y el enojo. Podía decir, con claridad, que por primera vez en meses hacíamos el amor, como si realmente nos quisiéramos de una forma sana y no tóxica. Como si entre nosotros no hubiera ningún problema de por medio.

Born To Die || Casthaniel. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora