|Laito Sakamaki|El último Día| Acto #2

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Parte 4: "Perdóname, aunque realmente no te hice nada malo."

10:30 am

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La joven chica entró al cuarto de baño con intenciones de comenzar su arreglo personal para su añorada cita con su novio.

La primera cita. Y quizás la última

Después de cerrar la puerta tras de si, se dirigió al espejo del lavamanos, mientras se deshacía de sus prendas de vestir.

Pero se detuvo.

Se detuvo al observar unas manchas color morado azulado en su piel llamadas: moretones. Y a lo largo que se iba desvistiendo, los moretones no eran los único presentes en su cuerpo, también se divisaban unas marcas y cicatrices realzados en su delicada piel.

Inconscientemente, posó su mano en respectivas heridas, delineando la herida con las yemas de sus dedos de manera suave. Suspirando y sintiendo una triste nostalgia al recordar la razón del por que están ahí.

Si, las hizo él.

(Flashback)


—¡Por favor!, no continúes... —se escuchó suplicante una quebradiza voz pidiendo compasión —haré lo que me pidas, pero no me lastimes más—

Y él, no dio respuesta en palabras. Se limitó a alzar una ceja acompañada de su enigmática mirada seria, mirándola hacia abajo con desprecio.

En esos momentos era cuando el vampiro no estaba de buen humor. Todo lo contrario. Eran los momentos en que olvidaba su comportamiento simpático y libidinoso por uno firme, rudo y brusco.

Dolían. Las pesadas cadenas dolían. La chica liberaba pequeños quejidos por lo ajustadas que estaban. Sentía como las cadenas de  pesado metal ocasionaban el lento flujo sanguíneo en la zona de sus tobillos y muñecas, tornándolas rojas y algo hinchadas.

Ella, no sabia por que se comportaba así, debió de a ver pasado algo para a ver despertado ese lado suyo. Un confrontamiento con sus hermanos o le paso especialmente algo malo. No se sabia. Pero la mas probable era que el mayor, solo deseaba jugar con su juguete.

Hora de jugar a arrancarle las patas a la araña.

Ella temía, y mucho. Juraba que preferiría que estuviera acosándola seductora y pervetidamente antes que esto. Al menos de la otra manera su vida no corría peligro.

Laito caminó hacia ella, mirándola detenidamente, disfrutando de los gestos de preocupación que esta emanaba.

Por mera inercia de superviviencia, ella retrocedió arrastrándose de espaldas por el frío piso. Haciendo sonar el reconocible sonido del metal de las cadenas chocando entre si y contra el suelo.
Y así sonó, hasta que se le acabó el camino y se topó con la pared.

—Laito... por favor —

—¡Callate!-—

Tras esto se puso en cuclillas y la atrajo a él, jalando las cadenas que ataban a la chica. E hizo lo predecible...

Se lo veía venir, era claro que iba a beber su sangre.

Pero no era por sed. No era de hambruna. No era por necesidad vampírica. Era por mero capricho y diversión para des estresarse y desquitar su amargura en el cuerpo de su victima.

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