Cantárida

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Nota: La historia se relata en primera y tercera persona. Deseo de todo corazón cumplir con sus expectativas y que la espera haya valido la pena. Siéntase libres de su opinión y recuerden que les estoy totalmente agradecida por pasar a darles un vistazo a mis historias.
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¡Corro!, y no exagero al comparar mi velocidad con del cuarto Hokage. Llevo el pulso acelerado y no precisamente por el esfuerzo físico, es más bien por el manojo de nervios en el que me he convertido desde que un cazador especial AMBU interceptó mi oficina reportando que mi esposa fue llevada al hospital por una intoxicación. No esperé el permiso de salida de Naruto quien se encontraba a mi lado revisando unos informes cuando salí por la ventana para ahorrar tiempo. A lo lejos veo el alto edificio, y el arribo a este se me hace eterno, arrojo una maldición a los cuatro vientos haciendo que una viejecita me mire con desaprobación y cubra los oídos de la que supongo es su pequeña nieta.―¡lo siento!―exclamó sin detenerme.

―¿En que sala se encuentra mi mujer?―exijo con agitación al alcanzar el cubículo de recepción.―La dama vestida de blanco me mira con enojo, pero comprende mi situación.―¡Señor cálmese!―sugiere―soy la enfermera encargada de los expedientes y para ingresar al banco de datos de los pacientes necesito el nombre completo de quién busca.

―¡Nara Temari!―le digo y la pelirroja mueve sus dedos sobre el teclado,―sala de emergencias, puerta al fondo a la derecha habitación 3-B.― responde y me dirijo hacia la dirección asignada buscando la sala con desesperación. Doy con un solitario pasillo y me debato entre ser el sujeto ecuánime de siempre y esperar pacientemente la salida de algún médico o azotar la puerta hasta que me den una respuesta. Percibo un chacra que no me cuesta diferenciar y sin mediar palabra alguna levanto al enmascarado de las solapas de su chaleco.―¿Se supone que debían protegerla?―le digo con furia.

―¡Y lo hicimos, señor!, no hubo contratiempos, inspeccionamos hasta el más recóndito lugar del palacete.

―Entonces, ¿cómo me explicas que mi esposa esté ahí dentro?

―¡Ya se lo dije señor consejero!, no sabemos cómo pasó,
yo mismo caté cada platillo previo a ser servido a los embajadores. No detecté nada extraño.

Aprieto mis puños para acercarlo más a mí. La rabia carcome mis sentidos y me veo tentado a golpearle el rostro hasta volver añicos su máscara.―¿Quién me asegura que no fuiste tú?―le reto.

―¡Deja al oficial en paz, Nara!―exige una voz femenina a mi espalda.

La conservada mujer cruje sus tacones a cada paso mientras se hace acompañar por quién fue su antigua aprendiz. La miro de reojo sin soltar al anónimo.―¿Godaime sama?, ¿Qué hace acá?

― Me llamaron de urgencia a intervenir a tu mujer.

―Pero usted está jubilada...¿tan mal está?―tartamudeo al comprender la magnitud de la situación para que justamente sea Tsunade Senjū quien estabilice a Temari.

―Debíamos actuar rápido,―interrumpe Sakura―hice todo lo que estuvo a mi alcance más nada parecía funcionar.

―Date una idea de cuán grave puede ser para que Sakura no pueda con ello, pero ni siquiera yo lo logré, esto es algo que se escapa de mis manos.

―¿Qué quiere decir?, acaso ella...―dejé la pregunta sin terminar al no poder concretarla.
―¿Muerta?―estuve a punto de desmayarme con solo la mención de su desceso.―No seas tan dramático, Shikamaru, la hermana del Kazekage es un hueso duro de roer. Sí, efectivamente su condición es complicada, pero saldrá adelante. Los resultados muestran un severo grado de envenenamiento por ingesta de una toxina muy conocida en su tierra. Alguien debió agregarlo a unas castañas.―añade.
―¿Castañas?―reitero para que ella me confirme.

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