Capítulo 1.

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Durante un lustro, el joven señor del Oeste había viajado por las tierras que ahora gobernaba, haciendo honor a su nombre de formas crueles y sin mostrar compasión, en ocasiones incluso eliminando generaciones completas de youkai si era insultado, pero esta actitud cruel no era sino la manera que tenía de lidiar con la muerte de su padre y, a la vez, demostrar que era capaz de tomar su lugar y dirigir las tierras del Oeste.

Al deambular por su cuenta y sin rumbo, Sesshoumaru había tenido tiempo, mucho tiempo para pensar. Ya no culpaba a Izayoi o a Inuyasha, pues ellos no habían sido los que habían extinguido su vida, pero sí pensaba en ellos como la razón por la cual su padre había tomado su mortal decisión.

Un par de veces se había incluso acercado a la nueva residencia de la segunda mujer que su padre había elegido. Era una casa noble en otro feudo cercano, al este y al sur del territorio de la familia de la luna. Aparentemente el padre de Izayoi había tenido buenos tratos con la familia de nobles que la habían acogido, pero a pesar de que honraron esa buena relación y la aceptaron junto con Inuyasha, el trato que recibían era frívolo y grosero. Sí, mantenían su título de nobleza, pero para esa casa, ellos tenían un valor menor que el de esclavos, pero, por miedo, eran tratados todavía como nobles.

Sesshomaru nunca se acercó demasiado o por un tiempo prolongado a la residencia, asqueado con presenciar aquel indigno trato, y, la primera vez, su discreta visita fue interrumpida al escuchar llorar a Inuyasha...su hermano menor. El joven señor del Oeste tomó aquel sonido como su señal para alejarse, a pesar de que su instinto marcaba que se cerciorara que el miembro más joven de su jauría se encontrará a salvo...su familia, ¿eh?... Sin embargo ignoró ese impulso y se alejó de allí sin siquiera haber visto una sola vez al pequeño hanyou. A Inuyasha.

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