.11. Me Gustas

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Jueves Veinticuatro de Febrero 1995

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Jueves Veinticuatro de Febrero 1995

«Knock, Knock»

Azy se encontraba de pie ante la imponente puerta que separa a la oficina del director con la escalera caracol.

En unas pocas horas sería la segunda prueba y la ansiedad recorría su cuerpo. Deseaba irse a ayudar a Cedric, por lo que esperaba no tardar en la oficina.

— Adelante.

Azy giró la perilla de la puerta y le empujó suavemente.

—¿Profesor Dumbledore, quería verme?

Cuando asomó la cabeza, vio que Dumbledore no estaba solo. Por parte del profesorado, estaba McGonagall, Snape y Moody. Luego estaba Ron Weasley, Hermione Granger y una niña rubia unos años menor.

—Uh... Qué está sucediendo —Azy observó a los presentes con recelo.

—Ahora que estamos todos presentes, les propongo su participación de una manera segura en la segunda prueba.

»Los campeones deberán buscar en el fondo del lago lo que más aprecian, por eso están aquí. Ustedes son lo más preciado. Les garantizo total seguridad si algún campeón no logra encontrarlos, ninguno saldrá herido.

—¿Qué es lo que harán para que podamos estar una hora bajo el agua?— preguntó Hermione.

—De eso no hay necesidad de preocuparse, señorita Granger —dijo McGonagall—. Todo está bajo control.

Todos parecían estar de acuerdo, no tenían problema porque, Dumbledore había garantizado que nada les iba a suceder. Sin embargo, Azy no estaba del todo convencida.

—¿Y si me niego? —la rubia se paró de brazos cruzados, mirando fijamente a los ojos de Dumbledore.

En la oficina reinó el silencio. Todas las miradas presentes cayeron sobre Azy.

—Minerva, Severus, Alastor. Por favor, ¿podrían empezar a prepararlos para la prueba sin mi? Me gustaría... hablar con la señorita Faust.

Los profesores y alumnos mandaron miradas de reojo, mas ninguno se atrevió a hablar. El tono de Dumbledore era un tono que, una persona molesta usaría. Y Dumbledore nunca se molestaba, el anciano tenía una serenidad inquebrantable.

Una vez se vació la oficina, Dumbledore no apartó su mirada severa de la niña.

Azy intentó leer la expresión de Dumbledore, pero no mostraba más que neutralidad.

Por dentro estaba algo asustada, nunca creyó hacer enojar al director de esa forma y menos por aquel simple comentario.

—Por favor, siéntese —Azy tomó asiento frente al escritorio. Dumbledore le extendió una compotera repleta de caramelos de limón —¿Gustas?

𝐋𝐮𝐫𝐜𝐡 ᴴᴾDonde viven las historias. Descúbrelo ahora