Andanzas

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Un albino se encontraba mirando a ningún punto fijo el techo de su habitación, ya habían pasado dos semanas desde que conocía la ubicación de Wakiya pero desde ese entonces no se había movido para nada.


Aún seguía en Japón, se sentía como un recluso encerrado por una capa invisible llamada sobreprotección. Sus padres, ajenos a las intenciones de su hijo de marcharse a España, no paraban de monitorearlo casi todo el día; desde que dejó de acompañarlo Aiga a sus pequeñas salidas por las zonas, sus progenitores no paraban de llamarlo cada 10 minutos exactos y no podía tardar más de una hora en regresar a casa, después de eso no podía volver a salir.

No culpaba la sobreprotección de sus padres, después de todo se marchó por dos años a tan temprana edad sin dar aviso alguno de lo prolongado de su viaje. Pero si sus padres eran tan protectores con él no era viable que le concedieran un permiso para viajar unos cuantos días a España. Así que el solo se las ingenio para armar un plan con el que pudiera irse.

Los últimos días, después de platicar con su madre sobre lo hostigante que le resultaba la situación, está decidido dejarle como una pequeña tarea de confianza que realizará las compras del día; así que esa era su oportunidad para actuar.

Miró su mochila a un lado de su cama, siempre se la llevaba al supermercado como excusa para traer dentro de ella las compras, pensando en no levantar sospechas para cuándo se la llevará ese día.


Este día.


Tomó la carta que le había escrito a sus padres y la dejo en un lugar visible en su habitación, tomó sus documentos que yacían en su mochila y se la cargó al hombro.

Abrió la puerta de su habitación dispuesto a salir pero una última vez volteo a ver el interior de está. Inmóvil pensó brevemente qué había pasado mucho tiempo fuera de ese lugar que consideraba su hogar, ahora que había regresado se marchaba una vez más sin decírselo a sus padres. Se odiaba a sí mismo por estarles mintiendo, por engañarlos así; sabía que sus padres con el tiempo volverían a confiar en él y le darían el permiso que necesitaba para viajar en esos momentos.

Pero no tenía tiempo, ya había esperado demasiado.

Con decisión abandonó la habitación para dirigirse a la salida de la casa.

—Adiós mamá, ya me voy —dijo apresurándose a la puerta, su madre que yacía en la sala logró alcanzarlo.

—Por favor Shu, ten cuidado —pronunció preocupada, Shu se heló por un momento al pensar en que su madre sabía lo que estaba a punto de hacer, pero fingió rápidamente al percatarse que eso era imposible.

—Claro que lo tendré —dijo con una sonrisa despreocupada, su madre lo abrazó por sorpresa, el solo se limitó a corresponderle mientras a ella la invadía un mal presentimiento que decidió ignorar.

Shu la miró sonriente, se separó de ella y salió.

Cerro la puerta dejando atrás una vez más a su hogar.



Rápidamente echó a correr en dirección a la Academia Beigoma donde a lo lejos pudo divisar una figura que lo esperaba.

—¡Shu! —grito Aiga quien tenía dos maletas a los lados.

—Aiga.. tú padre ya...

—¡Ya estamos aquí! —grito Naru desde la camioneta ya conocida del padre de Aiga, el cual estaba al volante.

Pasado perdido [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora