Capitulo 7

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Samuel

Pasaban las semanas y pronto nos encontrábamos saliendo del verano para darle la bienvenida al otoño. Estábamos a principios de octubre, exactamente sábado 2 de octubre. Y me encontraba con ella.

Tenia sus típicos pantalones de yoga, ahora de color violeta, una blusa de tirantes color blanco y sus zapatillas deportivas del mismo color que el pantalón. Su cabello suelto caía sobre sus hombros como cascada y su maquillaje ligero le hacía lucir radiante.

-¿Entonces? ¿Qué dices?-pregunte observándola arrojar pequeñas pierdas a la laguna, espantando a unas cuantas aves.-Andrea, dejalas en paz.

-A ellas les divierte.-dijo sonriendo y continuo haciéndolo.-¿Para que iria a cenar con tu padre?

-Te quiere conocer. Ya hace bastante tiempo que me lo pidió pero no sabia como pedírtelo.-me sincere y ella volteo a mirarme.

-¿Hace cuanto?

-Meses.-dije avergonzado y ella me miro sorprendida.

-¿¡Meses!?

-Bueno tu tenias cosas que hacer, y no quería molestarte, ¿te recuerdo el problema que tuviste en el muelle? ¿la falta de entrega?-pregunte y ella negó.

-Esta bien. ¿Te parece que sea esta noche?

-Por mi esta perfecto.-dije sonriendo y mire en dirección a Diablo, ese caballo me simpatizaba, no sabia muy bien porque.

-¿Quieres montarlo?-pregunto haciendo que mi mirada se dirigiera a ella.

-¿Qué? No.

-Vamos solo será un momento, súbete al caballo.-se acerco a mi sonriendo, y me tomo la mano.

-No.

-Vamos.-dijo dando pequeños jaloneos y suspire.

-Andrea...

-Por favor...-rogó y me resigne.

Nos dirigimos al caballo y suspire sin saber exactamente que hacer, lo que más le encanta a ella era hacerme quedar en ridículo, era como su pasatiempo favorito, claro que, tampoco era como si me molestara, me gustaba verla reír, así como también me gustaba su actitud seria ante cosas que eran delicadas e importantes.

Trate de subir al animal pero me era bastante difícil, cada que intentaba se movía y terminaba por no lograrlo. No sabía en donde exactamente poner mis manos, ni cuál era la posición cómoda para subirme, escuche su risa y reviré los ojos.

-¿Nunca has montado a caballo cierto?-pregunto con burla al ver mi patético intento de subir al caballo. Suspire molesto.

-No, pero se lo que es montar un BMW e ir a máxima velocidad.-dije y ella comenzó a reír.

-¡Oh si!.-exclamo con ironía.-Una aventura impresionante.

-¿Me ayudaras o seguirás burlándote de mi?

-Hmm no lo se.-fingió pensarlo y suspiro.-Bueno, te ayudaré.

Me dijo como subir, y después se coloco en la parte de atrás. Comenzamos a dar un paseo mientras platicábamos de cómo había estado nuestro día, eso era cada que estábamos juntos, en este tiempo nuestra charlas se hacia más seguido, nuestras salidas eran casi a diario, sino dabamos una vuelta por el muelle caminando, lo hacíamos en lancha, incluso me llevo a un paseo en bote, enseñándome que tan avanzada estaba en sus clases de navegación, a veces comíamos con su padre, quien no desaprovechaba la oportunidad de hacernos bromas o dejarla en vergüenza contando algunas anécdota graciosa.

Al caer el atardecer nos despedimos y regrese a mi casa para ayudar a mi padre a preparar la cena, y el lugar para cuando llegara Andrea, me bañe después de acabar con todo y después me dispuse a buscar la mejor ropa para ponerme, aunque inmediatamente me sentí patético, estaba tomando esto como una cena formal, y como si quisiera impresionarla cuando no era así, Andrea era solo mi amiga, no debía ni siquiera por que estar nervioso.

-¡Samuel, Andrea esta aquí!-grito mi padre.

-¡Voy!-termine de vestirme y baje.

Tenia el cabello suelto, como en la tarde, un suéter color rosa pastel tejido a crochet pegado a su cuerpo y unos vaqueros. Lucia sencillamente hermosa.

-Hola.-dijo cuando me vio y se acerco a besarme la mejilla.

-Hola, te vez hermosa.

-Yo se lo dije primero.-contesto mi padre y ella soltó una pequeña y suave risa.

-Muchas gracias.

-Bueno, quédense cómodos, voy a servir la cena.

-Siempre viste así o...-pregunto al ver que mi padre vestía con un smoking y sonreí.

-Sí, siempre viste así.

-Vaya, es muy elegante, deberías copiarle forastero, ¿Qué manera es esta de recibirme? -pregunto tomando entre sus dedos la parte baja de mi playerae

-Bueno, solo ibas a venir a cenar y hacer amistad con nosotros.-dijo y ella reviró los ojos.

-Oh, no hagas que te cambie, sabes que soy tu única amiga.-dijo con gracia y me acerque.

-Y contigo me basta, no necesito más.-susurre y sentí su estremecimiento. Se alejó un paso hacia atrás y nos miramos a los ojos.

-La cena esta lista.-se escucho la voz de mi padre y ambos volteamos a verlo.-No se demoren mucho.

-Ya vamos papá.

La cena transcurrió más fácil y rápido de lo que creí, Andrea tenía una desenvoltura única, era graciosa, sin darme cuenta observe cada detalle de ella, su manera de arrugar la nariz cuando reía, el brillo de sus ojos cuando contaba algo que le hacia ilusión, la manera de fijar su mirada cuando le estabas contando algo, los ademanes que hacia al hablar, era tan fascinante que hasta me parecía irreal.

No se cuanto tiempo pasó hablando con mi padre, ni tampoco cuanto tiempo pase mirándola como un tonto, solo pude reaccionar cuando ella y yo caminábamos saliendo de mi casa.

-¿Quieres que te vaya a dejar?

-No tengo mi auto.-contesto caminando junto a mí.

-De acuerdo.

-Wow.-exclamó con alegría.-Me la pase muy bien.

-Me da mucho gusto. Sabía que mi padre y tu se llevarían de maravilla. -dije y sentí como ella envolvía sus manos alrededor de mi brazo y se pegaba a mí.

-¿Así? ¿Por qué? -preguntó.

-Porque eres una mujer maravillosa. Y a mi padre le encanta conversar con mujeres así.

-Mientras no me digas que le guste, todo está bien. -dijo en broma.-Seria bastante extraño ser tu madrastra.

Reí y le pase un brazo por los hombros, pegándola más a mí.-Bueno, si, sería bastante extraño que seas mi madrastra, pero creo que tu eres del tipo de mujer que podría tener a sus pies a cualquier hombre.

-¿Así? ¿Lo crees?-pregunto y se detuvo quedando frente a mí.-No te creo.

-Es verdad, eres una mujer agradable, inteligente, fantasiosa, divertida, y si a eso le sumamos lo bella que eres, te hace la mujer perfecta.

No se qué fue ni que pasó con nosotros en ese momento, pero parecía que ninguno podía quitar la mirada del otro, no era algo que simplemente quitas y ya, era algo que quieres mantener, del tipo de miradas que las quieres conservar solo para ti, que te llevan hasta el final y se quede para siempre. El tipo de miradas que era la razón por la que aguantabas cualquier cosa. Ella se fue acercando y yo también lo hice.

Era como un imán atrayéndome cada vez más. No pensaba en nada más que en la mujer que tenía frente a mi, en su respiración mezclándose con la mía, y sus caricias de sus manos en mi nuca. Junto sus labios a los míos y estaba sucediendo, sucediendo al fin.

Por siempre. Te amaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora