Capítulo 12

22 1 0
                                    


Llegué justo a tiempo.
Con mis sentimientos a flor de piel, entré al departamento.
Respiraba jadeante. A este punto, ya no podía controlar lo que sentía en mí.

Tomé cada una de las maletas junto con aquella peculiaridad que me había dado Miguel y lo esperé afuera del departamento. No tardo mucho en llegar pero venía agitado.

Mi ritmo cardiaco había disminuido.

-¿Te encuentras bien, Miguel?

Pequeñas gotas de sudor se resbalaban de su frente y sus gestos representaban cansancio.

-Sinceramente no. Pensé que no llegaría puntual. Había un enorme tráfico. Pero aquí estoy majestad.

Asiento, afirmando lo que decía.- Lo sé, el tráfico de esta hora a lo que me han comentado es abundante, así que no hay ningún inconveniente, bien hecho Miguel.

Bajamos y guardamos las maletas en la cajuela. Nos adentramos al vehículo, para partir a Sajonia.
Serían cuatro largas horas en carretera para poder estar en nuestro siguiente destino.

...
Había transcurrido la primera hora del viaje y sólo quería comer algo. En los últimos días, mi alimentación había sido escasa y preocupante.
Le mencioné la idea a Miguel y le pareció algo espectacular. Así que veinte minutos después, estábamos estacionados en una singular gasolinera.
Había unas cuantas personas en el lugar que hacían menos escalofriante el momento. Eran las siete de la noche y el cielo comenzaba a oscurecer notoriamente. Se comenzaba a sentir cómo bajaba la temperatura y con sutileza se sentía como rozaba el aire en el cuerpo.

Bajé y fui directo al establecimiento. Era un pequeño supermercado. Me resultaba bastante curioso, ya que nunca me habían dejado visitar uno.
Adentro del lugar, no había ninguna persona. Ni siquiera la persona que debería estar atendiendo.
No le tomé importancia y proseguí a buscar mis alimentos y algunas golosinas para el camino.

Deambulaba por los pasillos mirando todos los productos que vendían. Observando cada detalle; cada golosina, cada bebida. Comencé a tomar las cosas que me podrían ayudar para calmar mi hambre.

Se sentía bien sentirme como una persona, como una persona normal.

Cuando recorrí por completo el lugar, me dirigí para pagar las cosas que había elegido y me doy cuenta que la persona que atendía ya se hallaba en su
Sitio.

-H-ola. Un gusto príncipe. Puede tomar lo que sea sin pagar nada a cambio. Órdenes de la sucursal.

Me detuve de seguir poniendo mis objetos y lo miré con extrañeza.

-Claro que no. Yo pagaré lo que vaya a llevarme, por eso usted no se preocupe.

-No quiero incomodarlo majestad. Le pido una disculpa.-el sudor de su frente se deslizaba sobre sus mejillas, pero rápidamente lo quitó con sus manos.

-No ha pasado nada-le sonreí amablemente para que no se pusiera más nervioso-. Por favor me podría hacer la cuenta joven.

Ya más calmado la hizo y metió las cosas en una bolsa reciclada, lo que me agradó demasiado. Le di lo que correspondía con un poco más de dinero y sus ojos se iluminaron con felicidad.

Salí de la tienda y vi que le estaba poniendo gasolina al auto.
Mientras lo hacía, yo me metía para poder devorar los bocadillos, que moría por comerlos. Los abría con sutileza y admiraba las envolturas. Tenía un largo tiempo de no haberlos visto.

Los Gemelos Erlich Donde viven las historias. Descúbrelo ahora