Abrí los ojos.
Intenté moverme y así, poder escaparme de la tinta. Algo raro sucedió ya que con el mínimo esfuerzo conseguí librarme. Pensaba que iba a ser más pesado y de la fuerza, me caí al suelo. Me di cuenta justo a tiempo para no hacerme daño en la cara. Seguía ahí, pero era cómo si me dejara investigar.
En la otra vida no me había dejado estar en la mesa con los demás, después de que William me hubiera quitado el frasco antes de que me lo bebiera. Lo que no sabía era porque quería tomarlo. Esas extrañas manos, la oscuridad y el cuervo... habían aparecido justo en el momento en que íbamos a tener una conversación en la mesa... tenía la impresión de que era importante... Algo había oculto en todos los sueños, cuándo se iba a decir algo esencial, era cuándo salía impulsada. ¿Qué querían ocultarme? ¿Por qué no saberlo? ¿Qué estaba pasando?
La suave brisa me acariciaba el cuerpo, y el pelo se movía a su ritmo. Mi fino y sencillo vestido neutro no se percataba de la presencia del aire, al parecer. Los árboles se movían a su son. Hacía buen tiempo. Alguna nube se avecinaba en el bello cielo azul. Era divertido ver que las pocas que había, me recordaban a diferentes formas de animales.
Me encontraba en mitad de un parque. Había gente estirada haciendo un picnic. Otros jugando. Algunos pescando. Era un buen día para hacer toda clase de actividades. Desde el río, dónde estaba situada, podía ver mi reflejo... tenía el cabello fino y castaño recogido en un moño. Más allá, justo en el centro había una cámara de fotos de las antiguas. Sentí que aquel objeto me llamaba desesperadamente.
En cuánto me quise dar cuenta, mis piernas se empezaron a mover hacia esa dirección. No me había dado tiempo a pensar ni nada. Era libre por unos instantes. De todas las vidas, esta era la más tranquila hasta ahora. Cómo el parque era pequeño, llegué enseguida a mi destino.
-No os mováis, voy a haceros una foto -dije mientras clavaba la cámara enfrente de la pareja que había sentada a los pies de un árbol-.
-Un momento... -comentó la chica joven poniéndose el pelo bien. El chico que estaba con ella lo miró confuso-. Vale, ya está -sonrío cayéndole un cabello rubio justo cuándo le hice la foto-.
Cuando saqué la foto tardó unos segundos en que se viera cómo había quedado. Pese a que estaba en blanco y negro, se veía bonita. Se los mostré y les di una copia, para quedarme la otra. Miraron con orgullo la fotografía.
Oí un ruido. Un graznido. Solo podía significar una cosa... miré al cielo. Había un cuervo volando libremente y sin temor en lo alto. Empezaban a aparecer algunas nubes negras en el cielo. El viento soplaba con más energía, hacía que mi vestido tuviera ondas en lo bajo y se movieran de izquierda a derecha.
-Hola... voy a haceros una foto -volví a decir. Esta vez a dos chicos y una chica que estaban sentados en el banco. Uno rubio oscuro, otro castaño, igual que la chica este último-.
-Genial, así lo guardaremos de recuerdo a nuestras vacaciones ¿no? -les propuso el chico rubio a los otros dos-.
-Es buena idea -añadió el chico de en medio-.
-No se me había ocurrido -bajó ligeramente observando a sus compañeros la chica-.
-Decir... patata -nada más lo dije, repitieron entusiasmados. Pude hacer la foto en el preciso momento que la chica abrazo a cada uno de sus amigos-.
Hice lo mismo que el anterior. Esperé a que saliera para ver cómo quedaba. Se notaba que tenía mano para esto. Era lo mío. Una para ellos y otra para mí. Mi colección.
Volví a mirar el cielo. Estaba todo negro. Daba miedo de lo rápido que había cambiado el temporal. Había algún cuervo en el suelo, y unos tres volando.
Había un chico distante leyendo en el suelo cerca del río. Me acerqué a él con la cámara. Desde ahí, seria precioso las vistas y la imagen quedaría espectacular.
-Hola, vengo a hacer...-empecé a decir. Me miró con frialdad-.
-Haz lo que quieras, pero sé rápida -mantuvo sus ojos fijos en mi que me hacían sentir incómoda-. No me gusten que me molesten mientras leo -añadió volviendo a su lectura-.
Sin decir nada y intentando molestar lo mínimo posible me coloque a un lado de él con la cámara. Al hacer el clic vi que le parpadeó ligeramente. Le di una copia de la fotografía. Ni se inmutó. Guardé la cámara a más distancia de dónde estaba el chico de pelo ceniza.
- ¡Hay algo en el agua! -gritó una voz masculina al mismo tiempo que empezaba a llover-.
Todos los presentes del parque corrieron hacia dónde estaba el chico. Mientras los seguía pude ver cómo el último al que le había hecho la foto parecía no percatarse de lo que estaba pasando.
Antes de que llegara a dónde estaban los demás, apareció la extraña tinta y me sumergió hacia adentro. Tuve el tiempo justo de ver que lo que había en el río, era un cuerpo. La última fotografía que había sacado... se veía en el fondo...
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Las pesadillas de Alaya✅
AventureAdvertencia: Segunda parte de la trilogía Los sueños de Alaya. Alaya, una consciente capaz de recordar los sueños y manipularlos, descubre que los sueños son verdad y la aparición de esos dos extraños seres tiene relación con El Castillo de Morfeo...