Capítulo 4

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Cuando llegaron al lugar del rescate estaba casi amaneciendo y eso no era nada bueno. La luz significaba gente despierta y más posibilidades de que los descubrieran. Justo lo que no querían.

Estaban en unas montañas perdidas en mitad de un desierto en el culo del mundo y de día hacía un calor infernal, pero lo compensaban las noches heladas.

A Cris y a su equipo los habían llamado porque un grupo de soldados en una misión habían tenido problemas y en medio de la refriega se habían separado y perdido a dos de sus integrantes. Por el último contacto que habían tenido sabía que uno de los soldados tenía una herida de bala en una pierna y un compañero se había quedado con él. Eso había sido hacía unas 48 horas y ahora no sabía si quiera si alguno de los dos estaba vivo.

Los ataques de los islamistas radicales por aquella zona eran constantes y si los descubrían sus vidas no valdría nada. Lo bueno es que tenían muchos sitios donde esconderse, lo malo es que no conocían el terreno y eso siempre corría en su contra.

Su equipo fue avanzado en completo silencio subiendo la montaña intentado encontrar cualquier pista que les dijeran donde podían estar. Habían recorrido numerosas cuevas en su camino y se les acababa el tiempo. Tendría que hacer una retirada táctica si se hacía de día o seguramente el equipo de rescate tendría que ser rescatado.

Estaban a punto de irse cuando Cris vio una pequeña gota de sangre en el suelo. Era minúscula, más pequeña que un grano de arroz, pero contrastaba en la roca amarilla con las primeras luces del día. Se la señaló a un compañero sin decir nada y en un momento hicieron una búsqueda más exhaustiva por la zona hasta que encontraron la entrada a una cueva que se ocultaba tras una roca y cuya entrada no medía más de 60cm de alto.

Era un buen sitio para ocultarse si no querías ser encontrado y con sus armas en las manos fueron entrando uno a uno mientras usaban sus gafas de visión nocturna.

No tardaron mucho en darse cuenta de que la cueva era mucho más grande y larga de lo que parecía a primera vista y siguieron los rastros de sangre hasta que llegaron a una zona mucho más amplia donde pudieron ponerse de pie.

Allí, tumbado en el suelo había un hombre inconsciente vestido de uniforme con un disparo en la pierna y en cuanto Cris fue capaz de quitarse la mochila de su espalda empezó a procurarle los primeros auxilios mientras sus compañeros aseguraban la zona. Se quitaron las gafas de visión nocturna y encendieron algunas linternas para que pudiera trabajar con comodidad.

En pocos segundos lo tenía con un gotero puesto y con suficientes antibióticos como para tumbar a un ejército. La herida en si no había sido muy grave, pero a pesar del vendaje que le habían puesto, había perdido mucha sangre y estaba visiblemente deshidratado.

Con movimientos precisos le cambió los apósitos sujetándolos con fuerza con un vendaje que no dejaría escapar ni una sola gota más de sangre y lo preparó para el largo viaje de vuelta que le esperaba en unos pocos minutos.

-Escucha, soldado. – Susurró Cris sabiendo que los sonidos rebotaban en la roca desplazándose kilómetros entre las montañas. - ¿Estás con nosotros?

Cris golpeó suavemente su cara intentando que volviera a la consciencia y fue recompensado con un pequeño gemido.

-Eso es, despierta. ¿Cómo te encuentras?

-Duele.

Germán le dio al hombre una pequeña sonrisa tranquilizadora.

-Enseguida te pongo un calmante pero primero tengo que saber dónde está tu compañero.

-¿Qué?

-Hemos venido a sacaros de aquí. ¿Sabes dónde está el soldado que te acompañaba?

El hombre se relamió los labios varias veces antes de poder decir algo.

El Secreto de SimónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora