Capítulo 11

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Cuando Germán llegó a los vestuarios y se acercó a su taquilla, escuchó su móvil sonar con la melodía que le había puesto especialmente para Cris.

-¡Germán, tu novia te está llamado otra vez! – gritó Saúl, uno de sus compañeros.

-Cállate idiota. Sabes que no tengo novia.

-Si, si, ya. Por eso saltas cada vez que suena el teléfono.

-Déjalo en paz, Saúl. – dijo Jeremías. – Si es su novia o no, no es tu problema.

Jeremías era el nuevo miembro de su equipo y aunque en un principio a Germán le costó un poco aceptarlo, ahora reconocía que era un buen tipo y a juzgar por las pocas misiones que habían tenido, alguien que agradecías tener de tu lado.

Cuando lo conoció no es que hubiera tenido nada en contra de él, era simplemente que no era Simón. Afortunadamente Jeremías aceptó la situación desde un principio y no le presionó y ahora lo podía llamar amigo. Lástima que tuviera ese vicio tan irritante...

-Déjalo, Jeremías, hace tiempo que acepté que Saúl no tiene vida propia y tiene que meterse en la de los demás para sentirse realizado.

Todos se rieron y Germán de algún modo acabó con los calzoncillos de Saúl en la cabeza.

Era viernes por la tarde y todo el equipo estaba deseando salir del campo de entrenamiento y eso hacía que los ánimos estuvieran algo revolucionados.

Germán le tiró los calzoncillos de vuelta a Saúl y salió de los vestuarios con el teléfono en la mano alejándose lo suficiente como para que los cotillas de sus compañeros no escucharan nada.

Habían pasado seis meses desde que dejó a Cris en su casa y aunque hablaban casi a diario por teléfono o por mensajes, parecía que el destino no quería que se encontraran de nuevo.

Por una razón o por otra siempre había un impedimento para que esto sucediera. Afortunadamente Cris lo llevaba bastante bien y si no fuera por su ex-mejor amigo Ismael que se había convertido en un acosador en toda regla, su vida se había normalizado al 100%. La sabandija se había convertido en un grano en el culo de Cris, siempre llamándolo y mandándole todo tipo de mensajes, pero él se resistía a denunciarlo por los viejos tiempos. Germán no sabía por qué pero tenía la sensación de que ser tan bueno se revolvería contra Cris y haría que se arrepintiera de no tomar medidas más drásticas.

-Hola, Cris.

-Gracias a Dios que puedo hablar contigo.

-¿Siguen con lo de que te compres trajes elegantes como debe llevar un doctor y que te cortes el pelo de forma apropiada?

Cris había ido a ver a sus padres a su pequeño pueblo y como siempre que lo hacía parecía una prueba de paciencia y supervivencia para él.

-¡Peor, mucho peor! ¡Solo dispárame, por favor! Sálvame de este sufrimiento.

-¿Qué han hecho esta vez?

Cris cogió aire audiblemente a través del teléfono. Germán casi podía verlo desordenando su pelo, frustrado.

-Ya sé porque estaban insistiendo tanto en que me comprara un buen traje y me cortara el pelo.

-¿Por qué?

-Quiero estrangularlos ¿Es malo querer estrangular a tus propios padres?

-Un poco. Pero no será para tanto.

-Me han preparado una cita a ciegas para el domingo.

-¿Estas de broma?

-Piensan que como he dejado el ejército y ahora trabajo en un hospital, lo siguiente que tengo que hacer es casarme con una bonita chica y tener 1'5 hijos.

El Secreto de SimónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora