Capítulo 10

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Cris aun tardó un par de días en poder salir de la cama, pero al tercer día salieron a caminar e incluso lo hizo estando afeitado. Esta vez atravesaron el gran parque sin problemas y llegaron hasta un barrio residencial a varios kilómetros de su casa. Antes de comenzar la vuelta se sentaron en un banco a descansar.

Germán sacó un par de plátanos y ambos empezaron a comérselo.

-¿Cansado?

-Más de lo que esperaba para solo haber andado.

-Pronto recuperaras las fuerzas.

-¿Cuánto tiempo crees que necesitaré?

-No creo que esto se rija con un horario como los trenes. Cada uno tiene su ritmo, pero no tengas prisa.

Germán fue a tirar la cascara del plátano en un contenedor al lado de un callejón cuando llamó a Cris con la mano.

-¿Qué sucede?

Dentro de una caja de cartón al lado del contenedor, dos gatitos jugaban a saltar uno encima del otro intentando atrapar sus despeluchadas colas. Uno era completamente negro mientras el otro tenía una estrella blanca en el centro de su pecho.

Cris se quedó mirándolos sin decir nada por un rato y Germán vio una diminuta sonrisa apenas perceptible en su rostro.

-No te hagas el duro, sé que quieres recogerlos.

-¿Por qué querría hacer algo así?

-¿Ahora me vas a decir que no te gustan los gatitos y que los vas a dejar aquí?

-Yo no he dicho eso. – Refunfuño Cris.

Germán palmeó su espalda.

-Vamos, tipo duro. Simón me dijo que solías comprar comida para los gatos callejeros y que siempre que podías colaborabas con una protectora que se dedicaba a esterilizarlos.

-Simón hablaba demasiado.

Germán cogió la caja del suelo y se la acercó a Cris.

-En mi teléfono tengo el número de un par de protectoras que se pueden encargar de darles un buen hogar. – Dijo Cris.

-¿Y porque no te los quedas tú?

-Yo no puedo.

-¿Por qué?

Cris lo pensó un rato.

-Porque no.

-Vaya mierda de respuesta. Cerca de casa hay una clínica veterinaria. Vamos a que les hagan una revisión y a comprarles lo que necesiten.

-¿Me vas a hacer quedarme con los gatos?

-En efecto.

-¿Por qué?

-¿Tiene que haber una razón para hacer las cosas?

-Si.

-Está bien. Cuando viste los gatos jugando casi sonreíste.

-No lo hice.

-No es un pecado sonreír. A Simón seguro que le gustaría verte sonreír.

-No lo hice.

-Si lo hiciste.

-No puedo hacerlo.

-No te estoy pidiendo que te desparrames de la risa. Solo que cuando aparezca, no la evites.

-Me estás pidiendo que siga con mi vida como si nada hubiera pasado cuando él no está para compartirla conmigo.

-Te estoy pidiendo que vivas tu vida como él quisiera que lo hicieras. Y creo que adoptar este par de gatitos es un buen paso.

El Secreto de SimónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora