Kalem

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*1 año después*

Que bien se siente despertar en mi cama, rodeada de mis pertenencias y ese aroma a café que llena todo el apartamento desde hace una semana, cuando conseguí el permiso de volver a vivir sola.

¿Qué les cuento? Bueno supongo que lo más relevante:

Me llevaron al ala de psiquiatría, más tarde tuvieron que ponerme un tubo para alimentarme porque no lograba conservar los alimentos en mi estómago. Gané 12 kilos, pesaba 40, como una niña, y ahora peso 52, no les gustó mucho a los doctores pero está dentro de los límites así que me dejaron salir con varias condiciones obviamente.

Ya no me corto, mi estadía ahí me enseñó a odiar mis cicatrices, por lo cual ahora siempre debo ocultarlas. Como, no mucho pero al menos lo suficiente. En pocas palabras aún estoy en recuperación, de hecho tengo que ir con una psicóloga y un psiquiatra cada semana pero estoy avanzando. Ha sido difícil pero creo que lo lograré, por primera vez en mucho tiempo tengo esperanza.

Me levanto con un salto y voy a cambiarme para ir a clases. Mi indumentaria de ahora está compuesta por suéteres largos y flojos con mangas largas, mayas gruesas y tenis converse. ¡Y mi pelo creció! Ahora me llega a la cintura y es hermoso, idéntico al oro. Debo decir que me hizo bien estar ahí, obviamente fue muy complicado y doloroso al principio, pero pude recuperarme.

Así que aquí estoy ahora, con las fuerzas y el ánimo renovado, lista para lo que venga.

Salgo corriendo del apartamento y me voy contenta en mi auto. Seguro se estarán preguntando... ¿qué pasó con Hunter?

Bueno efectivamente se acostó con Dione, así que decidí mandarlo al infierno por mi bien. Eso de segundas oportunidades no va conmigo, soy demasiado celosa pero está bien, me ayuda a no cometer tantos errores, creo que lo aprendí de Damian.

En fin, basta del pasado, qué horror.

Llego al conservatorio, ¡sí, un conservatorio! Resulta que mis dotes musicales resurgieron en el psiquiátrico. Había un piano en la sala común y como hipnotizada fui hasta él y comencé a tocar una melodía algo triste pero hermosa que aprendí cuando era más chica.

Después en nuestra hora creativa la enfermera me convenció de agarrar la guitarra y tocar más. ¡Hasta canté! Varias de mis compañeras empezaron a hacerlo y más tarde acabe uniéndome a ellas y como no, yo era la que sobresalía de todas, así que la directora del ala mando una carta al conservatorio exponiendo mi situación y lo talentosa que soy, y... ¡me aceptaron! Es de las cosas más geniales que me han pasado en este mundo.

Al salir al exterior siento la inminente mordida del frío, pero en vez de que me moleste me hace sentir viva. Quizá sea un poco loco, pero es la verdad, y eso me hace feliz.

Paso la mitad del día en el conservatorio, no hay ningún incidente, el único fue que toqué una maravillosa pieza de Mozart a la perfección.

Y bueno puede que no haya habido ningún incidente pero sí hay algo que me inquieta en lo más profundo, es un chico. Lo sé, lo sé, ahorita no debería de estar para chicos, pero él tiene algo, algo intenso y fuerte que me llama y me hace temblar. No creí que pudiera sentirme así, ni con Damian ni Hunter pasó eso.

El chico se llama Kalem, es espléndido en el violín, cosa que a mí se me dificulta un montón. También es un dios con la batería, el solo hecho de escucharlo me pone a vibrar.

Yo soy buena en el piano y el bajo, los instrumentos que tocaba de niña, y también se me facilita cualquier tipo de guitarra.

Pero bueno, volviendo a Kalem, no puedo entenderlo. Me ha hablado unas cuantas veces para decirme que toco muy bien y yo le contesto lo mismo; también me lanza miradas furtivas que hacen saltar mi corazón, sin embargo nunca dura tiempo conmigo, siempre desaparece muy pronto así que no sé si quiera algo o incluso si le interese.

Otras cosas que me llaman la atención es que precisamente se parece a mí, su forma de comportarse, cauta, tratando de ser invisible, me pone a maquinar cosas en mi cabeza. Pero no quiero adelantarme, quizá solo sea su forma de comportarse y no tenga nada que ver con mi mundo oscuro, del cual estoy saliendo y no debo volver.

Regreso a mi apartamento no tan contenta como salí ya que hoy Kalem no me habló. Pero es algo a lo que ya estoy un poquito acostumbrada. Me sirvo un tazón de yogur con cereal y me siento en mi cama frente a la laptop.

¿Y cuál es mi sorpresa? ¡Tengo una solicitud de Kalem!
 La acepto en menos de un segundo junto con un pequeño grito de emoción. Después me desconecto rápidamente y aguardo...


•Hola.

¡Ah! ¡Me está hablando! 

•Hola.

Le contesto rápidamente.

•¿Cómo estás?

•Bien, ¿y tú?

•Bien gracias, me gustó la última canción en piano que tocaste, se sentía la emoción con que tocabas. Transmites muy bien.

•¿Enserio? Jaja yo solo la toque lo mejor que pude. 

•Pues fue increíble.


•Gracias.


•Debo de ir a hacer algo, nos vemos luego ¿va? 

•Va, va, adiós.

¡¡¡Dios mío!!! No puedo creerlo, soy tan, tan, TAN feliz, nunca creí que me hablara de esta manera, quizá sí quiera ese algo más. Pero no voy a sobreexcitarme tanto, debo aguardar con paciencia a ver cómo se desarrollan las cosas.

Sin embargo esto me ha dejado un regusto de felicidad enorme que hasta parece infinita. Así que me voy a la cama contenta, pensando en mis historias románticas con Kalem, y de entre mis mágicas imaginaciones me quedo dormida con una gran sonrisa en el rostro.

A la mañana siguiente despierto y lo primero que hago es sonreír por recordar el día de ayer. Me levanto y me como un mango suave y dulce, y después le ayudo con unas cuantas vitaminas. Me visto con unas mayas negras y un suéter largo color violeta, cepillo mi largo cabello, lo peino en una hermosa trenza francesa y me voy al conservatorio con el corazón acelerado.

Al bajarme y acercarme distingo a Kalem de entre todos los estudiantes ya que se encuentra parado encima de una banca de piedra tocando el violín, tocando MI canción de ayer. Con un poco de timidez me voy acercando despacio hasta que me encuentro frente a él.

Todo él es hermoso, con sus rizos negros que parecen delicadas plumas de ángel, su piel de un moreno claro que apuesto a que tiene una suavidad exquisita, sus ojos color miel concentrados en las cuerdas, y los ángulos de su cara, es perfecto.

Cuando termina la canción me siento como flotando, y después de un salto ya se encuentra a mi lado.

—Fue una buena pieza. —le digo con una sonrisa nerviosa. 

—Me inspiraste.

Nos quedamos unos segundos viéndonos a los ojos y parece que el tiempo se detiene.

—Hay que ir a clase ¿no? 

—Sí claro, vámonos.


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