Desastre

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Al día siguiente cuando llego al conservatorio voy casi corriendo hacia Kalem, y para mí gran sorpresa me planta un largo beso en la boca a la vista de todos, y como es de suponerse todo el mundo vitorea y aplaude lo cual sólo logra ponerme roja.

—¿Así de plano? —le pregunto estupefacta.

—Así de plano, —contesta con una gran sonrisa —¿por qué perderme el placer de estar contigo? Eres toda una chica problemática encantadora, y yo quiero ser el que desvele todos tus oscuros secretos. —dice con otra sonrisa ahora lasciva.

Yo solo puedo reír y ponerme como un jitomate.

—Hagámoslo totalmente oficial, —me dice y yo ya no sé qué esperar. Entonces se hinca, oh Dios mío ¡¿pero qué rayos está haciendo?! ¡Mierda! —¿Quieres ser mi novia Roxane?

¡¡¡AAAHHH!!! ¡Es exactamente lo que quería!

—¡¡SÍÍÍ!! ¡Por supuesto que sí!

Se levanta y me da un gran abrazo alzándome en volandas, esto no tiene nada que ver a cuando Damian se me propuso. Pero no hablemos del pasado, ¡este momento es espectacular!

Y luego cuando soy consciente del espacio-tiempo veo a toda la gente congregada a nuestro alrededor, ¡maldición! ¡Alguien sáqueme de aquí! Kalem se da cuenta así que me toma de la mano y nos vamos corriendo a nuestro salón y así la paz vuelve a reinar. Claro que yo no tenía idea de que esa paz se iba a romper estrepitosamente en solo unos cuantos días.

Kalem se vino a mudar conmigo inmediatamente, esa imperiosa necesidad de estar juntos no podía ser acallada por nada. Claro que mi condición fue que nada de cuchillas, ni tijeras, ni sacapuntas, ni compases, ni nada que pudiera ser utilizado para hacer daño.

En primera porque no quería ver a mi querido Kalem sangrando y segunda porque yo no quería volver a estarlo, y por favor es obvio, el universo me puso a mi mayor tentación en la palma de mi mano en forma de dios griego.

¡¿Qué carajos?!

Y claro que las ganas están ahí, solo necesito de una influencia externa que me empuje y allí quedará mi recuperación, en la gran mierda. Obviamente tuve que mentirle a mis doctores porque sino eso iba a acabar muy mal. 

Los primeros cuatro días fueron lo más genial que haya vivido en toda mi existencia. No dormir sola fue genial, lo que le sigue de genial, porque no sentí paranoia ni nada, sólo una dulce seguridad que fue muy bien recibida, y bueno no siempre necesariamente dormíamos jaja, eso lo dejaré para otra ocasión. Y después los ricos desayunos juntos entre sonrisas y más risas, ir al conservatorio juntos, salir a pasear, volver a nuestra pequeña madriguera juntos otra vez. Lo sé, muy cursi.

Pero llegó el quinto MALDITO día: Kalem tuvo una crisis.

Yo había salido a comprar la cena y él se quedó porque estaba trabajando en una pieza en su violín, y cuando regresé no lo vi en donde había estado, entonces la olí, la sangre. Entré en tromba al baño y allí lo encontré con su rastrillo en la mano, temblando, con todo el brazo hecho picadillo y trocitos de piel regados por el piso.

Primero me dieron unas náuseas que tenía meses que no sentía. Después pensé, sangre, es sangre, quiero sangre. Pero al final salí de mi estupor y corrí por una toalla para envolverle el brazo y parar el sangrado que la verdad era bastante para haber sido provocado por un simple maldito rastrillo.

Después lo abracé hasta que paró de llorar, lo metí en la cama y me quede con el hasta que se durmió, después sin despertarlo fui a limpiar el baño y casi me da un ataque también a mí. Ver la sangre estaba por romper mi ser, pero logré ser más fuerte. Lo que no sé es si podré seguir siéndolo.

Ahora estoy despertando con Kalem aferrado a mi torso. Seguramente hoy no iremos al conservatorio... El timbre suena y se queda respingando en mis oídos. ¿Quién demonios toca a las seis de la mañana? Me paro sin despertar a Kalem y voy a abrir la puerta. Mi sorpresa es indescriptible al ver quien está en el umbral: Damian.

—¿Damian? ¿Qué mierda estás haciendo aquí?

—Hola cariño pasaba por aquí y quise verte... bonito pijama. —dice comiéndome con los ojos, solo traigo puesto un mini short y una camiseta.

—Damian, lárgate.

Apoyo las manos en el marco de la puerta para que no entre, si ve a Kalem no sé qué va a hacer.

—Tiene mucho que no te veo, como ahora vas al conservatorio...

—¿Roxane? —No, no, no. — ¿Quién está en la puerta?


—¡Así que ya estás de puta!

Damian me mete un empujón que por poco me lleva al suelo, entra y ve a Kalem, todo Kalem, con heridas y todo.

—Oh, te buscaste a un puto suicida para poder hacerse mierda entre los dos, déjame verte bien, ¿dejas que te corte? ¿Te mete los dedos en la garganta para vomitar?

—¡Damian sal de aquí! No lo volveré a repetir.

—¿Él es Damian? —pregunta Kalem con la furia creciendo dentro de él. Le conté todo lo que me hizo. —definitivamente vas a largarte ahora mismo si no quieres que te mate.

—Uf, ¡tiene agallas! Solo te cortas en los brazos, o también te cortas en el... —hace una seña obscena y yo ya no aguanto, le doy una cachetada metiendo las uñas lo cual hace que su mejilla acabe toda rasguñada.

—¡ZORRA!

Él intenta agarrarme pero Kalem se le lanza desde la cama y lo tira, puedo verlo contraer el rostro por el dolor cuando su brazo lastimado impacta contra Damian.

¡Kalem! Tengo que hacer algo, si Damian no mata a Kalem él no dudará en echarse a Damian y acabar con él de una vez por todas.

—¡DETÉNGANSE! Maldita sea, hombres.

Corro al vestidor, tomo uno de mis zapatos deportivos y le quito la suela, y saco una cuchilla de un cúter.

—¡Hey miren lo que tengo!

Nada. Paso dos. Extiendo el brazo, aprieto el puño y las venas relucen, nunca me he cortado tan profundo como para desangrarme, pero esta es una situación extrema.

Cojo la navaja con mucha fuerza y con velocidad la encajo en mi piel lo más fuerte que puedo y hago un corte horizontal muy profundo. La sangre sale despedida mientras grito de dolor y caigo al piso.

La batalla termina, Damian y Kalem me miran horrorizados, el primero en reaccionar es Kalem que se va a vestir con una súper velocidad. El charco de sangre empieza a crecer y empiezo a sentir un frío exagerado.

Kalem corre y me carga seguido de Damian, yo empiezo a ver borroso y siento una terrible sensación de pánico en el pecho. Los tres abordamos el City gris de Kalem, sin importar que Damian suba y nos vamos a una velocidad terrorífica hacia un hospital. Cuando llegamos yo ya perdí el sentido. 

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