T R E S

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Gogo, vamos. Sé que puedes hacerlo mejor —insiste Masaru detrás del camarógrafo quien busca aún un ángulo para tomar una fotografía. Katsuki se aferra al oso de peluche que tiene en el regazo, levemente ruborizado. Esa era una de las cosas que debía de hacer si quería llegar a ser un buen modelo.

El problema era cómo estaba llevando su carrera artística. Ser modelo es algo que siempre ha soñado. Posar con la ropa que su padre hace en un inicio le parecía agradable. Son cómodas y bonitas estéticamente con un precio accesible para cualquiera.

Nunca olvidará aquella vez que se puso ropa de chica para simular ser una frente a las cámaras.

La ropa es cómoda, vaya que sí. Posar con ella y decir que es Gogo mas no Katsuki era como estar en una obra de teatro. Otra de las cosas que siempre quiso ser es lograr a llegar a convertirse en actor. Después de todo, el actor puede ser cualquier personaje que le diesen, dejaba de ser él mismo para convertirse en otra persona y darle vida.

Katsuki veía así ser Gogo, un personaje que se había convertido en parte de sí mismo, aquella que gusta de vestir femenina y posar frente a las cámaras. Nunca ha sido un problema posar para ellas.

Pero es que justamente ese día irá Shōto a su casa, lo que significaba que debía tomar algo de las ropas que su padre hacía y quedarse vestido de esa manera.

Porque Gogo se quedaba siempre en la misma escena, bajo las luces y las cámaras, únicamente en esa habitación ella vivía. Una vez afuera, era Katsuki el que lucía ropas femeninas.

—Gogo, pareces un angelito. —Le sonríe el camarógrafo. Gogo pestañea con lentitud mirando la cámara. La toma es impecable.

—¡Perfecto! —Sonríe el hombre—

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—¡Perfecto! —Sonríe el hombre—. Ve a cambiarte, nos faltan varias tomas más.

—Claro. —Gogo sonríe bastante amable. Se levanta de su asiento y sale de la habitación. Ahora es Katsuki quien se mira al espejo. Sus pestañas rizadas y el rosa tenue en sus labios le hacen lucir femenino.

No le desagrada, en realidad, Gogo tiene un buen gusto.

Claro, Katsuki se miente a sí mismo de que existe Gogo y él, todo para no querer aceptar el hecho de que gusta travestirse. Vestir con faldas y vestidos es jodidamente cómodo. Los colores pasteles hacen juego con su piel sin mencionar que el maquillaje le hace lucir bonito.

Pero de alguien bastante masculino como él era algo que no se veía mucho.

Por algo debía hacer la cantidad de ejercicio justa para no desarrollar bastante musculatura. Como su pecho no podía ser el de una chica, Gogo era como una muchacha algo plana así que la atención debía de estar en otro lugar para que las personas, sobre todo la gente pervertida, se limitara a observar otros lugares.

La cintura y el trasero de Gogo eran perfectas. Eran exactamente unos sesenta y noventa centímetros. Había logrado aquel físico con dedicación.

Sus glúteos eran envidiables para muchas chicas, curioso, porque se trataba de un chico. Había adecuado su cuerpo de esa manera. No le disgustaba. Le parecía bonito y estético.

La hermana de KatsukiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora