Mmh… era increíble, delicioso, placentero, agraciado, satisfactorio, grato. Era encantador. Como él. __________ se agarró a su espalda. Con la boca entreabierta de la que no podían parar de escaparse gemidos. Le apetecía como nada el sexo, al menos en esos momentos. La po.lla de Justin palpitaba en su interior y eso que casi ni se movía. Y él, igual de jadeante.
- Dios, princesa… - la llamó. – Joder, joder, ¿sabes cuánto hace que deseo meterme en este cuerpo?
_________ apretó más sus uñas contra su espalda.
- Justin… -gimoteó.
- Si, cielo…. Gime mi nombre… me pongo más duro.
- ¡Justin! – imploró al sentir que él se hundía más en ella. - ¡Ah! ¡Ah…! ¡Si, si, si!
Él no pudo contenerse más. La bestia salvaje salió a fuera, dejando que la última pizca de cordura que quedaba en su cabeza, se esfumara. __________ lo miró, y lo vio tan deseable, con esos ojos oscurecidos, por el deseo de tenerla, de follársela hasta que sus fuerzas terminaran. La cogió de los muslos.
- ¿Dónde… vas? – dijo _______, casi sin poder hablar. Entonces corrigió. – ¿Vamos…?
Justin no dijo nada. Hacía frío fuera de la ducha, ahora que salían al comedor. Justin la llevó a la cama de antes, la tumbó cerca del pie de cama y agarró sus muslos, sacudiendo las caderas hacia adelante, para profundizar su embestida. __________ se arqueó al sentir como su barra de acero se clavaba en su interior. Gimió, deseando más.
- ¿Lo quieres duro? – preguntó Justin, dándole un azote en el trasero. - ¿Nena? ¿Quieres que te folle como tantas noches he soñado?
__________ asintió, enérgicamente.
- No te oigo… - sonrió un Justin lujurioso y lleno de pecado.
- ¡Sí! ¡Dios santo!
Justin se retiró todo y la embistió, de nuevo, de una dura vez. Y otra, y otra y otra, y más, más, más…sentía como la vagina de ____________ lo quemaba, caliente, chorreando del placer. Y él no había estado tan duro en su jodida vida. Ni tan deseoso de cardar. Sus oídos estaban colapsados de los gritos de ________. Y le gustaba, oh dios si le gustaba… estaría así toda la mañana, tarde y noche, si ella se lo permitía. __________ parecía que se iba a partir en dos. Algo la desgarró por dentro, desatándose. Un orgasmo que quizás la dejaría inconsciente.
- ¡No pares ahora! – le pidió a Justin, mientras su vulva explotaba en el clímax perfecto. – Dios, si, si ¡Sí!
Justin sintió como ____________ se corría, tan bruscamente que su pene quedó oprimido totalmente por la apretada vagina de ella. Jadeó del placer y el dolor que sentía en estos momentos. No aguantaba más, la humedad de __________ lo culminó. La corrida de su vida.
- ¡Esto es tan jodidamente bueno! – jadeó embistiéndola aun más duro, dejándose llevar por ese clímax que hasta lo sorprendió. Mejor que en sus sueños. – Oohh… - jadeó viendo como ambos sexos se juntaban, y como el orgasmo de los dos chorreaba de los muslos de ___________. Había eyaculado más de tres veces, sacando toda su semilla a borbotones, dentro de ella. Y había sido delicioso.
Cayó rendido al lado de __________. Las respiraciones de ambos estaban entrecortadas. Las sabanas empapadas, por el agua, el sudor, el orgasmo conjunto. Justin se pasó una mano por el pelo, apartando alguno de sus rizos. __________ volvió a aparecer en su campo de visión. Con unos ojos cansados pero con una sonrisa de oreja a oreja. Era la mujer más bonita del mundo. Y con su pelo, esa melena, desbocada como si hubiera pasado un huracán.
- ¡Santa madre! – exclamó, besándolo. Y Justin se dejó llevar por el beso, la abrazó, la apoyó contra su torso, pero ella se levantó de nuevo, emocionada. - ¡Ha sido fantástico! ¡Alucinante! Nunca había tenido un sexo igual… y todo te lo debo a ti. – se sonrojó. – no te conozco y ya me gustas.
Justin sonrió, conmovido.
- ¿No te molesta que te haya cogido de esa forma, llevándote de la cafetería?
- Para nada. – negó con la cabeza. – eres fantástico.
- Yo tampoco había tenido nunca un polvo así. – suspiró. – Bueno, para mi esto no ha sido un simple polvo, por que eres tú.
Los ojos de _____________ se cristalizaron. ¿Era tan cierto que Justin estaba enamorado de ella?
- Nunca nadie ha sido tan bueno conmigo.
- Lo sé. Y por eso te mereces esto y mucho más. – Justin acarició su pelo y besó, suavemente, dulcemente sus labios.
- Me gustas, me gustas mucho…
- Me alegra oír eso.
Le dedicó una sonrisa, acompañada de una dentadura blanca que haría que hasta el mismo sol se avergonzara de su brillo.
- Creo que debo hacer algo. – se levantó, Justin vio su cuerpo zambaleandose hasta su chaqueta. - ¿Si? ¿Lauren? Ah, no te preocupes, fue un improvisto, es que un amigo enfermó y tuve que ir al medico a verle. – sonrió – gracias, pronto me pasaré por el bar.
- ¿Y bien?
- Se quedará a hacer mi turno. – suspiró – tendrás que esperar, como esta debo hacer unas cuantas más.
- No me importa esperar si luego te tengo a ti… para mí solo.
- No lo dudes. – le guiñó un ojo y se giró, mirando por la ventana. Hacía un buen día, resplandeciente. Aun que ya sería hora de comer, a este paso.
- Te quiero, nena. – oyó decir a Justin.
Se quedó de piedra. Era lo que colmaba el vaso. Ella se giró y le sonrió. No podía decirle lo mismo, no lo conocía, no podía quererle aún. Pero estaba segura que con el paso del tiempo… podía llegar a ser ella la decadente de Justin.
Una vez terminadas todas las llamadas se tumbó de nuevo al lado de él.
- Creo que deberemos rellenar la otra parte del armario si te quedas aquí por un tiempo. – dijo Justin paseando sus dedos por la cintura de __________.
- ¿Qué?
- ¿No que te había gustado tanto?
- Si… pero… vivir… ¿contigo?
- ¿Algún inconveniente? Así puedes tener la oportunidad de conocerme más… - posó su mano en su mejilla y besó sus rosados labios. - ¿Y bien? ¿Qué me dice la Sta. __________ sobre mi idea?
Era el colmo. Sabía hasta como se apellidaba.
- De acuerdo. – dijo sonriendo. – espero que toda esta locura nos lleven a algún lado. – dijo mirando su mismo dedo, como hacía corazones en las sabanas.
No te preocupes, lo hará…
- Esta tarde te llevaré al centro comercial. - __________ alzó la vista sorprendida – vas a elegir lo que quieras comprarte, aun que yo ya tengo un par de cosas encargadas para ti…
- ¿El qué?
- Cuando eras stripper adoraba verte con ese tanga negro y esos zapatos rojos… - acomodó la cabeza encima de los húmedos muslos de ___________. Ella sintió algo de vergüenza, pero era inútil, por que acababan de entregárselo todo. Al menos, ella… hasta el alma. – Así que me he tomado el lujo de comprarte unos Manolos rojos y un tanga negro de doble elástico. – sonrió. – de lo más sexys, hechos para ___________ __________.
- Te habrá salido muy caro. – dijo ___________ apenada.
- Mi vida, soy mi propio jefe. – se encogió de hombros. – gano muy bien, puedo permitirte esto y mucho más.
- Pero yo no soy nadie como para…
- Shh… - dijo rozando sus labios con el pulgar. – hago lo que quiero, cuando quiero, con quien quiero. Fue cosa mía, no te sientas arrepentida. Sé que no me conoces, que te puedes sentir muy incómoda ahora mismo, y sé que a ti no se te compra con regalos. – sonrió. Era mentira, se sentía súper cómoda con él, a su lado… parecían el uno hecho para el otro. – Pero un caprichito no viene de más… - la besó de nuevo. _________ se sintió en las nubes. – Je t’aime. – murmuró. Y ese acento francés la terminó de rematar. Y esta vez no la había dicho que la quería. La había dicho que la amaba. – No hay más que hablar, esta tarde, te llevo de compras, mi princesa.