El frío congelante que impregnaba la atmósfera a la que nos expusimos al abrir la puerta, no tenía relación alguna con el entumecimiento que sentí de pronto en cada parte de mi anatomía. Fue tal la conmoción que logró trastocar la placidez que había sentido momentos antes. De pronto todo pareció un lejano recuerdo, un feliz y volátil recuerdo.
Sentí el estremecimiento de Iris quien se hallaba a mi lado, pero mis ojos no podían mirarla, estaban atrapados en aquella chica delgada cuyas mejillas marmóreas eran ensuciadas por el negruzco rímel que se había dispersado con libertad sobre cada una de ellas.
Su semblante tan hostil y lleno de desesperación e ira, nos vislumbraba desde su posición con inquebrantable desprecio. Respiraba con agitación mientras sus dos brazos se estiraban a la altura de los hombros posicionándose justo frente a su delgado cuerpo. Ambas manos aferraban con fuerza un arma, tal vez con la esperanza de que el temblor que las poseía no resultara vencedor. Un fino dedo acariciaba el gatillo con dudosa firmeza apuntando a mi dirección sin rastro alguno de vacilación.
Un llanto silencioso abandonaba sus labios, y el sonido de su respiración era el único capaz de irrumpir la densa quietud que abarrotaba el ambiente.
— ¡Idiota, no dejaré que nadie, nadie, nadie! ¿Escuchaste bien? ¡Nadie, se burle de mí, te vas a arrepentir de esto, Kimberly!—habló con el odio más puro que haya escuchado alguna vez y reforzó su agarre en el arma.
Nathaniel dio un paso levantando los brazos en señal de rendición y como si se tratara de una reacción a un estímulo, Alanis de inmediato lo apuntó. Sentí el temor recorrer mi cuerpo en cuanto lo hizo, casi quise correr, protegerlo, apartarlo del peligro, pero estaba paralizada presa del pánico.
—Alanis, cálmate, sea lo que sea, hablando podemos solucionarlo—expresó Nathaniel en tono conciliador.
— ¡No se solucionará nada, no te metas! ¡Kimberly no puede obtener lo que yo quiero, no puede quedarse con lo que me pertenece!
—Sea lo que sea que Kim te haya arrebatado... Todo tiene solución, no cometas un error por algo así, Alanis—continuó el rubio tratando de apaciguar las enormes llamas de odio que desprendía la pelinegra con cada palabra.
— ¡No des un paso más!—gritó la chica con vehemencia.
—Nath...—le oí murmurar a Melody con un tono de preocupación tiñendo su voz.
—Vaya... no pensé que fuera una demente—comentó Castiel con tanta tranquilidad, que casi parecía estarse divirtiendo—. ¿Qué?—preguntó cuando sintió mi mirada escudriñándolo.
—No es divertido, Castiel, alguien podría salir lastimado...—Murmuré mientras miles de pensamientos negativos cruzaban por mi mente.
— ¡No seas dramática, seguro es de juguete eso que trae en las manos!—exclamó el pelirrojo caminando hacia Alanis con ademán impaciente —. Se acabó la función, suelta esa arma ahora.
—Castiel... Dime... ¿por qué?—su voz se quebró al instante y dejó que las lágrimas empaparan sus finas facciones.
—Porque estoy cansado y quiero irme a casa, así que deja de actuar como una psicópata y regresa a tu hogar a jugar con tus muñecas.
— ¡No! ¡Estoy preguntándote por qué ella y no yo! ¿¡Por qué!?—exigió saber ahora apuntando débilmente hacia el pecho de Castiel.
El guitarrista dio algunos pasos más para quedar cerca de ella y finiquitar el teatral encuentro que provocó; Melody aprovechó para correr al lado de Nathaniel y tomarlo de la mano, e Iris y yo continuamos inmóviles delante de la entrada.
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Princesa de papel
Fanfiction¿Hasta dónde eres capaz de llegar por alguien? ¿Cruzarías los límites de la cordura? Descubre la delgada línea entre el amor y la obsesión. Princesa de papel, el lado oscuro del amor.