XIII La noche de la mariposa negra

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Luces de colores que se dispersaban por todo el lugar, cámaras que filmaban el acontecimiento con una infranqueable energía, cuerpos que danzaban en torno a la música y animadas sonrisas que desprendían alegría; todo estaba saliendo a la perfección y seguramente tanto la directora como Nathaniel, se sentían muy contentos con el resultado.

Iris tomó mi mano en cuanto entramos y pude sentir a través de su agarre los nervios que la invadían al no ver a Armin por ninguna parte. Lo busqué con la mirada pero no logré ubicarlo. Un suspiro emergió de los labios de la pelirroja y pude notar en él la decepción. Quería animarla pero mi estado era nulo en esos momentos, ni siquiera yo me encontraba lo bastante bien para ayudarla y sin embargo, encontré las fuerzas para no dejarla caer.

—Vamos Iris, seguramente no ha llegado, aún es muy temprano —Conseguí decir. No era lo bastante bueno para animarla, ni tan malo para que mi estado quedara muy expuesto.

—Sí, tienes razón —Me sonrió intentando mantener una promesa en aquellas palabras que pronuncié—. ¿Por qué llorabas? —Mientras me hacía la pregunta que pensé no se formularía esta noche, me llevó a la pista de baile.

—Llorar... —Tuve que levantar la voz para que me escuchara y entendí perfectamente la razón por la que me había llevado justo allí —. Es muy largo de contar, pero olvídalo, Iris, no es nada.

— ¿Cómo crees que voy a olvidarlo, Kimmy? algo hizo Castiel ¿Te lastimó? —Observé sus ojos sobresaltándose por la posibilidad de que eso hubiera ocurrido.

—No, no me lastimó —Me apresuré a negar—. Lo contrario en realidad... —Dirigí mi mirada hacia nuestros acompañantes; Lysandro y Castiel estaban juntos hablando con Rosalya quien seguramente acababa de llegar y Kentin se encontraba de espaldas en la tienda comprando algo.

— ¿Lo contrario? —cuestionó mi interlocutora —. ¿Qué pasa, Kimmy?, ¡cuéntame!

Un calor se adueñó de mis mejillas y sentí arder un fuego constante en mi corazón, la señal inequívoca de que me alegraba lo que había sucedido.

—Castiel... Se declaró... —murmuré y ciertamente creí que no me había escuchado dado el volumen de la música, pero al ver la reacción de Iris supe que mis palabras llegaron a sus oídos con total claridad.

— ¡No puedo creerlo, Kimmy, de verdad no puedo! ¡Ya decía yo que él se comportaba demasiado bien contigo! pero que te lo dijera... ¡Vaya! —exclamó mientras en sus facciones se mostraba toda la alegría y el sobresalto que la noticia le había provocado, lo que me hizo sentir bastante bien, ya que si ella no podía creerlo, era un hecho que no resultaba tan obvio y yo no tenía por qué haberlo sospechado ¿o si?

—Fue muy... rara la confesión, muy Castiel en realidad, no lo pondré en el libro de las cosas más románticas, pero sin duda me... gustó... —Mi voz fue apagándose, quizá por vergüenza, tal vez por sorpresa, o incluso timidez, pero en cualquier caso, aún no lograba digerirlo del todo.

— ¿Entonces te gustaba Castiel? —preguntó Iris que sin duda estaba haciendo el interrogatorio más abierto de lo que llegué a imaginar.

—Yo... no... lo sé... —balbuceé insegura siendo lo más honesta posible. Y era verdad, no sentía por él más que amistad, más que bienestar, porque las cosas entre los dos solían ser tranquilas; ambos podíamos decir o hacer lo que se nos ocurriera, era auténtico... Pero después de que Alanis se enteró de que Castiel era mi "novio" todo se complicó demasiado... Después de que me besó, todo se fue a un abismo y fue entonces cuando me cuestioné a mí misma lo que sentía por él, pero sólo lograba llegar a la conclusión de que era un juego, uno de tantos... Jamás me imaginé que sus sentimientos fueran verdaderos, y aún ahora después de su confesión no dejo de pensar en que es una de sus trampas... Con la diferencia que ahora sí sé lo que siento por él, lo supe desde que Alanis lo hirió, desde que sentí que se iba, que su rostro palidecía... —. Sí, Iris, me gustaba... Sin darme cuenta lo hacía.

Princesa de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora