Capítulo 01

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Paul McCartney nos acompañará en esta historia <3* * *

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Paul McCartney nos acompañará en esta historia <3
* * *







—Ya lo noté —digo, orgulloso y un tanto burlón. Cruzo un pie y guardo mis manos. Él se queda en lo que ha estado haciendo toda la noche. Sé que ha estado mirando a la única joven del circo que admira cada atracción, porque solo hay muchas familias. Aclaro mi garganta y sonrío—. Ya puedes dejar de mirarla, Paul.

—Yo no estoy mirando a nadie, Michael —responde y lo veo acomodarse sobre el poste. Lleva un suéter blanco y una camisa negra. Sonríe como yo; me hace saber que miente.

—Deja de mirarla.

—No, hazlo tú, Michael. —Lo vuelvo a ver, frunciendo el ceño—. ¿Acaso pensaste que no he notado cómo has estado observando a esa chica? —añade sin mirarme. Y sigue observándola. Yo le golpeo con un codo y ambos reímos.

—Creo que solo tú no paras de mirarla. Pero... ¿sabes? —La chica se encuentra caminando y, por un momento, me mira y me sonríe tímidamente—. Ella es mía.

—No comprendo la manera en la que piensas o tu increíble imaginación, porque ella ha estado mirándome con esa dulzura que tiene. Así que ya deja de perder tu tiempo —y se acomoda el cuello de su camisa—, sino acabarás desilusionado.

—¿Estás seguro? Porque deberías ver cómo me sonríe cada vez que nos vemos aunque no nos conozcamos.

—¿Por qué dices que es tuya? Solo pierdes tu tiempo, Michael. Ella claramente es mía. —Y no dice más. Comienza a caminar hacia la chica que ha cautivado nuestros ojos. ¡No puede ser suya! Pero no muevo un pie al pensar en cómo le irá. Espero que mal y reirme en su cara cuando regrese, si es que tendrá una para mostrarme.

Ella se encuentra jugando con pistolas de agua para inflar globos. Entonces, Paul se acerca y juega a su lado hasta lograr ganar. Le dan un peluche y la joven solo lo mira. Apoya uno de sus codos y le entrega el oso a ella. Sin saber qué decir, solo abraza al peluche tímidamente y veo que mueve sus labios. Luego se gira para retirarse. Paul mira hacia mi dirección y me ve como si dijese: Es mía. Perdiste.

No me rendiré.

Sigo los pasos de la chica y veo que se dirige hacia un lugar lleno de niños y mucha iluminación. El carrusel. Me compro un algodón de azúcar para luego buscar una oportunidad para invitárselo, pero al volver a ella, se encuentra congelada frente a la atracción.

Giro hacia atrás y Paul me mira con los brazos cruzados, esperando a ver cómo me va, si él tiene la razón o yo.

Me acerco a ella quien ya ha llamado la atención de varios padres y niños por su estado. Ofrezco mi mano a su lado y me mira fijamente por unos segundos. Le sonrío para brindarle confianza y ella hace lo mismo, con unas mejillas como los de una jovencita. Une nuestras manos y la guío hacia el poni del carrusel, y no la abandono hasta que esté montado sobre el mismo. Esconde su rostro con el regalo de Paul y tímidamente me agradece en voz baja.

Es tímida, pero muy tierna y bella. Es como el algodón de azúcar. No hace falta que hable, solo importa su dulzura infaltable. Ella es así. Es más dulce que todos los algodones de azúcar de este lugar tan ostentoso de alegría.

Las luces se encienden y el ambiente cambia. Los niños comienzan a reír por la emoción entretanto los padres captan el momento con sus cámaras como recuerdo suyo. La joven ya no me ve. Disfruta del mundo en el que vive.

Giro y camino hacia mi amigo, sacudiendo mis hombros y acomodando mis mangas, orgulloso.

—Se ve que está enamorada de ti, Paul —le digo con ironía. Él blanquea los ojos.

—Claro que sí.

—Admite que no me ha dejado de mirar...

—He visto cómo ha formado un muro entre ustedes con mi regalo —dice y mira hacia otro lado, creído.

—Paul...

—Michael, no vamos a pelear por esto. ¿Cierto?

—No, claro que no. Sabes que no peleo —contesto.

—Cierto, no es necesario porque es obvio que la chica es mía.

—Deja de soñar —respondo—. Ya descubrirás que solo me mira a mí, que yo la he cautivado.

—Te dejaré soñar que parece hacerte feliz —dice y se retira ya que es hora.

Antes de que vaya tras él, me decido a caminar hacia el carrusel para poder hablar con ella... Cuando llego, los niños están bajando. Ella también lo hace, con mucha emoción por haber estado allí. Se ve por los pequeños saltos que realiza.

Luego, mucha gente pasa de mi lado derecho a mi izquierdo, dirigiéndose al circo porque ya es hora. Entonces, parezco como alguien que nada contra la corriente para llegar a ella. Cuando estoy detrás suyo es cuando respiro hondo por... nervios, exacto. Toco su hombro y ella gira a verme, pero luce asustada. De igual manera, me decido a dirigirle la palabra aunque haya mucho ruido por el habla de la gente.

—Hola... yo... —Rasco mi nuca, pero ella camina junto a la muchedumbre—. ¡Oye! ¡Espera! —le grito, mas no se detiene. Desaparece como una gota en medio del océano. ¿Se habrá asustado? No lo creo.

Suspiro y logro quitarme entre la gente para dirigirme a la parte trasera del circo, hacia donde fue Paul. Y entro a nuestra parte. Él ya está frente al espejo, vestido, acomodando su moño rojo y pasando un pincel con pintura roja alrededor de su boca. Voy hacia mi bolso y tomo mis prendas de... payaso. Trabajo como payaso en este lugar. Lo que me gusta de él es que veo a muchos niños y muchas personas riendo por mi causa. Solo eso. Además, los colores de cada ropa son muchas, más que las que pintan mis días llenos de desilusiones.

Sin embargo, comienzo a escuchar música de piano al lado de nuestra parte, al otro lado de la tela gruesa. Frunzo el ceño y Paul espeta—: ¿No lo sabías? El circo trajo a una bailarina. ¿No crees que ya era hora?

¿Una bailarina?
















Carrusel © | Michael JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora