ʜᴀɴᴀʜᴀᴋɪ 🌷 || ᴘᴏᴘᴋᴇᴅᴀ [editando]

3. Cachetada

- Perdón por tardar. - murmuró, tratando de ocultar su cara, estaba con los ojos rojos y cristalizados, hasta se le dificultaba poder hablar. No quería que Popee lo viera de esa manera tan despreciable.

- ¿Que tanto hacías en el baño, basura? - cerró los ojos un momento para procesar la pregunta.

Responderle de una manera no tan fea, que no se ofenda... Que no se enoje... Pero le dolía hablar.

- Aah... me...du-ele - Señalo su cuello, Popee lo miro confuso.

- ¿Te duele la garganta? ¿Por qué? -

"Porque cada día toso pétalos a causa de ti, te amo y me esta haciendo daño eso". Quiso decir. Se acobardo.

- No lo s-sé... - contestó, tratando de sonar amable con eso.

- Ah. - El silencio inundó la cocina, solo se oía los platos y el sartén. - Perdón por apurarte.

Keda volteo sorprendido, y hasta con un rubor pequeñísimo.

Trago en seco, que por cierto le dolió. Solo pudo articular un confuso - ¿Ah?

- ¡No me hagas repetirlo! Si no lo escuchaste es tu problema - bufó. Keda asintió rápidamente y emocionado.

Esa simple disculpa a algo tan insignificante a comparación de todo lo demás, provocó una sonrisa que perduró el resto del día. O al menos, la mayor parte, hasta que la noche cayó.

[...]

— Saldre. — Afirmó con un semblante serio. — Ah, y espero que no encontrarte despierto, imbecil — Dicho aquello, dio un portazo.

¿Que le pasaba? ¿Le encanta hacer sufrir siendo bipolar?

Insultó entre dientes, sintiéndose patético al no poder superar cada palabra dicha.

El silencio inundó su presunto hogar. Se podían oír perfectamente las gotas caer del lavavajillas, dándole un ambiente más deprimente a todo el asunto. Kedamono en verdad se preguntaba si podría durar mucho tiempo de esta manera, no se sentía muy bien que digamos, después de todo, esa disculpa no valió la pena.

No le veía chiste seguir de esta manera, pero quería vivir. Quería seguir con su vida, quizá conseguir un trabajo que le guste, aprender a cocinar un pastel de tres leches, ver alguna serie en la televisión mientras comía dulces, tener alguna mascota tal vez. Siempre quiso un perro pequeño.

Aunque un pez le bastaría para no sentirse solo.

Ante la idea sonrió un poco a pesar de sentirse mal.

Si... Sería lindo, quiere una vida perfecta.

De pronto las ganas de ir a su habitación lo dominaron, a ver si podría conciliar el sueño. Subió con lentitud las escaleras, el rechinar de estas lo hartaba, sin embargo siguió lento al no tener tantas ganas de moverse siquiera. Se dejó caer en la cama, tratando de descanzar.

No dio resultados.

Se sentó en la comodidad de su cama, apreciando su habitación que, si bien estaba casi vacía, le tomó cierto cariño a aquel lugar, el cual presenció muchas tristezas y llantos. Distintas cosas que por lo menos ya no le afectaban tanto como antes.

En una mesa de noche, vio una pequeña cuchilla, se le vino inconscientemente lo que todos se estarán imaginando. Negó rápidamente.

—  Jamás haría eso. Cortarse no es la manera de desahogarme. — Afirmó.

Como siempre, no pudo evitar el insomnio y fue obligado a estar esperando a Popee.

No podía darse el lujo de dormir en estos momentos. Esperar y ver a su amigo era la única opción que tenía para estar tranquilo por el momento.

[...]

Se arrepintió cada segundo en el que pensó que esperar era la mejor opción de todas. Se dijo "estupido" mentalmente, quería salir corriendo.

Kedamomo, en un mar de lagrimas, trataba de calmar su dolor en su mejilla, sobando con sumo cuidado. Su mejilla estaba roja y tenía marcada la mano del rubio. Ser abofeteado por la persona que más ama nunca le fue algo muy agradable.

Como fue anterior dicho, Popee le dio una cachetada, ¿por qué? Por desobedecerlo. No durmió por haberlo esperado y lo encontró con una mordida en el cuello, lo cual lo destrozó, pero lo que más dolió mentalmente fue que Popee enfureció. No pensó bien, y le dio una cachetada.

Las lágrimas lograron cansarlo, y pudo dormir, pero demasiado tarde, y de la peor manera posible.

Popee, en el interior, no pudo evitar sentirse horrible. Pero era alguien orgulloso, y claro está, no se disculparia.