Final Feliz

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Sus manos temblorosas se dirigieron tímidamente hasta las mejillas del peli-morado, casi delirando, preguntándose de manera no irónica qué era real y qué no. Popee sintió su corazón encogerse, limpió el rastro de lágrimas secas que recorrían todo su pomulo hasta la quijada, sintiéndose como la mismísima mierda en el planeta, sentimiento qué, sinceramente, él ya había aceptado.

¿Qué pasó exactamente? ¿Por qué vemos a Popee a la orilla de romperse frente a un Kedamono completamente aturdido? Bueno, cierto rubio no pudo soportar la verdad, sus piernas lo dirigieron de vuelta a adentro sin que el pudiera siquiera darse cuenta. Su cuerpo se movió solo hasta el cuarto de Kedamono, quien yacía acostado alrededor de pétalos, algunos ya marchitos, otros recientes. Parecía aturdido, confundido, su respiración pausada se cortaba durante una fracción de segundos, lo cual no indicaba nada favorable.

— Escúchame, por favor... — empezó a hablar, tragándose su orgullo. Kedamono ladeo la cabeza hacía su dirección, llevando sus manos a su cuello inevitablemente, se sentía mareado, tanto que tenía que hacer un sobre esfuerzo para poder entender correctamente las palabras de Popee, no lo entendía.

Por otra parte, bien sabía Popee que sus palabras no pagarían el daño que le causo, llevándolo casi al borde de la muerte.

— No merezco tu perdón. — habló, lagrimeando. — no me merezco tus lágrimas, tus cuidados ni mucho menos tu preocupación hacía a mí. Soy alguien destructivo, impulsivo, grosero a más no poder... no me intento excusar. Es más, merezco que me odies. — Bajo la mirada atenta del peli-morado, continuó. — patéame, grítame, empújame... y de todas maneras no pagaré todo esto. Ni creo ser merecedor de siquiera tocarte con cariño, solo destruyo y lastimo a quienes me rodean. — Cerró sus ojos con fuerza, besando sus dientes. — mierda. Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento... — gruñó queriendo contener el nudo en su garganta. — A pesar de mi gran cariño y sentimientos hacía a ti, eso no me detuvo. — Kedamono empezó a sentir un extraño alivio en su cuerpo.

Sus ojos se cerraron un momento, con la intención de poder entender la bipolaridad del contrario, no lo entendía, y aquello lo volvía aún más aterrador. Pero el alivio en su pecho le indicaban que aquellas palabras estaban llenas de arrepentimiento y dolor, tanto que ardía, no sabía con exactitud si aquella sensación era porqué estaba a punto de morir o por las palabras de arrepentimiento del oji-azul. Estaba tan aturdido y desorientado que no pudo pensar en otra respuesta. Abrió los ojos nuevamente, al sentir un par de gotas caer en sus mejillas, confundido, miró a los ojos a su acompañante, siendo él la razón de aquellas gotas caer.

— Golpéame, anda, con todas tus fuerzas. — Su pecho y respiración se sentía más libre.  — Te quiero tanto que me dejaré, lo merezco... joder, sé que nada que diga te hará sentir mejor... — Tomó la muñeca pálida del peli-morado, y entre lágrimas simuló un golpe hacía su propio pecho, repitió este proceso un par de veces, lagrimeando y sollozando, ahogado por la culpa. Pudo sentir como Kedamono tomaba control de su puño y ahora era él quien le daba pequeños golpecitos al pecho del rubio con toda la intención. — A-ah... tú...

Levantó la mirada para ver a un sonriente Kedamono, con un poco de pétalos todavía regados en su regazo y hasta unos cuantos enredados en su cabellera morada. Era esa misma sonrisa... sus cabellos desaliñados y ojeras pronunciadas, pero su sonrisa no desaparecía, bien sabía que se veía fatal, pero sintió un alivio que lo libro, su garganta libre, y nariz rojiza por la alergia al poder respirar bien de golpe sin ninguna obstrucción. Su pecho se sentía adolorido, pero para Kedamono, aquel dolor era algo muy mínimo.

— ¿Cómo...? — Se preguntaba excesivamente cómo era posible que hace unos minutos estaba al borde de la muerte y ahora se encontraba hasta sonriendo el mendigo. No dijo nada más. Tomó al contrario por sus mofletes colorados por la alergia, con la intención de darle un beso de piquito.

Sin embargo, Kedamono no era estúpido. Puso la palma de su mano en los labios ya estirados del joven rubio, alejándolo sin poner mucho esfuerzo en ello. Popee lo miró avergonzado y confundido, a lo que sólo recibió una negación con la cabeza por parte de Kedamono.

— No... debo aprender a ser menos dependiente... tú... esta vez casi me matas. — Habló sin titubear débilmente por primera vez, aunque eso sí, su voz ronca le dieron un escalofrío al ahora avergonzado y culpable rubio. — Lo más sensato aquí es... tomarme un descanso, de ti, de todo, no creo estar listo para nada. — Bajó la mirada, besando sus dientes. —  se siente... tan bien poder respirar... cielos, no recordaba esta sensación de libertad. — sonrió un poco, unas pequeñas lágrimas se asomaban por sus grandes orbes rubíes.

"Un descanso de todo...

De mí también."

☔️(...)☔️

El olor a tierra era agradable, satisfactorio, habían pequeños charcos que cualquier niño disfrutaría de saltar sobre ellos y salpicar todo, las nubes grises y gruesas anunciaban que pronto la lluvia se soltaría nuevamente, pero sobre todo, la ligera brisa que sacudía los árboles del parque.

Eran unas semanas después de la recuperación del oji-rubí, ya maletas hechas, ropa lista, planes listos, todo listo... menos la despedida.

Kedamono abrió su paraguas irónicamente de color morado al cruzar la puerta. Se giró sobre sus talones para ver nuevamente a los ojos al más alto. Le sonrió un poco, Popee correspondió la sonrisa, con pena. No hubo más contacto que un apretón de manos.

— Nos vemos, Popee. — fueron las únicas primeras palabras que se le ocurrieron. Popee formó una mueca en sus labios, insatisfecho.

— Claro... — titubeó.

Kedamono esperó impaciente por que dijera algo mejor, aunque eso le era poco probable, se rindió al tratar de buscar algo en la mirada azulada de su amigo.

Suspiró, con un tono de agotamiento. — Hey, uhm. — Sintió la mirada expectante y deseosa del contrario. — Te perdono.—

La pregunta que vagaba por la mente del rubio era un simple "¿Por qué?". No era merecedor de alguien tan dulce como lo era el peli-morado, le dolía en el alma que Kedamono decidiera perdonarlo, cuando ni él se podía perdonar a sí mismo.

— No... no, se supone que deberías odiarme... — Bajó la cabeza, torciendo los labios. Se negaba en aceptar la gentileza de su fiel amigo.

Kedamono soltó una amarga risa. — Hey, yo puedo hacer lo que quiera, y decido perdonarte. No más rencores, quiero empezar de cero sin tener más dolor guardado en mí. — explicó con ojos melancólicos. Recibió una notificación en su celular, echó un vistazo, para luego levantar la mirada nuevamente hacía el oji-azul. Hizo un ademán, despidiéndose mientras se alejaba. — Ya tengo que irme, suerte, Popee. — Lo último que vió de aquel oji-rubí fue cuando se estaba alejando hasta subirse a un carro, probablemente de algún uber.

No pudo decir ninguna otra palabra, sin embargo, en su interior no se podría decir lo mismo.

"¿Por qué? siempre fuiste tan gentil, no te merezco, y lo acepto".

[🍡]

ya era hora putamadre, literal un año con esta cosa en borradores.

LonvlySun

ʜᴀɴᴀʜᴀᴋɪ 🌷 || ᴘᴏᴘᴋᴇᴅᴀ [editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora