Delirios de una Musa.

23 5 2
                                    

Me enamoré de un artista, de esos que pintan paisajes y dibujan quimeras.
Me enamoré de un artista, amante de las noches profundas y las estrellas que orbitan en su cabellera oscura.
Quizás soñando, quizás volando, quizás pensando.
Su voz son como las olas que arrullan a la medianoche, sus secretos son como estrellas incrustadas en el cielo, y sus perversiones son como víboras que recorren mi piel para estremecerme.
Él era arte sin saberlo, tan magnífico sin pensarlo y tan caótico sin intentarlo.
Tanto así, que prontamente las lágrimas que brotaban de mis ojos a la medianoche por él, se convirtieron en un denso mar que ahora intenta ahogarme en sus olas.
Me enamoré de un artista, de esos que dibujan garabatos y que crean arte abstracto.
Me enamoré de un artista, no solo porque sepa dibujar bien,
sino porque pintó fantasías en una mente ciega y en la piel.
Me he enamorado de un triste artista que solo quería pintar en mi lienzo todos los sueños que lo mantenían vivo entre oscuridad y belleza.
No de un simple chico que aparentaba, pues coloreaba un intenso rubor en mis mejillas, y dibujaba unas flores salvajes en mi pecho que yo, con mis lágrimas, curaba.
Pero que él dejaba marchitas y derrumbadas al ser el sol que me faltaba.

El Lado Oscuro del AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora