Visita A La Suegra

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Las estrellas brillaban en lo alto del manto estelar, Zack conducía por las apenas iluminadas calles de la ciudad. El reloj digital del vehículo marcaba las 9:30 PM, siendo la hora habitual en la que él salía del trabajo.

No habría nada fuera de lo normal, de no ser por la acompañante que estaba sentada en el asiento del copiloto.

¿Por qué a mí? En serio, de todas las personas del mundo, ¿Por qué a mí?

Rachel observaba el paisaje nocturno en silencio, sólo miraba a Zack de vez en cuando y eso le provocaba escalofríos al mayor.

Las palabras de su padre resonaron en sus pensamientos una y otra vez.

"Llevarás a Rachel de vuelta a casa"

–Tch.

Frunció el ceño casi por instinto y después miró por breves instantes a la niña, descubriendo que de nuevo lo observaba.

–Escucha, Ray. – tomó aire, sabía que se estaba metiendo en terreno minado. –, No es la primera vez que te llevo a casa. Por favor, no digas un disparate frente a tus padres.

Ella parpadeo con lentitud, su inexpresivo rostro no ayudaba en nada para tranquilizarlo.

–Entiendo. – respondió, fijando su mirada de nuevo en el paisaje de la ventana.

A pesar de todo, Zack no estaría tranquilo hasta dejarla en casa y escapar lo más pronto posible, tenía un mal presentimiento.

Después de otros cinco minutos de absoluto e incómodo silencio, llegaron a la casa de la niña. La clásica casa de dos pisos con jardín al frente y garaje a un lado.

Ambos descendieron del vehículo, una camioneta tan grande, que hacía ver a Rachel como una pequeña duende. Zack y ella caminaron hasta la puerta e hicieron sonar el timbre.

Algunos pasos se escucharon desde el interior y después la puerta se abrió, era la madre de Ray.

–Buenas noches, señora Gardner.

–Oh, Isaac, gracias por traer a nuestra pequeña. – sonrió dulcemente.

–No es nada, yo...

De pronto, Rachel se abrazó a su brazo.

–Zack aceptó ser mi prometido, nos casaremos.

–¡¿Qué?! – exclamó Zack, consternado.

–Eso es una gran noticia, cariño. – rió su madre.

–¡Un momento!, No pongas afirmaciones en mi boca, ¡Detesto las mentiras!

–No es una mentira, tú dijiste que sería tuya cuando... – él le cubrió la boca, antes que revelara aquella vergonzosa conversación.

–N...No dije nada, le juro que no dije nada. – decía, intentando controlar el sonrojo en su cara.

–Tranquilo. – sonrió la señora Gardner, colocando una mano en su hombro. –, Yo sé que no es verdad.

–Gracias... – exhaló, sintiéndose liberado de un gran peso.

–Cariño, es hora de que vayas a dormir, entra a casa.

–Hum – asintió, caminando con tranquilidad.

Después que Rachel entrara y se fuera a su habitación, Zack se sintió aliviado.

–Siento que ella te incomode así. – rió la madre de la niña.

–Está bien, ya me acostumbré... un poco. – admitió.

–¿En serio preferirías a mi pequeña hija? ¿No querrías a una mujer más... madura?

El ambiente dio un giro completamente radical. ¿La madre de Ray estaba intentando coquetearle?

¿Qué demonios pasa aquí?

–No comprendo...

Ella se acercó lo suficientemente como para ponerlo nervioso y se dispuso a jugar con el cuello de su camisa.

–Últimamente me siento tan sola, me hace falta la compañía de alguien como tú.

¡Tanto la madre como la hija están locas!

–L...Lo siento, señora Gardner, ya es tarde y yo... ¡debo irme! – corrió, subiéndose al vehículo a velocidad fugaz.

Dio un último vistazo antes de irse y aquella mujer le mandó un beso.

–Hasta luego, querido.

Zack nunca había conducido tan rápido en su vida como aquella noche.

Se parece tanto a Ray, que por un momento pensé que era ella... ¡NOOOOO!

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