El chico

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El sol se comenzaba a despertar y con él las personas que estaban preparadas para su trabajo, escolaridad o descanso. Todos los días eran similares, más no iguales, eso posiblemente era su excusa para levantarse e ir a su escuela, después de todo, a cada hora del día algo mejora o empeora, la curiosidad siempre es un buen motor.

Aun que algunas veces no sea el mejor.

Abrió sus ojos con pesar, era lunes, ¿Quién ama los lunes?. Soltó un ligero quejido antes de incorporarse, permaneció sentado en la orilla de su cama unos minutos antes de dirigirse a la ducha. El agua estaba helada, en un principio no quería meterse, el ambiente era agradable más no caluroso, no necesitaba agua tan fría, aun así, se dio el baño.

Luego de 15 minutos de estar lidiando estrategias para bañarse y no pescar un resfriado o pulmonía, salió. Cambió sus ropas, ocultó su aroma, bajó las escaleras y ahí se encontró con su madre haciendo el desayuno, que por el olor que podía sentir eran panqueques.

La madre sintió su presencia y le dirigió una cálida sonrisa, el chico no contestó el saludo, aquello la irritó, pero no era novedad en su hijo, estaba acostumbrada a ese trato tan indiferente y frío.

Conversaron un rato hasta que llegó la hora de irse al colegio o como el lo llamaba "el castillo de la no ignorancia", supuestamente aprendías mucho ahí, pero eran mayores las personas idiotas las que entraban, exceptuandolo claro está. No todos los días vas a la mejor universidad de la ciudad y de paso quedando en el número 1 en las listas de ingreso.

Y, adelantando la situación, el día había sido aburrido, solo escuchar, escribir, entender, comer; escuchar, escribir, comer y tal vez dormir en alguna clase, su vida no era la mejor, pero tampoco se quejaba, tenía lo que necesitaba.

—Es más que suficiente —se decía.

Siempre le gustaba pensar y quedarse callado, hay algunas ocasiones en que le interrumpían, como esos chicos del pelo rojo y el rubio. ¿Cómo se llamaban? Bueno qué mas da, al graduarse no quiere saber nada de nadie, así le iría mejor. No quería hacer amistades, muy a su pesar, sus compañeros no pensaban igual.

Y hablando de los reyes de Roma...

—¡Hey Bakugou! Iremos a comer algo en la cafetería ¿te nos unes? —le dijo uno de pelo extraño antes de tirarse en su espalda y abrazarlo.

Cómo detestaba que hiciera eso.

—No quiero, tengo cosas que hacer.

—Vamos —insistió—casi siempre estas solo queremos que te sientas cómodo y que disfrutes al menos un poco la compañía ajena.

—Tengo suficiente con ver sus caras de mierda todos los jodidos días.

—Olvídalo Kirishima —dijo el otro con más agallas— Solo vámonos y ya.

—Pero... —el de cabello rubio le daba mueca negativa y negaba con la cabeza.

El del rayito negro jaló del brazo a su acompañante y lo regañaba entre susurros ¿de qué? posiblemente del intento de invitación que el rojo hizo, quien sabe; lo dejaron solo, por fin. Para su mala suerte otra persona lo iba a interrumpir, pero quizás la compañía de aquella profesora no era tan mala.

Aquella mujer se apresuraba a paso rápido, pero lento, no todas las mujeres pueden correr con tacones. Mucho menos si son de aguja número 4.

—¡Joven Bakugo!

—¿Señorita Camie? —con algo de sorpresa en su voz, se giró hacia su maestra.

—Que bueno que te alcance ahora, ¿no tienes prisa o sí? —su respiración era algo agitada ¿Cuánto habrá corrido? Por no decir que "intentó".

Estocolmo {Dekukatsu} -Finalizada Y Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora