Punto de partida

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Demasiado dura, la cama donde estaba era demasiado dura, no era la suya, era obvio, nada se le compara al pedazo de nube que usaba para dormir, su cuello le dolía, recordó de inmediato que había ocurrido, se levantó y sentó en la piedra que estaba bajo suyo, giró su cabeza de forma lenta en todas direcciones. Era un cuarto algo decolorado, pero no menos agradable, se notaba que desde hace años nadie usaba tal cuarto, era curioso porque el color que tenía era un tono más tenue que el color del cabello de Katsuki, si no fuera porque las paredes se notaban dañadas juraría que hasta el mismo secuestrador las pinto así a propósito.

- Que aterrador -

Posicionó sus pies en el suelo, era suave, bajó la mirada y vio una alfombra de color rojo, una de esas que se usan después de bañarse, era muy relajante poner sus pies en aquel trozo de tela, hundió sus dedos en ella sintiendo una satisfacción extraña, un rayo de luz iluminó aquel cuarto, justo arriba de la cama se encontraba una ventana de tamaño mediano ¿Cómo no notó eso antes?

Con curiosidad fue a ver, no reconoció nada en absoluto, se notaba por obviedad que estaba en un segundo piso, en una calle transitada y con edificios altos, ¿A dónde le habían traído?

Con una mueca de desagrado bajó de la cama, anduvo explorando el cuarto donde estaba por un rato, ¿Qué más podía hacer? Había leído en muchas revistas y libros que lo primero que debes hacer al estar secuestrado es mantener la calma, por muy extraño y estúpido que sonase así era, estaba al frente de un ropero, no era muy grande, mas bien, tenía el tamaño de una mesa normal pero un poco más larga, después de explorar todo a su alrededor, fijó su mirada en la puerta, pensó mucho en abrirla o no, estaba secuestrado ¿su atacante sería tan idiota como para dejarla abierta y permitir que su victima se fuera?, pues así parecía. Katsuki había abierto la puerta en un movimiento rápido dejándole extrañado, confundido más que nada.

Salió de forma tímida, sin hacer ni el más mínimo ruido, debía ser precavido, volteaba a todos lados verificando que no hubiera nadie, cuando finalmente llegó a la esquina donde iniciaban las escaleras se asomó con cuidado, nada, la televisión estaba prendida, siguió con cuidado hasta estar en la primera planta por completo, husmeó por todo lugar hasta no ver a nadie, soltó un suspiro aliviado, con más libertad se puso a curiosear.

Su primer objetivo fue la cocina, la que tenía en casa no le hacía comparación, era enorme, colores azules, cafés y grises abundaban en ella, una nevera gigantesca ocupaba 1/3 de la cocina ¿Cómo puede ser tan grande y practica a la vez?

Una puerta justo enfrente de la cocina le llamó la atención, se dirigió a ella, giro la perilla suavemente, lo primero que vio fue un lavabo.

- El baño, por lo menos ya se dónde está -

Cerró la puerta, fue directo a la sala, habían tres sillones rodeando la televisión, unos cuantos estantes también, tenían discos, libros y películas, una le llamó la atención, si se encontraba más tiempo solo, la vería con gusto, se acercó a los sillones, se sentó en uno y se hundió, eran demasiado suaves, gruño un poco por eso, se acomodó mejor y dirigió su mirada a la tele, había una mesa en el centro con dos controles y un florero. ¿Cuál de esos controles era el de la tele?

Optó por el que estaba a su izquierda, apretó el botón de subir volumen y para su suerte funcionó, cambió de canal hasta encontrar el de las noticias, divisó a la guardería donde trabajaba, también miró la hora.

10:30 p.m.

- Maldita sea -

Iba a arrojar el control remoto, pero se detuvo al ver la cara llena de lágrimas y desesperación de Eri en la pantalla.

Estocolmo {Dekukatsu} -Finalizada Y Editando-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora