• . ˚ * ━━ 𝐅𝐔𝐓𝐔𝐑𝐄 𝐍𝐎𝐒𝐓𝐀𝐋𝐆𝐈𝐀
❝Tú quieres diversión atemporal,
yo quiero cambiar las reglas del juego.❞
Alice McKinnon tiene las cosas claras: ella es la mejor bromista de Hogwarts y está lista para luchar. Pero no tenía en cuenta que...
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EL VERANO EN EL número 12 de Grimmauld Place se resumía en limpiar. La noble y ancestral casa de los Black —como Walburga la llamaba continuamente— no era tan noble pero sí bastante ancestral. En resumen, estaba echa un asco. Tenía plagas de distintas criaturas mágicas, muchísimo polvo y algunos muebles se caían a cachos. Pero la señora Weasley estaba empeñada en que tenía solución, por lo que puso a todos a limpiar la casa de arriba a abajo. Al menos, ahora contaban con la ayuda de Mia y Harry.
Habían encontrado una plaga de doxys en una de las muchas salas de estar. Se habían puesto un pañuelo que cubría la nariz y la boca y cada uno tenía una botella de doxycida en la mano. Fue un duro trabajo que duró varias horas.
—Qué bonito verano —comentó Alice con cansancio mientras revisaba las cortinas una vez más.
—¿Se puede saber qué haces con eso, Fred? Rocía a esa y métela en el cubo, venga —exclamó Molly. De vez en cuando entraba en la habitación para vigilar que trabajaran.
Pero Fred tenía otros planes. Alice vio cómo le echaba doxycida a la doxy, que cayó muerta, y luego se la guardó en un bolsillo.
—¿Qué haces? —preguntó Alice en un susurro.
—Ya te gustaría saberlo, McKinnon.
Puso los ojos en blanco y siguió con su trabajo, pero decidió mantenerse alerta. Si se estaba guardando doxys, era porque planeaba algo. Seguramente le haría una broma con el veneno de doxy para que saliera corriendo de la casa sin mirar atrás.
Pensó que tenía que elaborar ella algo antes de que se adelantaran.
Y no tardó en encontrar el plan perfecto. Al día siguiente por la mañana, justo después de terminar la limpieza de las habitaciones del primer piso, fue a por su querido cuaderno. Era uno que había pertenecido a su madre. Las primeras páginas estaban llenas de cosas escritas por Marlene para ella. Ya las había leído y releído una y otra vez, pero las páginas del final estaban en blanco y Alice las utilizaba para escribir algunos hechizos y pociones, solo los más importantes. Tenía apuntada su última idea y sonrió mientras cogía un par de caramelos que había hecho ella misma.
—¿A dónde vas tan apurada? —preguntó Mia cuando se la encontró por el pasillo.
En vez de responder, la cogió de la mano y bajaron corriendo las escaleras.
Vieron a Fred y George sentados en el sofá del salón de la planta baja, jugando con sus orejas extensibles. Estaban de espaldas ellas. Justo pasó Ginny por su lado y las miró extrañadas.
—¿Qué estáis tramando?
—Dale estos a tus hermanos, anda —le dijo Alice, tendiéndole los caramelos en la mano y guiñándole un ojo.
