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En uno de los salones de entrenamientos, grupos de chicos y chicas iban ingresando al lugar con expresión cansada y algo tediosa, no todos estaban ahí porque querían, la mayoría lo hacia por necesidad, mientras que otros solo querían acción y aven...

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En uno de los salones de entrenamientos, grupos de chicos y chicas iban ingresando al lugar con expresión cansada y algo tediosa, no todos estaban ahí porque querían, la mayoría lo hacia por necesidad, mientras que otros solo querían acción y aventura en sus vidas.

Las clases del maestro Dony generalmente empezaban con una sesión de treinta minutos de acondicionamiento físico, luego trabajaban en los reflejos y ataques, después medían su velocidad y agilidad, para finalmente un duelo en parejas frente a toda la clase. Y digamos que él no era de los profesores más relajados.

Los treinees se pusieron a elongar sus articulaciones como normalmente hacían previo a la clase antes de que el instructor llegase, pero la mayoría de ellos venía de clases teóricas, en donde usar el cerebro era lo importante. Desde el laboratorio de computación, hasta -quién lo diría- juegos de ajedrez. La informática y la estrategia eran un ramo importante en la mafia del señor Yang, y como la salud mental es igual o aún más importante que la salud física, no hacía falta mencionar que un gran número de los alumnos estaba exhausto.

—Okey ¡Atención!—se escuchó un fuerte grito femenino por todo el área, sorprendiendo a todos hasta hacerlos saltar.

Todos los presentes dejaron de hablar entre ellos y confundidos buscaron con la mirada a la propietaria de la voz, pero por alguna razón no lograban encontrarla, parecía como si el viento hubiese hablado por si mismo, pues nadie aparecía a hacer presencia.

—Se ve que aún les falta mucho—volvió a hablar la voz saliendo de su escondite.

La gente formó una gran "o" con sus bocas al verla entrar desde el techo y dejarse ver, descubriendo así la mayoría, que existía un área oculta sobre el tejado que recién venían a conocer. Luego de la sorpresa de la gran entrada, se enfocaron en quien llegó y el impacto fue el doble. Se trataba de la única joven miembro oficial de origen extranjero.

Lalisa Manoban.

¿Qué hacía alguien como ella en las áreas de entrenamiento?

—¿Están listos?—escucharon la voz de su entrenador principal, apareciendo por la puerta unos segundos después de Lisa, quien ya había inspeccionado a todos con la mirada.—Manoban nos acompañará el día de hoy—introdujo a la clase pocisionandose al frente de todos, incluyendo a la visitante—Hasta los mejores requieren de un reforzamiento a lo aprendido—dió por finalizada la explicación de la presencia ajena al salón.

—Tienen un largo camino por recorrer—expresó ella un poco molesta mientras se ponía cómoda.

La verdad era que en sus tiempo de entrenamiento eran contadas las veces en que llegaba un miembro experimentado de YG a participar de la clase, y siempre le molestó que le prestaran poca atención a sus futuros soldados, ya que los preparaban para ayudar en misiones, se suponía que eran importantes, sin embargo, una vez egresada de todo aquello lo comprendió. ¿Quién querría volver a ver un montón de caras de jóvenes presumidos y arrogantes? Porque Lisa lo admitía, la mayoría ahí se creía lo mejor del planeta, y que ya estaban preparados para los trabajos de campo, cuando en realidad solo lograban quedar como idiotas infantiles e inexpertos por apresurarse a las cosas.

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