Capítulo diez: Recuerda

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Recordaba cada momento como si hubiera sido ayer, como si su último respiro siguiera presente, como si hubiera marcha atrás.
Serena.

El reino de Paradic, el más grande entre todos los reinos, glorificado y alabado durante siglos, con una riqueza inimaginable, gobernado por un rey despiadado.

En este se encuentra la ciudad más hermosa de todas, rica en arquitectura, comercio e historia, poseedora de grandes casas de duques en toda esta, increíbles mercados,mientras en el centro de este un gran reloj el cual junto al castillo atraían la atención de los viajeros. Por otro lado, el lugar del cual salían más soldados y exterminadores, "todo aquel que sea capaz de luchar que luche" era el lema de los guardias del lugar.

Yo había parado aquí en uno de mis largos viajes, bagando en todo la zona luego del exterminio de mi pueblo, solo me quedaba los recuerdos y mi nombre "Serena Heart Escarlet".

Solo quería parar por comida, el lugar no era fantástico como se pintaba, la nieve cubría las casas de los más pobres de manera excesiva y los precios eran difíciles de costear. Aunque lo que me llamaba más la atención era que ni un ciudadano estaba en esos momentos en la calle.

Esa era la cara que nadie quería ver, pero justo en el centro de la riqueza y la pobreza, una gigante plataforma, la cual tenía en el centro una guillotina, me dio a entender la razón de la soledad del pueblo.

A paso lento y desganado, llegue hasta la multitud de gente, y con algo de dificultad por mi tamaño, la mire.

Una cabellera castañas sollozaba a mares, rogaba piedad, mientras una persona de piel morena y una singular heterocromia a su lado recitaba sus pecados, la chica parecía ser una DaLeu según lo que este había dicho. Aunque lo que me llamo la atención no fue algún sentimiento de pena, ya yo había llorado así, era una joya que adornaba su cabeza.

—Al demonio todo—pensé harta de mi sentido de la justicia.

"Intentamos conseguir justicia por nuestras propias manos y solo conseguimos que alguien más nos dicte sentencia".

Una jaula, fue lo que conseguí y junto a esto una joya, había conseguido atrasar la muerte de la chica, "Anel DaLeu". Y cómo agradecimiento ella me dio lo que había causado atracción hacia mí.

Apenas cerré los ojos , la misma persona que condenaba a Anel estaba parado delante de mi, le observé mejor, el general de la milicia del país.

—Que honor—Dije sarcástica.

No hubo respuesta solo una nueva cárcel más elegante.

Cada cosa llegaba a mi cabeza en esos momentos quien impartía justicia aquel "hombre" era un traidor, era un demonio.

La luna ya se encontraba posada sobre mi cabeza, el hechizo de Anel se volvía más fuerte haciéndonos parecer más a unos demonios, pero lo cierto era que, yo estaba intacta, a excepción de mi cabello, estoy igual físicamente, en cambio emocionalmente "no tanto".

—Deberíamos evitar el lugar—Dijo Lían, mientras sostenía mi hombro.

Yo aún seguí mirando aquel lugar el cual estaba infestado de demonios, y justo en el centro de estas bestias el general, justo detrás de estos el santuario.

"Soy impulsiva e inmadura, sin duda terca"

Y ellos lo captaron, pero muy tarde ya era al momento en el que la joya se volvía un arma letal "el inicio de esto" la guadaña de gran magnitud, ahora en mis manos, sobresalto a Anel, la cual gritó en respuesta.

"Respuestas luego, la rosa ahora".

El grito de Anel llamo la atención de todos los demonios.

Todo se sentía como en cámara lenta, Anel se mantenía de distancia, mientras intentaba generar escudos al rededor de nosotros.

Lían desenvainaba la espada molesto por tener un enfrentamiento de frente, en cambio de un salto, que hasta a mi me sorprendió por la lejanía, conseguí caer justo en el centro.

En un lienzo blanco, pintaba rosas rojas, mis favoritas.

Nuevamente no veía nada, que no fuera la luna, la guadaña y las figuras de los demonios.

Zarpazos, golpes, heridas por armas blancas, todo esto y más lo sentía a mi alrededor, uno por uno, las partes de la armadura, era gravemente dañadas.

Respire profundo y fije mi blanco de entre todos "el general" , antes de poder llegar un grito familiar me paralizo.

"Lían y Anel"

Sentí mi cuerpo pesado y cómo de mi garganta emergía un grito desgarrador.

La dama de cabello blanco, la diosa de la muerte, la cual decidía quienes no tendría el perdón, la dama de cabello negro decidía quien podría reencarnar, su juicio divino era solitario, lo único que les hacía compañía era una rosa, ya que nada se quedaba hay, y por igual ninguna podía ver a la otra.

La luna hacía estragos en mi memoria, mientras unas garras hacía estragos en mi costado derecho.

Antes de llegar a ese reino maldito, no había rezado no creía en las deidades hermanas, pero los recuerdos que pasaban por mi cabeza no eran míos.

Las garras soltaron mi costado, pero aún adolorida no iba a caer jamás, nunca agacharía la cabeza de nuevo.

Un movimiento ligero fue suficiente, para que la pintura esté lista, y la guadaña totalmente manchada.

Tambaleándome hasta Lían, pude ver cómo estaba mal herido, nada parecía de gravedad, "parecía".

Hasta que lo note, claramente una herida profunda en su hombro no paraba de sangrar, observé asustada cómo Anel corría hasta nosotros, se veía consternada, pero sin ninguna herida.

—Ve a por ello Rouse—susurró Lían al momento en el que Anel llegó hasta el.

Asentí, comencé a caminar hasta el santuario, este no tenía señal de guardias ni de algún sacerdote.

Tuve que usar la guadaña como bastón para poder llegar, pues mi cuerpo estaba en mi contra por completo.

La sorpresa fue grata y al momento quedé maravillada al ver un rosal completamente rojo, sin ninguna rosa que sobresaliera.

El lugar era hermoso, me acerqué más hasta el, pero la realidad dolía, no estaba, no se encontraba el alma que buscaba.

Cerré los ojos lentamente, mientras mi cuerpo impactaba con el suelo, "no hace mal dormir un poco".

Si llegas al santuario del Santo Grial, podrás ver a una dama de rasgos finos, piel pálida, vestida de negro, con su largo cabello blanco recogido.
En sus manos descansa una rosa blanca, mientras está duerme rodeada de rosas rojas.

—Rouse, despierta— susurra un demonio de piel blanca, cabello negro y ojos miel—Es hora de partir—.

En un jardín de mala hierba, busquemos una rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora