Capitulo dos: Rosas en la nieve.

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Los pasos marcados en la nieve de un rojo carmesí, la flores que pintaron en el camino, jamás volverán a vivir.
Serena

En el patio de aquella casa sembré rosas rojas y con la vista distorsionada admiré mi obra maestra, me arrodille junto a esta y deje caer la guadaña.

No veía nada mas que la sangre en el torso, la ropa rasgada, y sus ojos desorbitados, sonreí de lado, me pare y tome la guadaña en mis manos la observé lentamente desde el mango de cuero, hasta la pedrería de rubíes en el inicio de este, observé el largo del filo, lo mortal de ésta estaba en tantos grados, que sobrepasaba lo inimaginable.

"Esto terminó su vida"

Un alarido llamo mi atención y por instinto observe mi alrededor. Pude ver como unas sombras corrían entre los arbustos de bog que había pasado hace rato, por lo que decidí pasar aquello que impedía mi paso lo más rápido posible.

Camine unos pasos y toque aquella superficie dura y recta que limitaba la casa, pero no podía ver qué tan alta era.
Lo cierto es que no distinguía correctamente mi entorno y mis memorias de esta las sentía distorsionadas. Con tal sensación de desorientación y ceguera, pasando por cada parte de mi cuerpo intenté trepar pero la guadaña me lo impedía.

Sentí los pasos más cerca pero era como si mis ojos me impidieran poder ver correctamente sus rasgos. Solo tenía ojos para la luna y la guadaña.

Al ver que no conseguía mi objetivo resoplé con fuerza y algo cansada de no encontrar forma de cruzar me recosté en el árbol junto al cadáver.

Lo miré un momento, intentando detallar sus rasgos pero entre más intentaba ver quién era no podía.Recordé al otro desmayado, y por igual le observé fijamente, pero nada.

Observé el cielo, la luna se veía hermosa, contrarrestándola por un lienzo sumamente oscuro, no había ni una estrella y sin duda me atraía como el brillo de esta hacia brillar el filo de la guadaña, con eso en mente decidí revisar su filo más detalladamente.

Se podían observar unas letras raras escritas en ellas, al momento de verlas más de cerca tome el filo en mis manos y esta me dejaron cortadas superficiales.

La sangre del hombre a mi lado, no era la única que corría ahora por aquel filo, mire como mi sangre se escurría, hacia un punto específico, los rubíes, al llegar a esta parte comenzó perder forma la guadaña hasta volver a ser aquel pequeño accesorio.

Di un suspiro de alivio "Podría salir hoy".
—¿A que costo?—Susurró mi conciencia.

Me sorprendió me pensamiento, pero como si quisiera alejarlo de mi mente moví la cabeza bruscamente de un lado a otro.

Instantáneamente lo coloqué en mi cabello y comencé a trepar la pared, sin importa que mi sangre quede marcada en esta, ni que aquellos guardias que se aproximaban estaban prácticamente observándome, conseguí pasar y pude escuchar claramente cómo las exclamaciones de aquellos hombres se hacían presente.

Mire de pronto mis manos, no sentía arrepentimiento, no sentía dolor, no sentía nada, más que aquella pregunta en mi cabeza.

Comencé a correr entre algunas casas al rededor, evitando las calles principales, provocándome una gran desventaja. La casa donde estaba prisionera estaba prácticamente al lado del castillo, de este reino por lo cual tenía que pasar la ciudad entera rápidamente para poder llegar al bosque.

Cuando la luna estaba en su mayor esplendor y la noche en su cúspide, consigue llegar al bosque.Corrí entre cada árbol, salte las raíces jugando con las ramas de los árboles y salte rocas.

Tome la nieve entre mis manos, esta se teñía de rojo lentamente , formé una bola de nieve, al lanzarla hacia una pared de zarzas y enredaderas, en vez de chocar, la traspasó.

La curiosidad ganó ante cualquiera pensamiento, pero al intentar pasar mi capa quedó atorada en esta.

Me deshice de ella de un tirón, mientras que la precisión de esta acción, me empujó hacia delante.

Apenas me sostuve, con las manos para evitar una caída peor, levante la mirada y observé un lago, que para mi sorpresa no estaba congelado sin importar la alta temperatura de la época.

Camine hasta la orilla del lago, toque el agua y comprobé que estaba caliente, mire con mayor detenimiento el lugar.

Una cueva escondida entre la maleza, de pequeño tamaño, con las paredes cubiertas de enredaderas a tal grado que creerías que no había piedra detrás de esta, el techo no era tan alto pareciera que el invierno no llegara a esta cueva, pero lo que me llamaba más la atención era una fogata, que parecía que había sido apagada hace poco.

Recordé lo que había aprendido años atrás, "en esta región, hay un sin número de cuevas, muchas de estas son casa de demonios o cementerio de humanos".

Pensé en salir de la cueva, pero mi aspecto no era muy bien tomado a ojos de cualquiera, había salpicado sangre en gran parte del detestable vestido blanco que llevaba puesto, mientras que las botas que llevaba aún tenían la suela de estas, sucias de la misma sangre.

Sin pensarlo dos veces, me sumergí en el agua, sentí como todo el cuerpo se hundía, ejercí presión, hasta llegar al fondo.

Abrí los ojos mientras sostenía la respiración, comencé a nadar en varias direcciones, evitando subir demasiado, por si alguien venía  hasta que sentí que el aire me faltaba.

Subí a la superficie, respiré hondo y lentamente como si nada pasara, como si no me estuvieran buscando, como si mi vida no iba a dar un cambio aún peor de lo que me imaginé.

Cerré los ojos, mientras flotaba, dejándome llevar por el agua, con el sonido de las aves y la tranquilidad del ambiente, hasta que escuché la voz de quien acortó mi vida.

—"Por quien acortaste tu vida"— corregí mentalmente.

De inmediato junto con su llegada el cantar de mi paz se acabó.

—¿Serena, donde estás?—

En un jardín de mala hierba, busquemos una rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora