Capítulo cinco: Alianza

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La mayor arma no es la de mejor filo, más bien las palabras que se escabullen hasta el fondo.
Lían

El largo pasillo del castillo, constaba de múltiples cuartos a sus costados, en la primera planta en donde las paredes estaban decoradas con hermosas pinturas de las victorias sobre otras naciones, paisajes de todas la estaciones, pero principalmente un cuadro de dos mujeres, de rasgos delicados, rodeadas por rosas rojas.

Sin duda esa era la pintura más hermosa entre todas, pero las decoración no quedaba hasta aquí, largas cortinas de seda y lana, de tonos blancos y negros delineaban los grandes ventanales. El suelo era por completo de baldosas blancas, y múltiples alfombras que guiaban a todos los cuartos, en el techo grandes arañas de oro sólido.

Quedé maravillada con la decoración, el lugar era divino y cada detalle finamente pulido. Cuando iba a ver más de cerca el cuadro de las dos mujeres, sentí como la cadena de mis manos me obligaba a entrar a un cuarto.

Gruñí por lo bajo, a lo que el culpable se rió de mi reacción—Creo que te va a salir cola y orejas de perro—dijo burlón mientras se acercaba hasta mí, dándome así mimos de perro en la cabeza.

Apuesto a que lo único rojo de mi cara no eran mis ojos, sentí como toda mi cara ardía , y ante esto lo tiré hacia el mueble más cercano  mientras buscaba cualquier cosa que se pudiera lanzar.

Mire hacia todas partes y nada, apenas habían dos muebles, una mesa y un armario, ni siquiera había ventanas—¿!Quién en su sano juicio tiene un cuarto sin nada que se lance!?—grite mientras me tiraba en un mueble quedando así justo delante de él.

Escuche pasos detrás de mí, pero no tenía ánimos de saber que más guardias me tendrían vigilada, por lo que mantuve mi vista en el bufón.

Sentí como una mano se posaba en mi hombro y automáticamente salte por el espaldar del mueble cayendo encima de quien sea que me halla querido matar de un susto.

—Se-Serena s-soy y-yo Anel—dijo titubeando mientras temblaba abajo de mí.

La miré incrédula mientras aprisionaba ahora sus brazos—¿Y qué diferencia hay?, me dejaste sola junto a ese guardia de cuarta—dije.

Sentí como la cadenas de mis muñecas eran tiradas con fuerza hacia detrás provocando que de mi saliera un gemido de dolor. No impuse fuerza estaba cansada, dejé que me ataran de uno de los muebles mientras ambos se sentaban en el contrario.

Tenía la cabeza gacha, sin duda ya debía  de haber amanecido, pero mi cuerpo por completo estaba molido apenas entendí cuando los labios del bufón se movían.

—Mi nombre es Lían Cross, antes de que me quieras seguir llamando bufón o guardia de cuarta— digo mientras, soltaba un largo suspiro.

Le mire a los ojos y este de inmediato esquivo mi mirada.

—Lo más seguro es que te dicten pena de muerte—digo neutro, mientras observaba a Anel.

—Lían, la que va a morir soy yo, hombre, di lo que vallas a decir mirándome a los ojos—dije entre risas débiles.

El ya mencionado abrió los ojos a todo lo que podía sorprendido—¿Me llamaste por mi nombre?—pregunto completamente sorprendido.

Bufé—No, he llamado al caballo que se encuentra en los corales de este lugar—dije desbordando sarcasmos.

Vi claramente como este rodaba los ojos e indignado decía—me acabas de decir caballo—.

Puse la mejor cara de "yo no fui" que puede poner alguien lleno de vendas y encadenado —Sin duda no, eso sería un insulto a tal noble animal—dije mientras le regalaba una sonrisa de lado.

Este bufó ante mi respuesta y restándole importancia prosiguió —Solo debes entender una cosa hay un camino para que te puedas mantener con vida y si no fuera por que te vi luchando no te daría esta opción—digo firme mientras me miraba fijamente.

No era el momento oportuno de morir, aún no.

Levante la cabeza, dejando ver una sonrisa retadora—Lían, para que tienes la boca si no es para hablar—exclame con firmeza.

Vi claramente como Anel se levantaba hacia mí con una gran sonrisa, me abrazo a lo que una cara de dolor y desagrado se apodero de mi rostro por completo.

—Se que estas feliz, creo que incluso Lian sabe que lo estás, pero ¡Las vendas que cargo encima no son de decoración!—Exclamé para que fuese obvio que me tenía que soltar.

Anel mi miró con cara de "no seas tacaña y deja que te abraze" —Solo un poco más— suplicó mientras me seguía abrazando.

Pude ver claramente como Lian se moría de la risa desde el mueble al ver mis mil una muecas en cada apretón de Anel.

Cuando por fin sentí como me liberaba de su agarre, un olor agridulce llego a mis fosas nasales, dirigí mi vista hacia la puerta y en esta pude observar a una rubia, de ojos marrones con un traje de sirvienta junto a un chico de mismo color de cabello y ojos solo que este llevaba el traje de guardia.
Algo sobresalía en ambos , tenían rasguños en las rodillas.

Mire de reojo a Lian y este entendió de inmediato "Cierra la puerta" y este acato de inmediato.

Anel tosió en busca de atencion—El plan no se va a realizar solo, menos si Serena no tiene informacion—dijo mientras se sentaba.

Lian afirmo con la cabeza, y comenzó ha hablar.

Iba a engañar por completo al Rey, la espada no sería el arma mas letal en esta corte.

Sentí como las cadenas pasaban a manos de otro hombre y este no tuvo ni un gramo de delicadeza al estamparme contra una pared en la cual las cadenas quedaban agarradas a estas de tal manera que tenia que soportar todo mi peso.

Escuche claramente como un vasallo daba paso al Rey—Alaben al Rey, regocíjense con su presencia y arrodillaos ante el— dijo a lo que este y todos los de la corte se arrodillaron y alabaron.

En ese momento entro el Rey y con una gran sonrisa de satisfacción vio a todos, hasta que llego a donde mí, en ese preciso momento su sonrisa se descarriló como si hubiera cometido un gran pecado— Por que no alabas al Rey de estas tierras, tu señor y el de todos—Digo escupiendo arrogancia y soberbia en cada palabra.

Con una gran sonrisa llena de sorna dije fijándome en los ojos del Rey—Yo no alabo a un Rey bastardo—dije e inmediatamente la cara de todos se descompuso y la del rey era un completo poema dedicado a MI.

En un jardín de mala hierba, busquemos una rosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora