El viento aullaba mientras arrastraba granos de arena que irritaban su cara. Todo lo que había a la vista era un enorme desierto que se fundía con el cielo en el horizonte. Hacía dos días que Teki había abandonado el Campamento Colmillo y ya comenzaba a preguntarse si había tomado la decisión correcta. ¿Qué era exactamente lo que buscaba, y porque lo hacía? Estaba más que claro que toda aquella información contenida en el dispositivo de memoria no le incumbía a ella, mucho menos a los de su especie, pero aun así lo hacía ¿por qué?, ni Teki sabía la respuesta. Pero su intuición le decía que debía hacerlo.
Se encontraba sentada en las ruinas de lo que alguna vez fue un centro de energía para vehículos. El techo del edificio había colapsado y los restos de una de las paredes yacían sobre el suelo; con el tiempo muy probablemente toda la construcción tendría el mismo destino.
Las carcasas de algunos vehículos rodeaban el lugar dando ese aire de abandono producido por una súbita catástrofe. Teki se encontraba descansando a la sombra que ofrecía una de las paredes que bloqueaba el sol.
Hasta este punto de su viaje no había tenido problemas de algún tipo. La comida pareciera que le duraría el resto del trayecto al igual que el agua. La pequeña plataforma de levitación seguía en buen estado a pesar del tiempo que estuvo abandonada. Y aunque todo indicaba que las cosas marchaban bien, para Teki había surgido un problema, el cual era expuesto por las preguntas que ella se estaba haciendo.
Ahora que lo pensaba mejor no tenía idea de porque había iniciado ese viaje. Ese pobre anciano que murió víctima de la guerra no le dio alguna orden, solo le dio el dispositivo y eso era todo. Pero, ¿para qué se lo dio después de todo?, ¿acaso esperaba algo de ella? Por lo poco que vio en el centro de mando Teki sospechaba que su difunto maestro era participe de algo muy importante; tan importante que creyó acertado en confiarle ese secreto a alguien no humano. Tal vez sí había una razón en especial para hacer ese viaje.
Después de media hora de descanso Teki se levantó y se preparó para partir. Encendió su plataforma que emitió un ligero zumbido elevándose unos treinta centímetros del suelo. Echo esto Teki se aseguró que no olvidaba nada y reanudó su travesía. Mientras caminaba consultaba su GPS verificando su posición actual y la distancia que le faltaba por recorrer, la cual todavía era mucha.
El silencio era sobrecogedor. Aun no podía acostumbrarse a solo escuchar el viento. Mientras estaba en el Campamento Colmillo la algarabía de sus habitantes le hacía sentir que no estaba sola, pero ahora era muy diferente. Aunque no solo extrañaba al ruido alegre del campamento, también echaba de menos a Gleth y Erdo. Estaba convencida de que no la acompañarían sin una razón de peso, y ese era el problema, no tenía ninguna. El mundo para sus amigos solo se resumía en buscar chatarra para intercambiarla por otras cosas. Ellos no compartían su misma empatía por la ciencia y mucho menos su entusiasmo por averiguar que era el Proyecto Cuna. Así que consideró que era mejor irse sin ellos a tratar de convencerlos.
El día había avanzado y el anochecer se acercaba, pero siguió caminando. En las cosas que había conseguido en el campamento tenía una lámpara que pensaban usarla para viajar de noche, pero esta medida era innecesaria ya que las dos de las lunas del planeta estaban completamente llenas, e iluminaban la oscuridad de la noche permitiendo ver gran parte del paisaje. Gracias a esto Teki decidió seguir avanzando hasta que el sueño se lo impidiese.
Horas después colocaba su pequeño campamento. Una de las cosas que aprendió de Erdo era que nunca debía encender una fogata si estaba completamente al descampado; siempre debía hacerlo en interiores, nunca se sabe que podría ser atraído por la luz.
Comió una lata de raciones como cena. Se acomodó lo mejor que pudo en el suelo y dejó que el sueño la alcanzara. Al otro día, cuando se levantó se dio cuenta de que el sol estaba muy alto; tal vez durmió demasiado. Pero sin tener mucha prisa se levantó y almorzó otra lata de raciones. Después empacó todo y partió.
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Neo-Humanos
Science FictionTeki vive cómodamente como la mascota de una niña humana. Es feliz con el simple hecho de poder jugar todos los días con su ama sin importar que en las noches la metan en una jaula y le den comida como un animal cualquiera. Pero un día descubre un...