Capítulo 1: Mi rosa negra

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¡Hay cosas imposibles de ver, pero capaces de sentir... tan cerca de ti!


Septiembre, 2018 

Desperté una noche de invierno, en una habitación de un hospital llamado Alhambra, ubicado en California, EE.UU, era una noche ciertamente fría, mi piel pálida, casi tan blanca como la nieve que descendía del cielo, cruzando por las ventanas semi abiertas de la habitación en un onceavo piso, una pantalla cuya función consistía en monitorear las señales cardiacas emitidas por mi latente corazón, mediante los electrodos conectados al electrocardiograma (EKG), los cuales eran diez para ser precisos.

Puedo recordar... Una voz.

Aquella voz emanaba una serenidad indescriptible en mí, mientras susurraba a mi oído; - pronto todo estará bien-. Sin embargo, cuando desperté... ¡Estaba solo!

Me encontraba solo y confundido en aquel inquietante lugar; una soledad abrumante, ése olor desagradable que te hace tener presente que estás en un hospital (detesto ese olor), el silencio que se esparcía desde la habitación hacia los pasillos y esa sensacion que me abrazaba aferrada a todo mi ser, en ése momento sentí un desprendimiento superficial, y a su vez, ciertamente arraigante, se sentía como estar desapareciendo sin realmente hacerlo.

Durante todo momento me mantuve en silencio, aunque miles de pensamientos navegaban por mi mente.

Observé a mi alrededor. Cada cosa estaba en su lugar, era un hospital particularmente común, ordenado, limpio, como usualmente debía estarlo.

Más allá de la habitación en la que me encontraba, alcancé a ver algunas personas en sus respectivas habitaciones, todos en mi misma situación. No obstante, ellos sí estaban acompañados de sus familiares y amigos. Ése era el abismo que nos separaba, sin embargo, lo que distanciaba nuestras realidades era mucho más complejo.

Podía visualizar un reloj que permanecía colgado en el centro de la pared lateral izquierda, justo debajo del aire acondicionado, el cual estaba demás a mi parecer, ya que era de noche y estabamos en temporada de invierno, el frío que entraba por la ventana ya era suficientemente insoportable, aunque según alguna vez escuché; la climatización en el área impacta positivamente en la salud y ayuda al paciente en su recuperación. Aunque para ser honesto, no creo del todo en esa teoría tan poco probable.

El reloj mostraba las 7:58 pm, yo sólo me pregunta por qué estaba en ése lugar y cómo había logrado llegar hasta ahí, pero no había nadie que respondiese a mis interrogantes.

Me quedé viendo el reloj fijamente, siguiendo el ritmo con su tic tac, tic tac, tic-...

De pronto...

Un suceso inesperado interrumpió mi concentración fijada en aquel reloj de pared. Las luces de las instalaciones se habían apagado repentinamente, todo estuvo en silencio, y después de 11 segundos volvieron a encenderse.

Justo después de aquel suceso noté algo extraño en el monitor de frecuencias cardiacas, éste se detuvo, quiero decir... ¡Ya no emitía ninguna señal!
En seguida me percaté de que algo no estaba bien, pero la pregunta era: - ¿Por qué dejó de funcionar?

Todos los cables estaban conectados, por lo que miré el cableado para confirmar que ninguno estaba deteriorado, luego comprobé que la conexión estaba asegurada contra bajas y altas de energía eléctrica por medio de un protector de voltaje.

Me temía que se hubiese descompuesto, de ser así; ¿Cómo haría para arreglarlo?

Quería levantarme y revisarlo por mi cuenta, pero aunque lo intentaba una y otra vez no lo lograba, el dolor era más fuerte que mi intención de levantarme.

- Esto es absurdo. - Suspiré.

¡El dolor era sumamente insoportable!

Sabía que, iniciaba desde la parte inferior de mi pecho y acababa en la zona inferior lateral izquierda de mi abdomen. No obstante, no entendí de qué se trataba hasta que, observé mi cuerpo detalladamente (siendo esta la primera vez), y lo comprobé: había sido sometido a cirugía recientemente.

Aquella situación llamaba mi atención y me formulaba incógnitas, como: ¿Qué sucedió?

Quedé ciertamente perplejo, traté de recordar, pero por más que me esforcé en hacerlo, no lo conseguí.

- Algo no está bien. - Expresé preocupado. - ¡Necesito recordar!

- ¡Esa voz! - Exclamó. - ¿De quién es esa voz?

Algo me decía que aquella voz la había escuchado antes... me sonaba bastante familiar en realidad.

Era como si se tratase de alguien que he conocido por años.

Desde la habitación, podía ver a través de la ventana la inmensa ciudad, se visualizaba muy iluminada, las luces de los altos edificios alumbraban toda la ciudad.

Nací en Seattle, una hermosa ciudad ubicada en Washington, Estados Unidos.

Seattle, a simple vista no parece tan impresionante, pero basta observarla una vez desde las alturas para comprender porque es conocida como "la ciudad esmeralda".

No sólo es la ciudad más grande de Washinton, sus lagos azules formando un colorido tapiz, su agradable calidad de vida y, además, se encuentra en medio de una paisaje de gran atractivo, a la vez siendo custodiada por Monte Rainier, un volcán extinto.

Sin embargo, ahora me encontraba en Alhambra, California.

La situación en la que me encontraba era sumamente repulsiva, cada instante giraba mi cabeza con cierta desesperación y la esperanza de salir pronto de ese lugar.

A los lados, junto a la camilla sobre la cual estaba acostado, habían pequeñas mesas, una de cada lado... a mi izquierda sólo estaba mi teléfono y, a mi derecha, sobre aquella pequeña mesa, estaba un calendario que mostraba la localidad.

Fue entonces cuando entendí que ya no estaba en casa, y...

- Septiembre 16, ¿eh? - Suspiré.

- Ha pasado un largo tiempo desde que estuve en un hospital, siendo yo el paciente.

-Tch... ¿Dónde están esos supuestos amigos en momentos como éste?

Cuando te encuentras en un lugar como ése, es deprimente, pero estar en esa situación y encontrarte completamente solo, te deja un inmenso... vacío.

- ¿En qué estoy pensando? - Me había distraído. - Debo arreglar el dispositivo (EKG).

Seguí buscando la manera de arreglarlo, por lo que, finalmente opté por buscar otra falla, la cual no pude encontrar, sin embargo, había algo de lo que no me había percatado antes, algo que me dejó gran intriga.

- ¿Acaso eso ha estado ahí todo este tiempo? Me pregunté ciertamente confundido.

¡Imposible! - Expresé en voz alta.

Justo sobre la mesa donde estaba mi teléfono, encontré una... ¡Rosa negra!

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