Capitulo 2: Anónimo

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Por minutos me quedé perplejo frente aquella rosa...

La admiré detalladamente, hasta que finalmente decidí tomarla entre mis dedos y, rápidamente una sensación inundó mi cuerpo de manera abrumadora.

¡Una sensación incapaz de ser plasmada sobre una hoja de papel!

Un instante después mi teléfono comenzó a vibrar y su pantalla se encendió.

Lo revisé... Era un mensaje de texto, así que lo abrí:

- Hermosa rosa negra, incierta, apacible y fugaz.

Rodeada de eterno fulgor; desde su albor hasta la consumación de todo su ser.

¿Has de quedarte o tal vez marcharte?

¡En un sentido puro, marchitas tu esencia, pero no han de opacarte... ni con la luz de la luna!

Para: Kristopher J. R.

De: .........

Kristh

- ¡Qué extraño! - Expresé en voz alta.

- El emisor del mensaje está anónimo. - Dije entre mí.

Intenté levantarme de la camilla, pero cuando estuve a punto de hacerlo... una mujer se acercó a la habitación.

Abrió la puerta, y entró.

Llevaba un vestido blanco, impecable, un blanco tan puro como una nube siendo iluminada por el reflejo del sol.

Yo no dejaba de admirarla, su piel blanca, su cara perfilada, su cabello largo color castaño semi claro, sus uñas tan naturales, y a su vez brillantes, sus labios como el rocío de una sakura, rozaban la perfección, pero sus ojos... no eran sus ojos.

Tal como cuando conoces a alguien y en sus ojos ves el reflejo de ti mismo, como si te vieses en el agua de una piscina, la cual no fluye como río, sino que se mantiene tranquila y en calma.

Sus ojos eran totalmente distintos a los de cualquier persona que haya visto alguna vez; ella no miraba fijamente... traspasaba con la mirada..

Se sentía ciertamente como estar dentro de una película de terror, pero sin ser el protagonista, en otras palabras, yo sería como uno de esos personajes secundarios que suelen morir en el clímax de la película.

Yo, realmente estaba en un tipo de pausa, inmóvil, sólo limitándome a observarla y, obviamente respirar.

A decir verdad, dudé en su presencia en mi habitación, es decir, pensé que estaba ahí para corregir la falla del electrocardiograma (EKG), pero mirándola detalladamente, no llevaba pinta de trabajar ahí o ser una de las enfermeras.

De momento, llegó a mí un recuerdo...

Durante toda mi vida, vi a personas ir y venir.

Muchas de las personas que se iban, no regresaban, era como si tomaran un viaje sin retorno hacia un lugar que no podía alcanzar.

Pero, de algo estoy seguro, todas las personas que llegaban, en un punto de mi vida; siempre se marchaban.

Nunca comprendí en qué consistía ese recorrido; ir y venir, irse y jamás volver.

Sin embargo, las personas cambian con el tiempo, sin importar el camino, para bien o para mal... siempre cambian.

Y, al final tuve que aceptarlo.

Intento no aferrarme a las personas... suelo perderlas.

Entonces se proyectó en mi mente un recuerdo generado desde mi niñez.

Cierta persona estaba despidiéndose de mí, yo tenía unos 3 años de edad, no entendía del todo lo que estaba sucediendo pero, no quería decir adiós.

No existe algo más imperdonable en este mundo, que jugar con los sentimientos de un niño.

Yo, estaba ahí, de pie... soltando lágrima tras lágrima.

Intentando adherirme a algo que no me pertenecía.

Ése era yo, un pequeño niño ingenuo; creyendo en la luz al final del túnel pero... este túnel no tenía final.

Después de todo... no se necesita mucho para aplastar los sentimientos de un pequeño.

Pero, con el paso del tiempo vas creciendo y te das cuenta que las cosas van cambiando a su manera, no puedes forzarlas, debes dejar que todo fluya, aprovechar cada momento y vivir un día a la vez.

Cada año siempre suele ser algo distinto, más amigos, más sonrisas, tal vez recuperaste un sueño que parecía extinto... o tal vez... es todo lo contrario.

El tiempo corre tan deprisa, que sin darnos cuenta pasamos del llanto a la sonrisa. Ten presente que los recuerdos sólo viven en la mente, y tirar un segundo de tu vida; se convierte en el primer error.

Hay un mundo lleno de misterios que anhela ser explorado. Se siente solo y mientras, muchos siguen inmóviles y de brazos cruzados... le quitan valor a aquello que muchos otros desean.

Entonces entre en sí e intenté iniciar una conversación con aquella mujer en la habitación..

Kristh

- Buenas noches. Gracias por venir.

- El electrocardiograma (EKG) está fallando. Está aquí para corregir la falla, no?

- Tengo ciertas dudas, sinceramente por más que trato, no logro recordar cómo llegué aquí o qué me sucedió.

Hace mucho tiempo que no iba a un hospital, y había olvidado por completo la sensación que recorre tu cuerpo al estar hospitalizado, y todos esos pensamientos que... te sumergen al vacío.

Ella se quedó en silencio.

- Disculpe... - Dije interrumpiendo aquel silencio incómodo.

Ella seguía de pie, observándome, sin emitir ninguna palabra, acción o reacción.

Realmente me estaba poniendo nervioso, pero la intriga me estaba consumiendo por dentro.

Finalmente decidió acercarse, pero su presencia volvía el ambiente cada vez más lúgubre e inquietante y, meramente dijo:

Natalie

- ¡Es hora de irse!

Kristh

- Espera un momento. - Dije repentinamente.

- No comprendo a qué te refieres con "es hora de irse", en primer lugar, no sé siquiera cómo llegué aquí.

- Tampoco sé por qué estoy en un hospital. - Expresé con un tono ligero de irritación.

Ella permanecía en silencio al mismo tiempo que me escuchaba hablar.

- ¿Te quedarás en silencio? - Pregunté aún intentando descifrar quién era ella.

- ¿Acaso se trata de una estúpida regla de confidencialidad del hospital con sus pacientes? - Nuevamente dije en forma de pregunta.

- No quieras jugarme una broma. - Expresé finalmente.

Natalie

- Creo que no lo has entendido. - Dijo sin mostrar expresión alguna.

- Ahora bien, puedes conservar la rosa.

Al escuchar esa última oración, miles de confusiones atravesaron mi mente y su sensación se esparcía por todo mi ser, como si se tratase de cien hojas apuñalando mi cuerpo, y mi sangre convirtiéndose en dudas; se desbordara lentamente, hasta infundir un caos de incógnitas.

Pero la mayor de todas las incógnitas planteadas en mi cabeza y rebotando exorbitantemente, era; ¿Quién es ella, y cómo supo de la rosa? ¿Acaso ella...?

¿Quién Soy Yo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora