Capítulo 3. El plan

37 4 11
                                    

Todas nos quedamos boquiabiertas con su presencia. Nuestro princeso si había ido, aunque no conocía a nadie más que a Barry; a quien inmediatamente mandé hacerle conversación para que no se sintiera tan fuera de lugar.

—Yaya, tomemos las fotos —dijo osito Yogui.

—Eh... Sí sí claro.

Princeso se fue a sentar en la banca junto a Barry; osito Teddy se unió a la conversación.

—Sí vino, Yaya —dijo Grecia emocionada.

Yo asentí casi por inercia.

—Ow —pronunció Nati mirando en su dirección.

—Ya, no hay que mirarle tanto —intervine—, o se va a ganar que estamos derramando la baba por él.

Como nunca ese día me volví muy acomedida. Quise repartir las tajadas de torta solo para verle de cerca. Pero nunca le hablé. Tenía y tengo ese gran problema de hacer fácilmente amigos, pero me es imposible hablarle o entablar una amistad con el chico que me gusta.

Terminamos el compartir para luego nos despedimos de los muchachos.

En el microbús Nati y yo no dejábamos de hablar sobre la sorprendente llegada de princeso a la fiestecilla.

Desde ese día intentábamos sentarnos cerca de princeso, pero era difícil ya que él solía utilizar las carpetas individuales de la columna de en medio. Mientras nosotras nos sentábamos con la "pandilla" en las bancas enormes junto a la pared. Aun así, lográbamos sentarnos medianamente cerca.

Una mañana de magnífico calor llegué casi tarde, unos cuantos minutos atrasada, pero antes de la llegada del profesor. Al cruzar el umbral de la puerta del salón, como siempre divisé a mi pandilla y la ubiqué en la cuarta fila. Sonriente me acerqué a ellos, y grande fue mi sorpresa al ver a princeso en la tercera fila. En cuanto mis pies me fueron acercando, Nati me señaló el asiento libre que fervientemente me había separado junto a él. Claro que quería sentarme ahí, pero era demasiado cobarde para hacerlo. No éramos amigos, ni siquiera conocidos. La fiestecilla que le organizamos a Barry no sirvió de mucho. Así que estando a un pelo de sentarme junto a él, empecé a dudar tenazmente. ¿Me sentaba o no me sentaba?

Miré a Nati con ojitos del gato con botas de Shrek, pero lo que recibí no fue su compasión, sino un tremendo empujón.

—¡Siéntate rápido miércoles! —Me obligó a sentarme bruscamente. Utilizó mi palabra: "miércoles", que la utilizaba para insultar con cariño.

Los chicos rieron y vi de reojo a princeso sonreír sutilmente. Bien, al menos servía para hacerle reír. Le había parecido gracioso el empujón que mi queridísima amiga me había dado.

¿Saben qué? Yo me había convertido en una especie de entretenimiento para él. Creo que solo me miraba para ver qué gracia hacía ese día. Bueno, por algo se empieza, y yo ni corta ni perezosa con tal de llamar su atención, me convertí en el payaso de salón.

Una mañana en el recreo me puse a jugar con Natalia cómo niñas, un juego de manos. Arriba abajo, una palmada con el dorso, dos con la palma, un aplauso... El resto de la clase nos miraba como diciendo: "están locas". Pero no nos importaba.

Sentía un aprecio especial por Natalia porque era tan demente e infantil como yo; me acompañaba en todas mis travesuras.

—Chicas —susurró Brandy—, princeso las está mirando.

Fue nuestro aliento para seguir haciendo tonteras.

—Sí, y se está riendo —continuó Celeste.

—¡Sí! —chilló Grecia—. Sigan, sigan.

SIMPLEMENTE JEIMYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora