Epílogo 2. Volviendo con los míos.

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Bien, ahí estaba de nuevo, mi antigua escuela, mi primera y tan recordada escuela. Me alegraba volver porque en ese pequeño pueblo los niños éramos más felices, más libres. No había noticias de robos ni secuestros. Podíamos jugar hasta altas horas de la noche sin miedo a que nos pasara algo. Íbamos a jugar al río, o a las pampas, bajo la fuerte lluvia, o bajo el potente sol.

Mientras mamá arreglaba unos papales, yo caminé en el patio en medio del tumulto de niños a la hora de entrada.

—Jeimy, ¿eres tú? —Escuché.

Aquella voz era conocida, volteé para ver de quien se trataba, y sí, no me equivoqué, era ella, estaba más alta y más delgada de como la dejé, pero seguía siendo muy bonita.

No sé cómo lo vean los demás, pero creo que una de las mejores virtudes de mi amado pueblo, es su belleza femenina. Castañas, morenas, altas, bajas, ojos verdes, ojos negros, ojos marrones... La variedad es mucha. Y Paula era —y es—, muy bonita. Ojos rasgados, frente amplia, hoyuelos en las comisuras de sus labios gruesos, cejas pobladas, espesas pestañas —y en ese entonces—, cachetes regordetes.

—¡Paula! —exclamé al borde de las lágrimas.

Corrimos a abrazarnos, tres años que no la había visto ni una sola vez. Cuando éramos más pequeñas éramos inseparables, unidas a mi prima Shantall. Las tres jugábamos y no nos despegábamos la una de la otra. A Shantall la veía en vacaciones cuando pasaba unos días por Trujillo, pero a Paula no la había en demasiado tiempo, casi una eternidad para una niña de nueve años.

—Paula, tenía miedo que me hayas olvidado.

—Y yo tenía miedo que no regresaras nunca más. ¿Estudiarás aquí?

—Así es amiga.

—Qué bueno.

—¿Y Shantall? —pregunté.

El rostro de mi amiga se tornó triste.

—¿Cómo, no lo sabes? Pensé que lo sabías, eres su prima.

—Antes nos hablábamos por cartas, yo le mandaba la mía con mi tía, y ella también me la enviaba a través de su mamá, pero hace un tiempo que ya no hemos hablado, pero, ¿qué ha pasado?

—La señora Vicky se la llevó a Lima.

—¿Mi tía se la llevó? —Entorné los ojos

—Sí.

—Es una pena, el grupo seguirá dividido —suspiré haciendo un puchero.

—Es verdad.

La campana anunció la entrada de los estudiantes. Ya me había olvidado de ese sonido, estaba acostumbrada al escandaloso timbre de mi colegio en Trujillo.

—¿Vamos? —Me tomó de una mano.

—¿Aún sigues en el "A"? —pregunté refiriéndome a la sección.

—Sí.

—A mí me han puesto en el "B", ya no había vacantes disponibles en tu salón.

—Pero el director es tu tío.

—Sí, pero no pudo hacer nada. Mamá también quería que vaya en el "A".

—Bueno lo importante es que estamos en el mismo colegio.

—Es cierto.

Una niña muy guapa de cerquillo se acercó a nosotras. Su colonia de fresas olía a kilómetros.

—¿No entras, Paula? —Se puso a su lado. Me era inevitable no fijarme en sus llamativos aretes colgantes.

Era bastante delgada, ojos grandes como los míos y piel trigueña.

SIMPLEMENTE JEIMYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora