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Aún seguía dolido por lo de esa noche, recuerdo como el placer y el enojo abundaron en mi cuerpo, me sentí completamente estupido, estaba enfrentado algo que se parecía a mi, justamente igual que yo, pero aún no estaba seguro.
Cabe descartar que tengo un pasado que me atormenta, es un agujero negro que ha consumido gran parte de mi vida, pero solo una chica sabía todo eso de mi, no era lo que pintaba, mis ojos verdes solo camuflaban los demonios de mi alma, y es que no era para nada bueno, no lo era, y jamás lo he sido.
He cometido errores que quizás me arrepienta una y otra vez, pero arrepentirse no sirve de nada cuando las cosas ya están mandadas a la mierda, fue la primera vez donde rogué, donde me quede en un lugar que solo mi costumbre quería, donde estaba ahí para sentirme bien, porque encontraba todo el cariño que mi madre jamás me dio y se sentía... se sentía jodidamente lindo, aunque me estuviera matando, desde ese entonces mi vida se convirtió en una piedra, mi corazón se quedó dentro de un congelador con mil llaves antes de llegar a el, yo era imposible, algo así como un demonio que nadie logra encajar en el infierno, un alma suelta, que por más que intenten hacerla volver a un cuerpo que permanecía inmóvil ante los estímulos de la sociedad, siempre serían intentos fallidos.
Un sonido al fondo me hizo volver a la tierra, estaba sentado en mi coche justo frente de una cafetería, salí, me puse en marcha hacia aquel establecimiento con mi laptop y otros libros que me acompañaban.
—Hola, Bienvenido—Dijo una agradable chica rubia en la entrada
—¿Mesa para cuantos? —Dijo con una grande sonrisa, aquella sonrisas falsas de vendedoras.
Mire hacia los lados —Supongo que para uno—Alce los hombros e hice una sonrisa tonta.
—Claro, sígueme—Dijo subiendo los ojos.
Llegue a la mesa, jamás había estado en ese lugar, olía a madera fina, aquella que estaba acostumbrado desde pequeño en casa de mi madre, me hacía recordar la infancia, maldita infancia, era un ambiente gris, con olor a café y madera, personas charlando a mi alrededor, luces rodeando el tejado y plantas cayendo del mismo, me sentía a gusto, era agradable.
Una vez contemplaba el lugar una chica se acercó a mi, mantenía la cabeza agachada mirando el menú, hojeando la sección de cafés en busca de algo nuevo y bueno.
—Buenas tardes, ¿Estás listo para ordenar?—Dijo aquella chica.
—Maldita sea, maldita sea, esa voz se me hacía tan conocida, por favor no, no, no —Dije en voz baja cerrando fuertemente los ojos.
Subí la mirada, era ella, joder estaba en todos lados, ¿Es que jamás podré librarme de ella?, pude ver como su cara cambio de gesto en cuestión de segundos.
—¿Ahora me sigues? —Dijo en voz baja
—Eres mala e ilusa ¿no crees?—Dije con un poco de desprecio.
—¿Qué vas a ordenar? —Dijo.
—Dame un capuchino mediano con tres cucharadas de azúcar, por favor—Dije en tono amable y pude ver su cara de sorprendida.
—¿Qué? —Dije al ver que no dejaba de mirarme, quizás pensé que eran mis anteojos ovalados o mi suéter vino tino de nerd.
—Me asombra que de bajo de esa arrogancia haya gentileza—Dijo mientras recogía el menú y daba pasos marchándose.
Pude verla cuando se marchaba, llevaba jeans justos, camisa ancha de color rojo por dentro de ellos, delantal negro y una pequeña gorra que cubría su pequeña cabeza del mimo color de su camisa.
—Incluso con ropa regular se ve hermosa —Dije en voz baja.
Prendí mi laptop y me puse en marcha hacer mis trabajos, tenia libros que leer y una presentación por terminar.
—Tu capuchino—Dijo colocándome la taza en la mesa, donde pude ver su nombre y apellido.
—Gracias—Sonreí con gentileza.
Una vez ella se marchó decidí buscar algo sobre su vida, alguna información que me diera algo que jamás ella me dió, así que proseguí a colocar su nombre en el buscador y una cantidad de resultados me arrojo Google, le di clic en la primera opción, y era ella, quizás tuve suerte, entre y pude ver que era de Atlanta, muy lejos de aquí, era la ultima de tres hermanos o eso pensé, pude observar que le gustaba la fotografía y el cielo, las nubes y todo lo que en ello se formaba, también pude notar que escribía, habían textos con su firma en el pie de pagina, lo cual me impresionó.
—Wow la mocosa es talentosa—Dije en mi mente mientras terminaba de leer uno de sus escritos.
En cierta parte se parecía a mi, me gustaba escribir, quizás era uno de los talentos más ocultos que tenía y que jamás me había atrevido a mostrarle a alguien, quizás porque siempre pensaba que se reirían de mi, debido a que mi piel nunca encajaría con la escritura.
—¿Necesitas algo más? —Dijo mientras se acercaba.
—Uy yo sé que quieres estar cerca de mi, pero no, gracias—La mire con una sonrisa.
—Aunque no quiera me toca, son reglas idiotas del trabajo, así que tengo que saber si el idiota esta bien con su servicio actual—Dijo en tono sarcástico.
—Si, por favor puedes traerme la cuenta—Dije mientras escribía en mi laptop.
Seguía sorprendido de lo que había averiguado, quizás es de esas chicas poco expresivas en persona, pero que dice mucho mediante letras.
—Toma —Dijo mientras colocaba la carilla negra con un papelito saliendo por fuera, lo dejo y se marchó.
Decidí dejarle una pequeña escrito en el papel que poco después recogería, saque una pluma y escribí: "Así que te gusta el cielo, ¿Sabes que las estrellas te ayudan a unir nuevas constelaciones?"
Deje su el papel sobre la mesa con todo el cambio que tenía, recogí mis cosas, salí del establecimiento, subí a mi coche y lo puse en marcha, mientras poco a poco me iba, pude ver por el reflejo de la ventana como leía la nota y miraba a todos lados sorprendida, quizás buscándome para matarme o quizás no.

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⏰ Última actualización: May 05, 2019 ⏰

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El Dolor al unir las constelacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora