Capitulo 6

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[Pasado]

—¡Hola! Por fin aparecen, dormilones —dijo mi prima desde el borde de la piscina, con una sonrisa adornando sus delicados rasgos. Volvió a tirarnos agua.

—Ahora verás. Ya puedes ir corriendo si sabes lo que te conviene —le amenazó Sungmin corriendo hacia donde esperaba la abuela.

—No me das ningún miedo, Sungmintontín —se burló Elena.

Sin poder contener la risa, salí detrás de mi hermano. Dejamos las cosas donde la abuela y extendimos las toallas como pudimos, haciéndonos un par de huecos y pidiendo permiso y perdón a varias mujeres que no nos acogieron precisamente con una sonrisa. Le dijimos a la abuela lo del dinero de la entrada, y entonces cayó en la cuenta de que no nos había dicho nada. Se inquietó al pensar que nos habíamos colado pero enseguida la tranquilizamos cuando le contamos que Kyuhyun nos había ayudado. Nos dejó bien claro que le devolviéramos el dinero cuanto antes, porque nada era más mezquino en la vida que no pagar una deuda o no cumplir una promesa. La abuela nos miraba desde detrás de unas impresionantes gafas de sol verde botella que, abarcándole media cara, le hacían parecer una mosca. Deseando estrenar las piscinas, cortamos la conversación y salimos corriendo hacia el agua.

Estuvimos jugando con Elena, haciéndonos aguadillas, buceando y construyendo torres humanas. Salpicamos a la gente y el señor Rioja nos riñó, aunque a mí me pareció muy buena persona; sin embargo me recordó a nuestro padre, siempre tan recto y tan tradicional, incapaz de comprender las inquietudes de sus jóvenes y desorientados hijos, sobre todo las mías. Alguien me dio un par de palmadas en la espalda haciéndome saltar de la silla a causa del picor que me provocó el exceso de sol. Un grito me salió del alma antes de mirar atrás. Era Max. Al principio no lo reconocí, con el pelo mojado, en bañador y sin gafas de sol, pero su voz chillona lo delató. Charlamos un rato. Nos invitó a salir por la noche. Esta vez le dije que sí. Me apetecía ver el ambiente que se respiraba en la noche de Molinosviejos, y sabía que a Sungmin también. Nuestros padres no nos habían permitido salir por la noche hasta que cumplimos dieciocho años; y ahora queríamos aprovechar al máximo.

—Oye Max, ¿sabes dónde está Kyuhyun? —le pregunté tras otear la zona por donde me dijo que estaría sin que lo viera.

—¿El molinero?

—¿Es molinero?

—Sí, tiene un molino a las afueras del pueblo.

—Ah, no lo sabía. Bueno, sí, ese.

—Ya se ha ido, nunca está más de un par de horas.

Enseguida regresé con los míos, tras prometerle tres veces a Max que saldríamos esa noche. Cuando el calor remitió y la oscuridad empezó a conquistar La Mancha, la abuela levantó el campamento. No era conveniente recorrer la distancia que nos separaba del pueblo a oscuras. A medianoche salimos de casa en camisa y pantalones cortos. Elena venía con nosotros. Lucía un vestidito blanco con un escote redondo, manga corta y larga falda con mucho vuelo, que se movía graciosamente al compás de su cuerpo. Llevaba el cabello recogido en un moño y una diadema de nácar le sujetaba el flequillo. Su rostro bronceado, colmado de pecas, resplandecía, y su mirada esmeralda dejaba entrever una misteriosa melancolía que no acababa de encajar en una chica tan alegre. La abuela nos había obligado a ponernos fijador en el pelo, y los gemelos lo llevábamos peinado hacia atrás. Dábamos la impresión de ser hijos de un banquero o de un nuevo rico. En realidad lo éramos, pero no nos gustaba nada el estilo de vida y de gustos que se nos quería imponer. No nos agradaba la idea de que la gente supiera que nuestro padre, licenciado en una universidad del Opus Dei, había hecho fortuna abriendo el país al mundo de los negocios, vendiendo su alma al diablo, sacrificando su familia a su Dios, al dinero.

El reencuentro con su pasado [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora