Capítulo 36

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[Presente]

Vi salir el Sol. La verdad es que apenas dormí un par de horas. Los recuerdos se amontonaban en mi mente y la calurosa noche les ayudó, poco a poco, a dominar mis pensamientos. Así que, al alba, me levanté y coloqué mis cosas en el armario. Ordené el cuarto, me duché y bajé en albornoz a desayunar. La leche empezaba a caldearse cuando la abuela entró en la cocina. El Sol iluminaba la estancia, y al mirarla, así, de soslayo, me pareció que una luminosidad especial rodeaba a la anciana. Sonrió y se acercó a darme un beso.

Desayunamos juntos, en silencio. Un silencio que aquel verano rompía Sungmin con sus historietas y sus bromas. Era tan exagerado...

Alguien llamó a la puerta. La abuela salió a abrir mientras yo fregaba las tazas. Elena apareció ante mí, en pantalones cortos y camiseta, y con un bolso de bandolera. La miré, puso los brazos en jarra y dijo:

—Venga, vamos a andar en bici un rato.

— Buenos días, Elena —dije yo como si no hubiera oído su proposición.

—Venga, no seas vago. Te gustaba andar en bici.

—Hace muchos años.

—No tienes excusa. Estás de vacaciones, venga. —Tiraba de mi brazo—, vístete y vayámonos.

—Elena, estás embarazada —le dije esperando que desistiese de su idea.

—Tú lo has dicho. Estoy embarazada, y voy a montar en bici. Así que tú que no lo estás, no tienes excusa. Vamos, primo.

No tuve opción. A decir verdad, sí me apetecía, pero hacía mucho que no montaba en bicicleta. Y esa mañana me encontraba algo melancólico. Subí al cuarto y me enfundé en unos pantalones cortos y una camiseta. Me calcé playeras y suspiré antes de reunirme con mi prima.

—Hijo. —Me detuvo la abuela antes de salir, emanando ese fulgor que vi antes, en la cocina—. Sé valiente. Te quiero. —Y me besó.

No entendía a qué venían esas palabras, y ese tono tan ahogado que utilizó. Le di un beso y salimos.

—Creo que esta estará a tu medida —dijo Elena montada en su bici, señalándome una mountain bike roja que me aguardaba apoyada en la pared.

—Sí, está bien. No he crecido nada en los últimos veinticinco años — respondí al montar—. Por cierto, Elena, ¿adonde me llevas?

—¡De paseo! —exclamó y se lanzó calle abajo, hacia la plaza, pedaleando a toda velocidad. Imploré al cielo fuerzas para seguirla. En un momento llegué a la plaza. Elena me esperaba junto a la fuente.

—No creo que estas carreras sean buenas en tu estado —le advertí preocupado. Ella bebía del caño.

—Tranquilo, sólo estoy de un mes.

—¡Precisamente! Soy médico, ¿recuerdas? Los primeros meses son especialmente delicados, el feto aún no está formado completamente y...

—Cálmate RyeoWook —me interrumpió mi prima—, además, la salida era sólo para impresionarte. Iremos más despacio. Hay que mantener el ritmo.

—¿El ritmo? Para ir adonde.

—Mira, RyeoWook—me interrumpió, señalándome con los ojos el fondo de la plaza.

Un hombre, que no era muy mayor, aunque se le veía bastante envejecido, salía del bar. Estaba calvo y muy delgado. En su rostro se habían marcado los años con verdadera fiereza; y sus ojos denotaban apatía hacia todos.

El reencuentro con su pasado [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora