Capítulo 31

34 9 3
                                    

[Pasado]

Debían de ser las siete de la mañana. Quizás un poco más tarde. El Sol ardía con fuerza y se elevaba ya un par de metros sobre los trigales en el horizonte. Una brisa mecía el campo, que parecía saludarme con amabilidad y temor contenido. Hacía fresco. Me volví para ver el molino. Era hermoso, imponente, con sus aspas erguidas, solemne, y con un gran corazón en su interior...

La luna se desvanecía al otro lado del cielo y ya ni Venus se atrevía a brillar. Los tonos escarlata se difuminaban para dar paso al azul radiante de un día de verano, aunque ya el verano comenzaba a languidecer.

Media hora después entré en casa de la abuela. Salió como un rayo al recibidor desde la cocina. Me abrazó.

—Tus padres vienen hacia aquí.

—Bien, ¿cómo están?

—Mal, RyeoWook, muy mal. Pero creo que mi hija es fuerte, creo que saldrán adelante. Pero, tú, mi niño —me dijo mirándome a los ojos—, tendrás que ayudarlos todo lo que puedas.

—Sí, aunque no ahora. Me voy.

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir?

—Me vuelvo a casa, no puedo seguir aquí.

—Pero ¿y tus padres?

—Ya los veré cuando vuelvan a casa. Yo tengo que marcharme.

Empecé a subir las escaleras. Mi abuela me seguía, intentando comprender por qué me iba; intentando hacerme volver a la realidad, pero yo no la escuché.

—¿Y Kyuhyun?

Me volví, miré alrededor, bajé un peldaño y fijando la mirada en mi abuela, le dije:

—Por él me voy, para salvarlo.

—Hijo...

No le dejé continuar. Subí y me encerré en mi cuarto. No recogí todas mis cosas; sólo metí algo de ropa y las cosas de aseo en la mochila. Estar en aquella habitación me provocó una angustia especial. Me parecía sentir a Sungmin allí, en la cama de al lado. Recogí mis cosas casi sin mirar, temiendo fijarme en su ropa, en su recuerdo. Casi podía escuchar su respiración, y evitar un espejo estaba a punto de enloquecerme. Acabé de recoger y salí de allí. Me metí bajo la ducha un momento, necesitaba refrescarme y limpiarme. Me vestí con vaqueros y camiseta y bajé al salón con la mochila en la mano.

Elena me vio cuando marcaba el número de Max. Se acercó, intrigada por mi conducta.

—¿Max? Soy RyeoWook, perdona que te llame tan pronto.

—¿Qué haces, RyeoWook? —me preguntó Elena fijándose en la mochila, tumbada a mis pies.

—Necesito que me hagas un favor...Sí, estoy bien, gracias... Mira, quiero que me lleves a Ciudad Real, a la estación... Sí, dejo el pueblo.

—¡¿Te vas?! —gritó Elena.

—Mira, son las... —busqué con la mirada el reloj de pared de mi abuela—¡ocho! Vaya —dije haciendo cálculos mentales—, quiero coger el tren de las nueve en punto; ¿nos dará tiempo?

—RyeoWook, no puedes largarte así...—me imploró Elena.

—Vale, Max, gracias. Te espero en diez minutos, de acuerdo. Sí, en la puerta, ya estoy listo.

Colgué. Miré a Elena que, furiosa, me observaba desde el umbral de la puerta despeinada y con su camisón rosa.

—No puedes irte —repitió con una mirada fulminante.

—No puedo quedarme. Ya he hecho demasiado daño.

—Harás mucho más si te vas.

—Quizá así lo parezca al principio, pero te aseguro que es lo mejor. El tiempo se encargará de darme la razón.

Los dos sabíamos de qué y de quién hablábamos.

—No es justo, ¡RyeoWook!.

—¡Claro que no! Pregúntale a Sungmin a ver si le parece justo.

Recogí la mochila del suelo y rodeando a mi prima, me dirigí al recibidor. Elena corrió detrás de mí.

—No puedes irte así —su voz se desgarró cuando dijo—: ¡Qué pasa con Kyuhyun!

Me volví y la abracé.

—Lo amo tanto como una persona puede amar, pero si no me alejo de él, morirá.

—No, no, no es cierto...

—Sí que lo es. Yo maté a Sungmin, y si no me alejo, mataré a Kyuhyun... A nadie le duele tanto como a mí, pero si quiero salvarlo, debo irme...

La abuela apareció de repente, venía de la cocina. Traía un bulto envuelto en papel de aluminio. Me lo entregó.

—Tendrás hambre, es un viaje muy largo el que estás a punto de emprender hoy, hijo.

No comprendí la profundidad de sus palabras.

—Gracias, abuela. Gracias por entenderme.

—Te entiendo, pero escucha esto: Dios nos dio libertad para vivir; pero existe un límite a esa libertad: la unión con los demás —no alcanzaba a comprender sus palabras. Ella lo vio en mis ojos y me lo aclaró—: Mientras somos independientes por completo, nuestros actos sólo nos afectan a nosotros mismos. Pero cuando hay gente unida a nosotros de cualquier forma, nuestras decisiones afectan a esas personas en mayor o menor medida.

Guardó silencio. Yo también. Tenía razón: mi huida podía afectarlas a ellas, a mis padres, a Cho Kyuhyun...

Un bocinazo rasgó la mañana. Abrí la puerta y el Peacemovil, con Max al volante, esperaba ante la fachada. Max abrió la puerta del copiloto. Le alcancé la mochila. Mientras la dejaba en el asiento de atrás, yo me despedí.

—Adiós, abuela. —Nos fundimos en un sincero abrazo.

—Espero que la tormenta de tu cabecita pase pronto, hijo. Pero sé consciente de que la de tu corazón seguirá viva, te lo aseguro. Recapacita, RyeoWook, ya eres un hombre.

—Este pueblo es Sungmin, abuela.

—Y Kyuhyun—intervino Elena, de brazos cruzados, apoyada en el quicio de la puerta.

—No te esfuerces, Elena. He tomado una decisión, y él lo entenderá. — Meneó la cabeza. Acaricié la bici de Kyuhyun, apoyada en la pared de la casa, junto a la puerta. Un relámpago en mi mente me mostró todo lo que había vivido con Kyuhyun en Molinosviejos. Aparté la mano súbitamente—. Devuélvele la bici de mi parte.

—Vamos, RyeoWook, se hace tarde — apuntó Max encendiendo el motor.

—Adiós —dije montando en el coche. Abrí la ventanilla—. ¡Las quiero!

El seiscientos rugió y se alejó de la casa de mi abuela calle abajo. Cuando la perdí de vista, miré hacia delante y me sequé las lágrimas con el dorso de la mano. Max me observaba mirándome de soslayo, pero no dijo nada. Puso música y aceleró. Enseguida dejamos atrás y nos internamos en la carretera en la que Max nos había recogido a Sungmin y a mí el día que llegamos al pueblo. Qué lejano quedaba ese día en el tiempo y qué cercano en la memoria. Hasta me pareció ver a Sungmin sentado en el asiento de atrás... Miré el campo. Hermoso, dorado, tan cómplice de nuestras vidas...



ღ ღ ღ

El reencuentro con su pasado [Adaptada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora