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7
Y poco a poco, Gouenji comprendió a su compañero de banca. Aquel rubio amable que había reclamado a Shirou. Él no tenía por qué compartir sus emociones y, de haberse dado cuenta antes, los habría detenido. Pero todo salió a flote una tarde lluviosa. Llovía tanto que a Gouenji Shuuya se le antojó acurrucarse con su amante entre las sabanas mientras veían una película. Cuando abrió la puerta, como tenía por costumbre, se encontró con otra persona que no era su amante. La sorpresa fue demasiada. No podía creerlo.
–Gouenji, ¿qué haces aquí?
Su cabello en rastras suelto.
La piel morena de su torso al descubierto.
Sus ojos profundos, mirándolo con incertidumbre.
Yuuto Kidou se coloca su camiseta blanca, apresurado.
–Quería preguntarle a este chico si le sobraban velas aromáticas. – dijo, aún sin salir de su asombro.
–Me obsequió una hace un mes pero, ya se gastó y me gustó mucho...– Se quedó callado unos segundos, para luego continuar. –En serio no pensé que fueras de esos, Kidou.
Su intención inicial no era reñir a su amigo, pero la expresión de su rostro le dijo que lo había tomado como una reprimenda.
–Yo tampoco.– negó, sonriendo.
–No me mires así. No pasa nada.
Era absurdo discutir con su amigo por acostarse con alguien que no le pertenecía.
–No le diré a nadie.
Entonces Kidou sonrió más tranquilo, soltó un "Hasta luego" y se marchó.Aunque no le reclamó nada a Yuuto Kidou, eso no disminuía su enojo. Cerró la puerta y fue en busca del albino. Shirou Fubuki había escuchado todo desde la seguridad de su habitación y cuando Gouenji lo encontró, se estaba vistiendo, tenía el cinturón de cuero en una de sus manos. Ellos se miraron, esperando a que el otro hablara. Verlo en esas fachas sólo corroboraba sus suposiciones.
¿Cómo pudo ser capaz de acostarse con otro hombre? Y aún más, con su mejor amigo.
Gouenji en esos momentos no lo había considerado, pero se sentía traicionado.–Pensé que no lo hacías con hombres. – dijo, rompiendo el silencio. –Me dijiste que el único hombre con el que tenías sexo era conmigo. ¿Qué hacía Kidou aquí?
–Él me pagó.– respondió. –Mucho. Por eso no lo rechace.
–¿Hasta cuándo piensas hacer esto? ¿Hasta que acabes la universidad? ¿O también lo usarás para ascender en el trabajo?– inquirió, mordaz.
Parecía que Gouenji no podía ver cuánto molestaba a Fubuki cada vez que le reclamaba.
–Ya basta.– dijo, manteniendo la paciencia. –No es asunto tuyo.
–No quiero que tengas sexo con otros hombres. Puedes ser la puta de todas las mujeres, pero te prohíbo que quedes con otros hombres.– ordenó.
–¡Entonces tú termina con tu novia! ¡Yo no te exijo nada!
–¡Es diferente! ¡Yo sólo estoy contigo y con ella. No me acuesto con toda la universidad como lo haces tú!
–¡Te dije por qué lo hago! ¡Te expliqué!
Para ese momento, ambos estaban hechos unas fieras. Gouenji quiso acercarse pero Fubuki le surcó el rostro con la correa de cuero que apretaba con fuerza. Le rompió el labio y el sabor a sangre se esparció en su boca. Pero no sentía dolor, en su lugar, estaba sorprendido.
–¡No eres quien para exigirme nada! ¡No eres nadie!– rugió.
Gouenji se quedó allí, con una mano en el rostro, la mejilla izquierda enrojecida. Quemada por el contacto violento del cuero. No se lo había esperado, ni siquiera su padre le había pegado y Shirou Fubuki ni siquiera lo había pensado. Lo vio sentado en la cama, sostiendose la cabeza entre las manos, parecía agobiado. Sentía muchas ganas de llorar, pero sólo se limpió las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.
–Shuuya.– Lo escuchó llamarlo desde la habitación con la voz rota. –Lo siento mucho.
Una voz, la parte racional de su cerebro, le decía que se marchara. Que cruzara esa puerta y no volviese otra vez. Pero en su lugar, despegó los pies del suelo y se acercó al muchacho. Se sentó a su lado y llamó su atención. Ellos se besaron y tuvieron sexo. Gouenji había sido especialmente violento, embistiendolo con furia y hasta lo había abofeteado mientras lo sostenía del cuello. Se estaba vengando.
Fubuki Shirou no se quejó, pero sí intentó zafarse del agarre porque había sido tan sorpresivo, que se asustó.
Fubuki quería que resolvieran sus diferencias de otra manera y no teniendo sexo. Pero era absurdo pedir algo así. No eran pareja, después de todo.
–Imagina que soy un animal cuando me abrazas.– pidió, acostandose en el pecho del moreno. –¿Cuál animal soy?
Gouenji sostuvo a Fubuki entre sus brazos y lo medito. Es cierto que el albino no lucia propiamemte masculino, pero tampoco tenía el curvilineo cuerpo de una chica. De hecho, toda esa belleza que llamaba la atención de los hombres hetero radicaba en su rostro. Fubuki Shirou era hermoso, pero fuerte. Su presencia semejaba a un depredador salvaje; sigiloso y elegante. También era explosivo y cuando se enojaba, parecía que sus colmillos salían a relucir. Podía incluso hasta ser aterrador. Sólo rogaba porque no esperara ser comparado con un conejo o un gatito.
–Un lobo.– dijo, asintiendo. –Definitivamente eres un lobo.
Levantó la cabeza para mirar el rostro de su compañero, deslizó un dedo por su labio roto.
–Siento haberte golpeado.– murmuró, avergonzado. –A veces entro en pánico. Tengo miedo y no sé qué hacer.– sonrió, por sus propias palabras. –Supongo que sí soy un lobo.– Y se echó a reír.Habían empezado a quererse mutuamente, eso no podían negarlo.
Por supuesto, cuando pasas tanto tiempo con alguien y comparten tanta intimidad, es inevitable que comiencen a surgir sentimientos. Pero estos mismos no eran convenientes ahora.
Y la conversación que había surgido por casualidad, fue el detonante que los alertó.
Fubuki estaba descansado en el regazp de Gouenji y este, a su vez, se apoyaba en la mesedora. Tenían los ojos cerrados y no estaban haciendo nada en particular. Sólo se acompañaban. Una duda brotó en el interior del chico y no pudo contenerse.–Cuando no vengo a visitarte, ¿te sientes solo?– preguntó, como si nada.
Y Gouenji, quien también se sentía indiferente, le respondió con honestidad.
–¡Por supuesto! ¿Y tú? ¿Te sientes solo sin mí? – secundó.
Fubuki se incorporó para mirarlo.
–Sí.
Y simplemente se besaron.
La cuestión era, que ellos no se besaban si el sexo no estaba de por medio. Besarse fuera de ese contexto significaba algo. Y no tenía por qué significar nada.
Ellos también solían evitarse en la universidad, pero una mañana Fubuki había decidido ir por un libro a la biblioteca. Lo hacía porque Gouenji le había plantado ese pequeño gusto por los libros. Buscaría uno que le gustara para que se lo leyera, porque sólo le gustaban de verdad, si Gouenji los leía.
Paseaba por la sección de romance cuando se cruzaron. Sus ojos se encontraron. Fijamente.
La sorpresa era demasiada. Sólo porque no se lo esperaban.
Pero allí estaban.
–Estaba buscando un libro para que me leyeras.– dijo, casi balbuseando.
–Estaba buscando un libro para leerte.– respondió.
Shirou Fubuki lo miró con ternura.
Shuuya Gouenji sonrió con calidez.
Y juntos buscaron un libro que ambos pudiesen disfrutar.
Y ellos habían sostenido una conversación durante todo el rato.
–Mi hermana siempre pregunta por ti. Está ansiosa porque lleguen las vacaciones para venir.
–Podemos llevarla al Disney de aquí, ¿verdad?
–Sí, podemos.Pero sus planes nunca se concretaron.
Gouenji se habría graduado ese año y tuvieron que despedirse.
Fubuki no había alcanzado a revelarle su secreto, igualmente, para ese momento no importaba porque Gouenji Shuuya le había dicho adiós para siempre.
–Puedo venir los fines de semanas, Shirou.– dijo, interrumpiendo el "Adiós" del albino.
Él no quería un "Adiós". Él quería un "Hasta luego".
–Preferiría que no lo hicieras.– negó, muy serio. No había titubeado en su decisión. –Cuidate, Shuuya.
No se besaron.
Ni siquiera se abrazaron.
Shuuya Gouenji salió de la habitación y no regresó. No miró atrás. Había cerrado ese libro que había escrito con el chico de la habitación 09.
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UN AMANTE BAJO LA LLUVIA
FanficEllos eran sólo unos amantes efímeros, que se encontraban al final del día y se acercaban, pero no podían permanecer juntos... O quizás sí.