Capítulo 5

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Esa noche, Steve regresó más tarde a casa. No se atrevió a entrar en el cuarto que hacía solo un día que compartía con Bucky y se desvistió y acostó en el sofá como pudo. 

Hubiera despertado a Loki trasteando con las cosas en el salón, pero Loki llevaba despierto desde que había visto entrar a Bucky a toda prisa, con muchas ojeras y pocas ganas de hablar. El dios utilizó el teseracto para cambiar de habitación sin hacer ruido, aunque seguramente el soldado de invierno seguía sin poder dormir y no había riesgo de perturbar su sueño.

-¿Qué ha pasado?

-No es asunto tuyo-repuso Steve, cansado y malhumorado.

-No te molestes, me hago una idea...Y dime...¿vas a rendirte así sin más? Le quieres, él te quiere...¿Qué puede salir mal?

-Todo. Ya lo has visto. No es suficiente.

-Quizá no. Pero te crees que como tienes el culo de América va a ser así de fácil vivir una vida entera con la mujer que amas y después otra con el hombre que amas...Sucesivamente...como sí...Yo también quiero que todo esté bien entre vosotros. No soy el Loki que conociste en Nueva York...Técnicamente, sí, sí lo soy...han pasado días desde eso...pero ahora nadie me controla la mente. Sé que Bucky es mi amigo y sé que deseo su felicidad. Y no quiero que le hagas daño...pero si te vas de nuevo...eso sí que le hará daño.

-Nunca le haría daño...No...no quiero hacerle daño...pero ahora mismo no sé qué somos. No sé si es mejor que me vaya o que me quede.

Loki suspiró. Por una vez, el ingenioso dios tampoco sabía qué decir.


A Steve siempre le había fascinado la sonrisa de Bucky. Cuando eran jóvenes, aquel pequeño milagro ocurría varias veces al día. Durante la guerra sus sonrisas se fueron espaciando...y desde que habían reconectado, eran cada vez más raras...y siempre que le veía sonreír era debido a sus propia presencia o a sus recuerdos de una vida más sencilla. 

Bucky apenas había sonreído desde su regreso. O mejor dicho, apenas había sonreído desde que se desvaneció y se desintegró en millones de cenizas con el nombre de Steve en la boca. 

Pero a la mañana siguiente le sonrió a Sam.

Le sonrió a la torpeza de Sam, que estaba practicando con el escudo.

-No se te da mal. Necesitas un poco de práctica y lo harás bien. Yo lo he cogido un par de veces, ¿sabes? Podemos pasárnoslo como si fuera un frisbee.

-¿Te pasa algo?-preguntó Sam, mientras le lanzaba el escudo a su compañero.

-Nada. Solo que Steve vuelve a ser joven...

-¿Cómo?

-Es una larga historia.

-Pero tío. No entiendo nada...¿Tengo que devolverle esto?-tomó el escudo en el aire.

-No creo. 

-¿Está contigo? Porque todo esto es una locura y es la primera noticia que tengo.

-Supongo que sigue en casa. Pero...-Bucky atrapó el escudo y lo lanzó de nuevo-no sé por cuanto tiempo...

-¿Qué quieres decir?

-Digamos que...me confesó lo que sentía por mí...y yo le correspondo plenamente...pero no me apetece ser el segundo plato de nadie.

Sam dejó el escudo en el suelo y se acercó a su compañero:

-Espera, espera...Esta es demasiada información para digerirla tan rápido. Para empezar, ¿estás bien, tío?

-Sí, no...no lo sé, Sam. Es una tontería. Se nos pasará.

-¿Estás seguro de eso?

-Sí, se nos pasará...Al menos a mí se me pasará...después de todo solo llevo enamorado de él desde hace unos ochenta u noventa años...y se me pasó...cuando me lavaron el cerebro se me pasó...

-Voy a llamar a Wanda.

-¿Por qué?

-Porque no sé que decir ante esta situación-respondió Sam-, y porque igual si salimos  se te despeja un poco la mente...

-Estoy bien. Estoy intentando pensar con claridad...es solo...

-Te vendrá bien salir-insistió Sam.

En ese momento, alguien llamó al timbre. Era un hombre mayor, con gafas y un bigote blanco, que traía un paquete. Un paquete dirigido a Bucky. Lo abrió delante de Sam. Contenía un enorme ramo de rosas y un bote de mermelada de ciruelas...y también una carta. 

-Es de Steve, ¿verdad?

Bucky asintió, mientras la leía.

-¿Qué dice?

-Nada nuevo. Nada que no me dijera ayer. 

-¿No vas a perdonarle?

-¿Perdonarle? No ha hecho nada malo. Es cosa mía. Soy incapaz de creerme que de verdad me quiera tanto, que de verdad vaya a estar conmigo hasta el final de la línea...Sé que no es así...pero siento que me ha fallado...que no le importo... Aunque quizá después de todo no me lo merezca. 

-Deja de decir eso-dijo Sam, entre serio y cariñoso-. Apenas te conozco. Pero lo que sé de ti lo sé por él. Sé lo que hiciste por él cuando no tenía a nadie. Siempre te tuvo a ti.

-Sí...excepto que quizá yo siempre le necesité más de lo que él me necesitaba a mí. Y ahora por mucho que lo quiera, creo que puedo arreglármelas yo solo. No sé qué me pasa; llevo queriendo esto mucho tiempo...antes de que hubieras nacido, Sam...pero ahora no soy capaz de aceptarle. Bueno, ¿por donde íbamos?

-Vamos a ver a Wanda.

-Cierto. Espérame; voy al baño un momento.

-Claro, tío.

Mientras Bucky se alejaba, Sam cogió la carta. Reparó en que había algo en la parte trasera del papel. Era un dibujo de Steve...o mejor dicho, varios dibujos. Retratos abocetados a lápiz de Bucky. Había algún que otro rasgo que no había clavado, porque se notaban que estaban hechos de memoria. Pero sin duda era Bucky...en algunos con la gorra y la chaqueta militar del sargento Barnes, en algunos con la media melena y la estrella del soldado de invierno y en otros con la barba y el cabello largo del lobo blanco...

Estaban fechados en 1952...unos años después del matrimonio de Steve con Peggy. Y en cierta medida eran la prueba de que Steve nunca había dejado de pensar en su amigo.

Sam dobló la hoja y se la metió en el bolsillo, todavía sin saber muy bien qué hacer. Podía hacer cambiar de opinión a Bucky...pero la actitud de este era tan decidida que Sam no sabía si podría quebrarla con unos dibujos...





Difícil de olvidarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora