Capítulo 1

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El viento por muchos años sopló, moviendo la arena el tiempo avanzó, borrando todo resto de muerte y del pasado, llevándose consigo los restos de una tragedia que sólo por libros la gente conocía. El sol ardía fogosamente en el cielo, iluminando la tarde en la ciudad de Londres.

La luz se filtraba a través de las ventanas de la Universidad de Cambridge. Se escuchaba el chapotear del agua cada vez que alguien hacia una braseada; Elizabeth Twoys había aprendido a nadar incluso antes de aprender a caminar, no podía recordar un momento de su vida en que no lo hubiese hecho, y ese día en particular lo necesitaba más que nunca.

La noche anterior los sueños no la dejaron descansar, eso no era precisamente algo nuevo, sin embargo, había veces donde se volvían más intensos y esa noche fue una de ellas. La imagen de la figura que aparecía en sus sueños vino a su mente, paralizándola por completo.

Era una cruz invertida con un asa en la parte superior, exactamente la forma que poseía una llave.

¿Qué eres?, ¿Qué significas? La curiosidad la estaba matando, esa llave parecía tener una conexión con ella, parecían estar unidas.

Un sonido la sacó de sus cavilaciones, era el pitido de un silbato anunciándole que su tiempo había terminado. Nado hacía las escaleras, consciente de que la piscina pronto cerraría, subió por estas y se dirijo hasta donde tenía su toalla, dejando tras sí un camino de gotas que resbalaban por su cuerpo.

—Eso ha estado alucinante, ¡50 segundos! Ha sido tu mejor tiempo Liz. —Elizabeth se volteó, solo para encontrarse con pecoso y alegre rostro de Carmen Villarreal, su mejor amiga.

—¿De verdad? Pensé que me había retrasado. —respondió divertida.

Carmen bufó haciendo que uno de sus rizos pelirrojos se moviera de su frente algo que a Elizabeth siempre le había causado gracia, siempre quiso tener el cabello rizado como su amiga; pero ahí donde el pelo de Carmen era un montón de rizos bien definidos, el de ella era un simple cabello lacio.

Alguien que no las conociera pensaría que no existían un par de personas más diferentes. Mientras que Carmen tenía el cabello rojo como el fuego, el de Liz era negro como la noche.

La piel de su amiga estaba cubierta de pecas y era muy blanca; la suya era de un tono bronceado. Carmen era menuda y delicada, y poseía una personalidad divertida y atrayente. La personalidad Liz era un tanto... Difícil.

Digamos que había perdido varios amigos por su carácter.

Pero la diferencia más clara era el color de ojos.

Los de su amiga verdes como las hojas en la primavera brillaban y centelleaban de emoción. Mientras que los de ella eran grises como la plata, fríos y tormentosos, aunque a ella no le gustaban, muchas personas los encontraban atrayentes y exóticos.

—Hey... Tierra llamando a Liz. —El chasqueo de los dedos de Carmen en frente de su rostro la devolvió a la realidad.

—Perdona, creo que me deje llevar por mis pensamientos. —dijo con una sonrisa.

—Si no me dices, no me doy cuenta -le respondió con ironía -Hoy estas muy rara, ¿Sucede algo? —El tono de preocupación en la voz de su amiga la hizo sentir culpable. No le gustaba preocupar a los demás.

—Estoy bien, es solo que no he dormido bien en las últimas noches. —Miró a su amiga esperando que captará lo que sus palabras querían decir, después de todo ella era la única que sabía de sus sueños.

—¿El desierto de nuevo? —preguntó inmediatamente.

Liz sonrió, era por esa razón que ella era su mejor amiga. No tenían que expresar en voz alta lo que sentían, sólo bastaba una mirada o una palabra para que se comprendieran.

Ankh ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora