—Mark no le hace caso a nadie. —le respondió Elizabeth. —Todos saben que si hace algo es porque también cree en ello. Así que no me des el crédito. —respondió entre dientes.
—Bueno, pero sólo acepto ir a Ajmin porque tú lo sugeriste. —le recordó Julián de la misma forma.
—Lo dices como si yo pudiese convencerlo de algo. —dijo la pelinegra rodando los ojos.
—¿Y no es así? —preguntó elevando una ceja retándola.
No soportaba ni un poco la fría indiferencia con la que Elizabeth lo trataba. ¡Habían tenido sexo, por Ra! Eso debía significar algo.
—¡Por supuesto que no! —gritó enojada. No quería que el resto creyera que ella tenía algún poder de convencimiento sobre Mark y que le otorgaba algún trato preferencial.
La conversación se parecía demasiado a la que tuvieron cuando se conocieron. Sólo habían pasado dos semanas desde aquello, pero muchas cosas cambiaron desde entonces: Elizabeth había pasado de odiar a desear a una misma persona, descubrir que era la reencarnación de una princesa egipcia y no cualquiera sino la mismísima Nefertiti.
Ni ella sabía de dónde sacaba la voluntad para mantener la cordura, a veces creía notar como sus neuronas hacían cortocircuito y luego se obligaba a creer que era simplemente su imaginación, al parecer.
Regina y Tobías miraban de uno al otro como si vieran un partido de fútbol, incluso vio como el rubio le pasaba unas monedas a Regina; Elizabeth los fulminó a ambos con mirada al darse cuenta que estaban apostando a lo que estos levantaron los brazos en señal de paz.
—¿Ustedes tienen algo? —interrogó Regina de pronto.
La mandíbula de Elizabeth se desencajo al escuchar la pregunta ya sus mejillas terminaron sonrojadas. ¿Acaso eran tan obvios? Por Ra, no quería ni pensar que pasaría si eso llegará a los oídos de la prometida de Julián, lo más probable era que muriese de la vergüenza y la humillación, aunque biológicamente nadie podía hacerlo. Ambos respondieron al instante.
—No.
—Si.
Elizabeth lo miró con los ojos entrecerrados.
—No hay nada entre nosotros. —repitió la pelinegra con firmeza. —Sólo somos compañeros. —Por rabillo del ojo notó el rostro de Julián se tensaba mientras asentía dándole la razón.
—Lo siento, no quise ser indiscreta. Es solo que parecen un viejo matrimonio. —admitió Regina divertida. Esta vez fue Julián quién respondió.
—Te equivocas, a penas y somos conocidos. —El veneno se deslizaba por cada una de sus palabras.
Elizabeth sintió como el corazón se le encogía ante la confirmación que salía de su boca. A pesar de saber que para él no era nada importante tenía la esperanza de que no fuese así pero esta desapareció junto con cualquier sentimiento que pudiese albergar hacía el castaño. Debía mentalizarse que a partir de ahora sólo trabajarían juntos.
—Bueno, creo que ya tenemos todo organizado. Deberíamos ir a descansar, mañana sería un día agitado. —dijo Regina caminando a la salida, seguida de Tobías quién lucía como si fuese a caer rendido en la primera cama que se encontrará.
Elizabeth los estaba imitando, pero la mano de Julián sosteniéndola por el codo se lo impidió, la pelinegra se sacudió de su agarre como si el sólo tocarlo la quemará, pudo ver en los ojos del castaño que la acción lo había herido, pero inmediatamente se recuperó. Cuando habló sonaba más enojado de lo que nunca lo había visto.
—¿Me puedes explicar qué demonios ha sido eso? —gritó furioso.
Elizabeth volteó la mirada temerosa de que alguien los encontrará en esa situación, luego se giró cruzándose de brazos para encarar a Julián.
ESTÁS LEYENDO
Ankh ©
Novela Juvenil«Lo que se escribe en la arena se lo lleva el viento, pero lo que se talla en una piedra perdura para siempre». Elizabeth Twoys vive una vida solitaria, sus padres murieron hace muchos años, y solo cuenta con su mejor amiga, Carmen. Una llamada de...