Capítulo 26

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En medio de sollozos se quedó dormida, quizás fuese el cansancio o alguna forma que tenía su mente para protegerla, pero las visiones cedieron. Para cuando se levantó sentía como si le hubiese pasado un camión por encima, pero al menos podía ver todo de forma más clara, hizo una lista mental de todo lo que sabía hasta ahora para no olvidarlo.

1—Era la reencarnación actual de la princesa Nefertiti.

2—Quienes creía que eran sus padres, en realidad no lo eran.

3—Al parecer dichos padres falsos no murieron tenían la seguridad de que los perseguían.

Alborotó su cabello con una mano, eran demasiadas cosas para procesar tan rápido. Una parte de ella sólo quería dejar la cabeza en la almohada, cerrar los ojos y que todo se solucionará por sí mismo sin que tuviese que intervenir de ninguna forma. Miró la hora en su teléfono, (tuvo que conseguir uno nuevo porque el otro se lo robaron durante el ataque) era casi medianoche; Elizabeth pegó un brinco, Julián había quedado que vendría por la noche.

Recogió el cofre y la carta volviéndolos a guardar en su maleta, Julián asomó su cabeza dentro de la capa cuando terminaba de cerrarla. El castaño le sonrió con dulzura, Elizabeth le hizo una seña para que entrara y se acostara a su lado, él obedeció dejándose caer sobre la colchoneta y juntando sus manos.

—Estoy muy cansado. No sé cómo me voy a despertar mañana. —afirmó pasando un brazo detrás de la cabeza para apoyarse.

—No puedo quitarte el agotamiento, pero siempre puedo darte más. —aseguró deslizando los dedos por el pecho de Julián, quién al ver el gesto la halo atrayéndola hacía él.

—Me gusta en lo que estás pensando. Demasiado. —admitió acercándose a su rostro. —Lamentablemente tenemos un largo viaje por delante y mañana debemos presentarnos frescos como una lechuga. —inquirió regresando a la posición anterior.

Elizabeth hizo un puchero, aunque sabía que tenía razón, debían descansar lo mayor posible pues no tenían idea de cuando volverían a gozar de la misma oportunidad. Apoyó la cabeza en el hueco de la clavícula de Julián, permitiéndose arrullar por su pulso que palpitaba con fuerza debajo de su piel bronceada. Él bajó la cabeza y dejó un suave beso en sus labios para luego cerrar los ojos y dormirse sobre su cabello azabache.

Nunca podría cansarse de pasar la noche con Julián. Había algo en él que encajaba a la perfección con ella, no importa si tenían sexo o simplemente charlaban disfrutando de la presencia del otro. El olor de Julián la relajaba, no era un aroma afrodisíaco o perfumado, sino algo que le resultaba familiar, como estar en casa: olía a sudor, arena y humo; olores tan contradictorios pero que combinan innegablemente bien. Pensaba en esto antes de perder completamente la consciencia, rindiéndose ante la llamada de Morfeo.

Las horas pasaron demasiado rápido y para cuando volvió a abrir los ojos los rayos del sol entraban por la abertura de la carpa, cegándola dolorosamente. No veía a Julián por ningún lado así que supuso que ya se había levantado hace bastante tiempo, se levantó y lavó su cara con agua para eliminar los restos de una mala noche. Cuando estuvo lista revisó una vez más la maleta para asegurarse el cofre estaba allí y que no había sido una invención de su mente.

En efecto, la caja de madera continuaba allí, burlándose del frágil estado mental en el que se encontraba. Ahora que había superado el shock inicial y que podía ver la cosas con mayor claridad, no recordaba haber empacado el cofre y estaba completamente segura porque nunca olvidaría algo así. Por supuesto la respuesta más lógica sería que lo hizo y que no lo recordaba o que en ese momento se encontraba distraída y su cerebro no registró la acción, más sin embargo...

Ankh ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora