Por suerte llegaron a tierra firme antes que oscureciera del todo, aunque sus desgracias podían completarse si los devoraba algún animal. Gracias a los dioses, Julián y Tobías ya se habían recuperado lo suficientemente como para salir de la lancha por su cuenta cuando Regina la detuvo en la orilla.
La frondosa selva se alzaba ante ellos dándoles la bienvenida a una muerte definitiva, Elizabeth tragó grueso, los árboles eran lo suficientemente altos para cubrirlos y la densidad que tenían los arbustos podría perderlos fácilmente sino eran prudentes. Rezaba porque no hubiese animales salvajes o que, si los había, no tuvieran mucha hambre.
—¿Esta es mi bolsa? —La voz de Julián la hizo voltearse. El castaño sostenía un bolso viajero de color azul que Regina le había lanzado, al mismo tiempo que observaba sorprendido al grupo. —¿Cómo la recuperaron? La di por pérdida cuando salgamos al bote. —afirmó dejándola en el suelo.
Regina rodó los ojos. Elizabeth la conocía lo suficiente como para saber que sólo lo hacía cuando le hacían una pregunta cuya respuesta, al menos para ella, era obvia.
—Pasamos por tu camarote antes de unirnos a ustedes. Me pareció que podría servirnos, así que la tomé. De nada. —dijo bajándose de la lancha. —¿Deberíamos atarla? —interrogó señalando con un dedo el vehículo.
—No creo que sea buena idea, si esos criminales pasan por aquí podrían verla y suponer que alguien vino en ella. —inquirió Tobías, quién intervenía por primera vez en la noche. Elizabeth no pudo observar las manos vendadas del pelinegro, un pelín de culpabilidad se instaló en su pecho, pero intentó animarse recordando que las heridas no eran graves, sino simplemente rasguños superficiales.
—Estoy de acuerdo. —respondió Mirihiam de inmediato. La pequeña rubia se había echado sobre los hombros un bolso que era casi de su mismo tamaño, haciéndola parecer todavía más baja de lo que en realidad era.
—Nosotros también. —afirmaron Julián y ella al mismo tiempo.
—Muy bien, entonces comencemos a buscar un lugar donde montar las tiendas. —dijo Tobías empezando a caminar hacía a la entrada de la selva.
Elizabeth hizo una mueca, no creía que fuese una buena idea adentrarse en medio del fogaje a esa hora, serían una presa más fácil para los depredadores. Sin embargo, también estaba el problema de los encapuchados, quedarse a plena vista era lo mismo que colocarse una campana en el cuello que revelará su ubicación. Soltó un suspiro y caminó hacía el resto.
—¿Tienes el geo localizador? —le preguntó a Tobías cuando estuvo a su altura, el alivio la inundó al ver que asentía y sacaba un aparato de su propia bolsa. Era del tamaño de una calculadora, pero en lugar de números tenía un mapa en el centro que les permitía saber dónde se encontraban y un GPS para llegar a cualquier parte.
—Veamos... —Tobías miró la herramienta, girándola cada cierto tiempo como si fuese una especie de brújula.
—¿Sabes dónde estamos o no? —preguntó Regina con fastidio, ganándose una mala mirada del resto que ella respondió levantando los brazos en señal de rendición. Todos estaban parados a un paso de entrar a la jungla esperando por las instrucciones de Tobías.
—Para tu información, lo sé. Si seguimos por este camino estaremos en Ajmin a más tardar un día. —respondió con una expresión de orgullo propio. —Debemos ir hacia el sur. —dijo indicando la zona con un dedo.
—Espero que no nos coma un tigre. —inquirió Elizabeth llevándose una mano a la cabeza.
Sus amigos rieron y el ambiente comenzó a relajarse. Los cinco dieron una bocanada de aire para infundirse ánimos y empezaron a caminar, Regina iba adelante con un machete tratando apartar todas las hojas de palma que se arremolinaban una encima de la otra. El espacio que quedaba era tan pequeño que debían pasar uno detrás del otro en fila india, quedando así: Regina, Tobías, Miriham, Elizabeth y Julián cerrando la marcha.
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Ankh ©
ספרות נוער«Lo que se escribe en la arena se lo lleva el viento, pero lo que se talla en una piedra perdura para siempre». Elizabeth Twoys vive una vida solitaria, sus padres murieron hace muchos años, y solo cuenta con su mejor amiga, Carmen. Una llamada de...