CAPÍTULO 1.
La primera vez que lo vio estaba de pie en un rincón de la estación del tren, apoyado contra el poste con la postura entre insolente y desgarbada, de alguien que preferiría estar pasando el rato en un sitio tranquilo, aislado, quizás leyendo... Iba bien vestido, era evidente que llevaba traje de Armani, podría quitarle aristas a aquella clase de cuerpo fornido y armonioso, que intentaba cubrir con un simple abrigo un poco desgastado, aquello era raro. Sus largos dedos, delicadamente curvados alrededor de una botella de vidrio que contenía una gaseosa de naranja, podrían haber hecho trocitos el envase como si tal cosa. Bastó con mirarlo para saber que se hallaba ante un hombre al viejo estilo.
No era su tipo. Estaba interesada en algo más productivo que hombres. Aun así, le atrajo su porte y su buena planta. Era apuesto, demasiado quizás... Llevaba un corte de pelo muy atrayente de color castaño oscuro, tan reluciente y tupido, en finas capas. Pero fueron los ojos lo que más le llamó la atención por la intensidad de su azul, tan etéreo y endemoniado que impactaba nada más verlo, incluso desde lejos como en ese momento. No pudó reprimir un leve estremecimiento cuando él volvió la cabeza y la miró directamente a las pupilas. Ella se giro al instante, avergonzada de que la hubiera pillado mirándolo con semejante descaro. Pero eso no impidió que sintiera una especie de descarga eléctrica que le inflamó la piel, señal de que él seguía observándola. Vació su botella de agua mineral con unos rápidos sorbos, dejando que el cosquilleo de las burbujas calmara sus nervios. Sólo entonces se atrevío a echar otra mirada. Aquellos ojos se insinuaban de un modo que no tenía nada de civilizado. Una tenue sonrisa permanecía agazapada en aquella boca de labios bien marcados finos y delgados. «Desde luego no es la clase de hombre con el que quisiera encontrarme a solas en una habitación», pensó.
Su mirada descendió por el cuerpo en una perezosa inspección para acabar regresando a la cara, y acto seguido dirigió uno de esos respetuosos asentimientos con la cabeza que los hombres aristócratas han elevado a la categoría de arte. Le dio la espalda deliberadamente, concentrando toda atención en la fila de gente que se encontraba lista para abordar, sería la única y última vez que lo viera pensó relajada. Pero pronto se daría cuenta lo equivocada que estaba.Estaba anocheciendo y el paisaje siempre verde de las extensas llanuras, se veía mágicamente teñido por las luces ambarinas de los últimos rayos de sol, cayendo en el barrio londinense.
Hacía tres años Candy White se interesó en el periodismo publicitario.
Jorge Jhonson le dio la oportunidad de empezar a trabajar en la editorial como auxiliar en el departamento de corrección en las oficinas publicitarias en Inglaterra. Tenía la idea de que si se relacionaba con gente del medio, algún día sería capaz de mostrar el trabajo por el que se hubo esforzado, tras la muerte de su madre y de su padre. Lograr publicar sobre moda en Paris fue lo que se prometio en las tumbas de los señores White.
Pero la realidad le golpeó fuerte, más de lo qué pensó. El mundo publicitario no funciona de esa manera, se necesita ser más allá de lo increíble para que algún agente te mire y lleve tu carrera al siguiente nivel, y lo supo muy pronto. A pesar de eso, continuó, porque era un empleo que se relacionaba con lo que le gustaba y dejaba algo de dinero.
Sin embargo no supo qué fue lo que ocurrió en el camino, ni siquiera supo en qué momento llego aquí. Creyó que por fin tendría la oportunidad que había esperado por años, pero no fue así...
El jefe de la compañia publicitaria Jorge Jonson tenía otros planes. Al parecer había firmado un contrato multimillonario con elrepresentante de Terrence Grandchester, el señor Robert Hateway, para publicar un artículo acerca del famoso actor de Broadway en Nueva York, por supuesto el artículo tenía que ser algo así como un paparazzi. Según el señor Jorge de la compañia publicitaria, él actor en una entrevista retaba al que pudiera hacer un artículo de él sin que él se diera cuenta. Terrunce GrandChester invito a las editoriales publicitarias para dicho proyecto anticipando que no lo lograrían. Un reto exquisito para saborear la victoria.