CAPÍTULO 4.
Luego de elevar otra oración pidiendo perdón por invadir la privacidad, Candy empezó a buscar en la oficina de Terrunce GrandChester, que estaba llena de libros y reconocimientos. No podía descuidar demasiado su trabajo. Terrunce regresaría en cualquier momento, así que debía ser rápida. Pero no podía dejar nada fuera de lugar, así que cada cosa que abría, tenía que dejarla tal como la había encontrado, se detuvo y miró el armario de donde Terrunce había sacado carpetas que contenían papeles, seguramente importantes, este era un sitio muy probable para encontrar algún documento que revelara alguna información de su pasado o su linaje. Caminó hacia el armario y sacó las carpetas llenas de papeles, miro su reloj se había acabado el tiempo, guardo la carpeta en su lugar y regreso al escritorio.
El resto de día fue una tortura para Candy, estar a su lado fingiendo ser quien no es, fue un completo calvario. A pesar de eso se las arregló para no lucir amedrentada, para que él no notara cuánto le afectaba su presencia, ni siquiera fue capaz de poner atención a la mitad de las cosas que le había dicho, con todo y eso Candy tomó nota mental de lo que consideró medianamente importante, detalles tan simples y a la misma vez tan reveladores, como por ejemplo; Terrunce GrandChester no hace diferencias entre las personas dependiendo su estatus social, no es petulante o arrogante, habla poco pero con quien y cuando lo considere correcto, le gusta leer la mayoría del tiempo, además es, ordenado, pulcro y muy discreto, caballeroso, generoso, hogareño, etc... Todo lo contrario al tipo engreido, descortés, o clasista que describen en la prensa amarillista. Terrunce GrandChester no es ostentoso, ni gasta por gusto, su carácter es impulsivo y quizás rencoroso cuando se siente rechazado, engañado, y, e aquí el problema de Candy, Terrunce GrandChester es un hombre que puede llegar a dar mucho en el amor cuando se presente la persona correcta, como su generosidad, esa bondad que intentaba a toda costa esconder, y su preocupación por los más débiles. Eran las cosas que le habían hecho enamorarse de él, pero por otro lado, también su orgullo, su terquedad y hasta su soberbia. No serían tan malos si no lo hiciera tan obvio.
Era evidente que él no esperaba un trato especial entre los dos, y ella no había podido evitar hacerse la pregunta de cómo sería con Candy White, divertido, dulce y cariñoso tal y como el chico misterioso que fue en el tren ¿Y cómo sería Terrunce GrandChester tratando de conquistar a una mujer? ¿Cambiaría su tono de voz, su mirada, su discreta sonrisa ? ¿Se vería más tranquilo y relajado, y no como si tuviera que cuidarse de cada ser humano que se le acercaba? Y ahora había tenido un atisbo de la verdad, definitivamente, cada vez se enamoraba más del misterioso chico del tren y del actor famoso Terrunce GrandChester.
Cuando por fin llegó la hora de marcharse, salió del despacho tratando de no hacer ningún ruido, no sabía por que hacia eso. Tal vez era la manera en que estaba haciendo las cosas, tenía la sensación de estar traicionando alguien muy importante en su vida y en realidad lo era, y ese sentimiento no le gustaba.
Cuando lo encontró estaba de pie junto al ventanal del recibidor hablando por teléfono, él no se había percatado de su presencia. Era obvio que Terrunce GrandChester hablaba con alguien importante, Candy quizo hablar o hacer algún ruido para hacer notar su presencia, pero por alguna extraña razón no lo hizo. Y deseo en ese momento más que nunca no haber conocido al chico misterioso del tren, fue un sueño del cual despertó muy feo y muy rápido, cuando sintió el ardor expandirse como el veneno en su pecho, cuando él dijo;
—Te he extrañado...
Terry miraba a travez de la ventana los transeúntes pasar, sostenía el móvil pegado a la oreja, sin poner mucho interés en los movimientos que afuera había, pero si muy concentrado en la voz que se escuchaba del otro lado de la línea se giró para alejarse de la ventana, cuando la vió.