Había creído que no lo volvería a ver tras su primer encuentro en el tren, y se había equivocado, en la segunda ocasión que volvio a mirarlo, el muy cretino la dejó plantada. Después... creyó que ahora si no lo volvería a ver, pero otra vez se equivocó. Inesperadamente, para Candy White el mundo había cambiado su tamaño gigante a pequeño. De sueños impasibles a realidades pesadillas,
Durante el tiempo que había estado en Inglaterra, Terrunce apenas tuvo un segundo para pensar en nada. Cuando por fin pudo sentarse a descansar un poco, ya era demasiado tarde. Se le había hecho imposible acudir por completo a su cita con la bonita pecosa. Miró la hora y bufó disgustado. Ni siquiera había tenido tiempo para llamar al Bilson Elevenmpara dejarle un aviso de que no podría acudir. Seguramente ella pensaría que la había dejado plantada. Pero eso no era todo, aun que si lo que más le disgustaba. Se había quedado sin asistente personal. La joven que estaba encargada de todos y cada uno de sus asuntos y movimientos con sus negocios, se había comunicado con él para informarle que tenía una emergencia y la comprendía. Le dio dos semanas libresmpara que pudiera arreglar su situación, ella nunca antes había fallado. Y, e aquí por que todos sus problemas.
Tras el agetreo que tuvó que atender, le quedaron dos días más para organizar asuntos y cerrar acuerdos, además dejar en orden todo en la mansión GrandChester, esperaba volver pronto, en un año más se retiraría de la actuación, meces adecuada para manejar negocios con la cadena de restaurantes que recientemente había adquirido, peseta todo a cada momento de ageteo pensó en ella, en la pecosa.
Había sido divertido mantener el misterio de no saber los nombres ni haberse cruzado los números, pero ahora todo ese juego suponía una gran contrariedad. Dudaba mucho en las posibilidades de volver a verla en un futuro y eso era algo que le pesaba, ya que le hubiera gustado volver a ver sus ojos verdes y sus pecas. Había tenido una especie de pálpito en el pecho con ella, algo que nunca había sentido por nadie.
Cuando volvió el martes a Nueva York, se encontro con multitud de eventos que le esperaban en la bandeja de entrada. El trabajo de ser empresario y el teatro, así que de inmediato empezó a resolver las tareas pendientes. Necesitaba un asistente temporal de inmediato. Se puso a leer, así rápido como pudo los bocetos de la siguiente obra teatral que Robert le había enviado el sábado, dio una chequeada al listado de los actores comunes de la obra, y marcados en negrita aquellos que deseaba conservar tras la disolución del los que podrían ser los actores suplentes: No era mucho lo que había que cambiar, Pero era su derecho por ser el segundo accionista de la compañía Standford, asegurarse que todo estuviera en orden, cuando termino supo que sería fácil conseguir el éxito.
Levantó el auricular del teléfono y llamó a Robert Hatteway. La asistente personal de Robert, respondió casi en el acto.
—Supongo que después de todo tendrás una buena noticia —preguntó Terry a Robert después que la asistente de su socio transfiriera la llamada.
—En efecto, me consta que te hemos contratado los mejores servicios que esperas. También mi asistente, ya tiene a la chica que necesitas para que te ayude, no tienes porque preocuparte más por eso.
— Vaya, has encontrado una más rápido que yo —Terry hacía varios días que le había dicho a Robert que necesitaba una asistente urgentemente y Robert había sido eficiente en eso—. ¿ La chica es discreta? —preguntó con desconfianza.
—Por supuesto que lo es —aseguro Robert.
—De acuerdo, me pondré en contacto con ella para concretar los últimos detalles y decirle que empieza el viernes ¿Estará disponible? —quizo saber todavía no muy convencido.