VI

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La casa de los Reyes

Hacía ya un par de minutos me encontraba en frente de una casa de chafada roja, con un automóvil negro y un jardín delantero con giradoles. Se encontraba al lado de una estación de buses, y el buzón decía "Reyes" Así que no podía equivocarme.

El problema era que yo no quería entrar. No quería estar a la merced de una chica que me ponía nerviosa por su manera de mirar, incómoda por sus hábitos de saludar a todo quién se me cruzara en el camino.

No me pregunten como sé eso.

Suspiré por tercera vez, con el dedo a unos centímetros del timbre. Mi cabello negro recogido se movía al són de la suave brisa y por una milésima de segundo pensé si haberme puesto mi camisa de Iron Man había sido una buena idea.
Pero no hubo necesidad de que yo tocara para que la puerta fuese abierta.
Comenzaron a escucharse gritos, palabras sin contexto llegaban a mis oídos, "Canaña, deshonra".
También me pareció oír una voz femenina, "Ya basta, ya basta" Gritaba.
Me hice a un lado y la puerta se abrió de golpe, dejando ver a un chico tatuado.
Tenía la certeza de que se trataba de ese mismo chico que llevaba a Ella al colegio todos los días.
Ni siquiera notó que yo estaba ahí, solo montó en el auto negro de la casa con una rabia de mil demonios y se fue.
Pensé en que la mejor opción era irme, pero la suerte no estaba de mi lado.

–Me avergüenza recibirte así, Palacios–escuché la voz de Ella cerca mío–Ven, entra

Volví a suspirar y entré tras ella.

Lo primero que ví fue que había una mujer limpiando los pedazos de una botella de vidrio rota.

–Madre–dijo la castaña. Yo me extrañé por la manera tan formal en la que se refirió a su mamá, pero lo pasé por alto–Ella es Palacios, Paula Palacios, la chica de la que te hablé.

El hecho de que Reyes hablará de mí en su casa me llenó de alegría, pero no sé muy bien la razón. Naturalmente debió de pedir permiso para hacer em trabajo allí.

–Buenas tardes señora Reyes–dije algo nerviosa por el reciente descubrimiento.

–Bienvenida, Paula–dijo la mujer mirándome por un tiempo breve–Espero que sí hagan el trabajo y no se queden hablando de chicos

Ese comentario me puso incómoda y sentí como Ella se tensó a mi lado.

–No, madre–respondió

–por supuesto–dijo la mujer–Cuándo termines, recuerda que debes ordenar la habitación de tu hermano

Sentí extrañeza ante aquello, pero no le presté la suficiente atención que se merecía.

Cala asintió y me guió escaleras arriba. Abrimos una puerta blanca, y de repente ¡PUM! Todo era pasteloso. Paredes rosa pastel, las frazadas de la cama eran de un azul bebé, peluches de animales, posters de bandas y videojuegos, estantes marrones llenos de libros, y demás muebles también marrones.

Quizá me sentí algo asqueada por tanto color.

–Siéntate donde quieras–dijo, y yo me senté en la alfombra amarillo claro  que había en el suelo mientras ella tomaba un par de hojas y libros del estante y em escritorio.

La conversación cuando hacíamos el trabajo fue casi nula, al igual que mi participación. Le dictaba, o halagaba su pulcra caligrafía. Ella contestaba con una sonrisa, o un simple "gracias" Unas horas después me preguntó su quería algo de comer, y antes de que respondiera la llamaron desde el piso de abajo, se disculpó y se fue.

Me dediqué a observar su habitación con más detalle, había otra repisa donde había tortugas de todos los tamaños y material. Aparentemente, la chica coleccionaba tortugas, ¿Cuándo era su cumpleaños...?

¡NO!

Miré alrededor y me encontré con una pequeña fotografía familiar. En ella se encontraba la madre de Ella, quien parecía ser su padre, una mujer joven, el chico tatuado, la misma Cala y un pibito de unos 9 o 10 años.
A lo mejor el chico era su hermano y no su novio.

¿Y  a mí qué me importa eso?

Cuando Ella volvió yo aún tenía el marco de la foto.

–Es mi familia–dijo ella, tenía un plato con galletas en las manos, se acercó a mí y dejó en plato en la cama–Este es Franco, mi hermano mayor–dijo, señalando al chico tatuado–Ella es Laura, mi hermana mayor. Se casó a principios del año pasado–señaló al niño–él se llama Pablo, la semana pasada cumplió 10. Y ese hombre de ahí es mi padre–su dedo apuntó a un hombre con intimidantes ojos negros, barba y enorme altura y complexión.–Los únicos que vivímos aquí son mis padres, Pablo y yo. Laura está en La Plata con Juan, su esposo, y Franco ya se independizó, viene... Muy de vez en cuando.

Nunca la había escuchado hablar tanto.

Y sinceramente me encantó su voz, tan calmada y tranquila en ese espacio que le pertenecía.

Quiero que Reyes sea amiga mía, pero solo eso.

Por muy buena que este, o sea muy amable.






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𝕸𝖊𝖓𝖙𝖊 𝕯𝖊 𝕮𝖗𝖎𝖘𝖙𝖆𝖑Donde viven las historias. Descúbrelo ahora